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Capitulo 9: Rayos de sol.

Sintió la molesta luz del sol sobre su rostro, se acurrucó intentando sentirse cómoda para continuar durmiendo, pero una risita de fondo comenzó a perturbar su paz. Frunció el ceño aún con los ojos cerrados ¿de dónde provenía esa risita molesta?... decidió ignorarla y seguir visitando el mundo de los sueños, la cama se sentía tan cómoda, suave y reconfortante como hace mucho no se sentía... era como estar recostada sobre las nubes y...

Se sentó de golpe cuando a su mente llegaron los recuerdos de la noche anterior, estaba en la cama de Arthur, el alfa supremo del mundo de los lobos... el hombre más poderoso sobre la faz de la tierra...

— Al fin despertaste — ¡oh por Dios!, sus mejillas ardieron en un feroz sonrojo... ¡ni siquiera recordaba haberse quedado dormida!, ¿en qué momento había caído rendida? — jajaja te ves adorable.

— Si... seguro... aún no se si estoy medio viva o medio muerta — pestañeo unas cuantas veces, intentando que su visión fuera más clara; se estrujó el ojo como clara señal de que aún el sueño la invadía — Buenos días y disculpa que ocupe tu lugar — sus mejillas se pusieron aún más rojas cuando su mirada se posó sobre él, llevaba una simple camisa blanca manga larga y de tela ligera, los primeros botones desabrochados regalando una hermosa vista en V de su pecho... ¡Dios! y la forma en que los músculos de sus brazos flexionados se marcaban debajo de la tela.... ¡Dios mío! ¿Cómo podía verse tan bien a esa hora de la mañana?.

Arthur sonrió al notar que Anette se quedaba sin palabras, le gusta tener ese efecto sobre ella... se deleitó con el sonrojo que adornaba la piel de porcelana de su rostro, con los latidos erráticos de su corazón... no podía explicar con palabras la satisfacción que sentía al saber que lograba ponerla nerviosa de esa manera.

— Por más que me encante tenerte en mi cama, debes prepararte para asistir a la academia — señaló hacia un sofá individual que había en una esquina de la habitación, el cual Anette ni siquiera había notado hasta ahora; dónde reposaba el uniforme de la chica junto a sus útiles escolares — tu madre fue muy específica sobre lo que me pasara si te entretengo más de lo debido...

— Oh por Dios, no me digas que te amenazó — cubrió su rostro avergonzada, una vez más la risa de Arthur invadió la habitación.

— Bueno... a mí directamente no pero digamos que el mensaje regreso aterrado.

— Dios mío... qué vergüenza — Arthur sonrió al observar las acciones de la chica, era tan adorable.

— Llegarás tarde Anette — está vez señaló el reloj sobre la mesita de noche, Anette se giró para ver la hora y se levantó corriendo hacia el baño.

— ¡Es muy tarde! — grito mientras cerraba la puerta tras ella, Arthur no pudo evitar reír divertido.

«Podemos acostumbrarnos a esto»

Incluso su lobo sonaba divertido con la actitud de Anette, ella era un soplo de aire fresco en medio de un mundo repleto de caos.

— Así es... podríamos acostumbrarnos a esto — estuvo de acuerdo...

Espero mientras Anette se daba una ducha rápida y se alistaba para ir a la academia, debía admitir que se sorprendió al ver lo linda que se veía portando el uniforme, se veía elegante con la camisa manga larga blanca, corbata verde con gris y chaqueta negra, la falda le llegaba poco más abajo de medio muslo y las medias largas hacían ver jodidamente hermosas sus piernas de piel de porcelana.

— Estoy lista, disculpa la tardanza — anunció acercándose hacia Arthur, quien la esperaba en la entrada principal de la mansión. Temía haber tardado demasiado y provocar su disgustó, a ningún alfa le agradaba esperar y mucho menos a alguien de un nivel tan inferior como el suyo.

— No te preocupes — respondió mientras abría la puerta del auto para la chica, como buen caballero que era.

— ¿De verdad tú me llevarás a la academia?, ¿no sería mejor que enviaras al chófer?, no quiero ser una molestia — mordió su labio inferior evidenciando su nerviosismo.

— Nunca serás una molestia para mí, Anette... ahora sube — Anette acato la orden de inmediato, ocupando el lugar del copiloto, unos segundos después Arthur ya había tomado su lugar frente al volante.

El camino hacia la academia tardaría unos 45 minutos, la reserva de lobos era un mundo totalmente aislado del resto de la sociedad; un mundo donde podrías encontrar cualquier tipo de comercio, viviendas y habitantes. Todos podían entrar y salir de la reserva a voluntad, bueno, casi todos. A Anette y su madre no se les permitirá establecer una vida lejos del dominio de los lobos. ¿La razón?; ninguna de las dos la sabía pero preferían no ir contra los designios de sus superiores.

Anette suspiro al pensar en lo diferente que sería llevar una vida normal, lejos de todo el mundo de los lobos.

"Si no estuvieras atrapada aquí jamás hubieras conocido a Arthur"

Se dijo a sí misma y una sonrisa involuntaria surco sus labios, si algo positivo tenía ser parte de la reserva era el haber sido rescatada por Arthur la noche anterior; quizás no lo conocía demasiado pero algo en él le hacía sentir algo que nunca creyó que sería posible sentir: esperanza.

Esperanza... de que el mundo podía ser diferente, esperanza en que las cosas podrían cambiar para mejor. Sonrió disfrutando de la brisa haciendo ondear su cabello, nunca imagino que lograría sentir la calma que ahora sentía y se sentía tan bien, que quería tomarse unos segundos para disfrutar de esa increíble sensación.

— Pareces muy feliz — opinó Arthur, haciéndole notar que la estaba observando aunque pareciera tener la mirada fija en la carretera.

Ella lo miró y sonrió con adoración mientras acomodaba un mechón cabello detrás de su oreja — es que finalmente ha salido el sol — cerro los ojos disfrutando de los suaves rayos de sol bañando su rostro, sonrió... y esa radiante sonrisa fue suficiente para provocar que el corazón de Arthur diera un vuelco inexplicable. Tenía la sensación de que ella no hablaba simplemente del clima, sino de algo mucho más profundo... algo que tenía que ver con esa calidez que ahora se instalaba en su pecho con solo verla sonreír...

«Ella será tu luna pero tú eres su rayo de sol en medio de tantas tinieblas»

Quizás estaba equivocado... quizás él no era el sol y la luna de ese imperio que representaba el hábitat de los lobos, quizás era ella quien regia su mundo después de todo...

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