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Capitulo 8: Advertencias

No podía negar que las palabras de su lobo lograron descolocarlo un poco pero decidió dejar sus preocupaciones para otra ocasión, en ese momento estaba demasiado ocupado observando a Anette, la forma en que disfrutaba de la comida; como soltaba comentarios mordaces de vez en cuando... era increíble como en un momento podía ser tan despreocupada y al siguiente agachar la cabeza avergonzada.

Y su mirada... ¡Oh Dios su mirada!, estaba seguro que podía quedarse colgado de esos ojos azules de por vida... no podía evitar sonreír con solo escuchar su voz y observar su naturalidad, su inocencia.

— Señor gran alfa... yo... debería irme a mi casa — hablo, dirigiendo su mirada hacía la ventana, observa la inmensidad de la noche.

— Arthur... mi nombre es Arthur y quiero que lo uses — usualmente todos lo trataban con respeto y muy pocas personas pronunciaban su nombre pero quería escucharlo de ella... le gustaba la forma en que su pecho vibraba con solo escuchar salir su nombre de esos hermosos labios.

— Arthur... debo ir a casa — parecía preocupada.

— Hoy no... mañana — ella hizo un adorable puchero.

— Mi madre se preocupara...

— Enviaré a uno de los ancianos a qué le notifiquen que te quedarás aquí hoy, nadie le dice que no al gran alfa... haré que muevan sus traseros geriátricos un poco — dejo escapar una carcajada, que irónico que él los llamara geriátricos cuando el mismo gozaba de una mente con recuerdos de hace 200 años — hoy serás mía... solo por esta noche...

Extendió su mano hacia ella como oferta para ayudarla a levantar. Anette acepto la oferta tomando la mano de Arthur para ponerse de pie... él de inmediato la atrajo hacía él, rodeo su cintura con uno de sus brazos y con su mano libre acaricio su mejilla, su pulgar rozo el labio inferior de la chica.

— Joder... eres tan adorable — la intensidad con que Arthur la miraba provocó que se sonrojara. Lo escucho reír a carcajadas — tú serás mi muerte Anette... yo lo sé.

«Nuestra muerte... no lo dudes»

Sabía que aunque su lobo se hacía el cascarrabias, en el fondo estaba disfrutando de que Anette estuviera allí, entre los brazos de Arthur.

«Si te gusta engañarte a ti mismo... yo no tengo nada que ver en esto, esto es tu lado humano haciendo de las suyas»

— Arthur... esto... no es correcto... — ella agachó la mirada enseguida, él suspiro.

— Anette... soy el gran alfa y puedo hacer lo que me da la gana... si quiero disfrutar de tu compañía nadie puede decir nada. Mi vida mis decisión.

— ¿Y qué hay de Isabella?... ella se ha preparado toda su vida para conocerte... además ¡ni siquiera me conoces!... no puedes enlazarte conmigo porque soy una renuo, tu simplemente estás tentado por lo extraño que encuentras en mi — mordió su labio inferior, temiendo haber hablado de más y provocar su ira.

Él se inclinó hacia ella, capturando su labio inferior con una suave mordida que la hizo jadear — te lo advertí — sonrió él, viendo la expresión incrédula que ahora adornaba las facciones de Anette — adorable... tan jodidamente perfecta — le susurró al oído antes de depositar suaves besos en la unión de su cuello y su clavícula, mientras que sus fuertes manos sostenían con firmeza la cintura femenina; atrayéndola hacía su cuerpo lo más que podía.

— Arthur — pronunció en un jadeo, sus mejillas ardían sonrojadas, ¡ni siquiera conocía a este hombre y estaba permitiendo que se acercara a ella de esa manera! pero es que se sentía incapaz de alejarlo, de arremeter contra él; sentía que estaba totalmente a su merced... ¿por qué?, ella no era una loba así que su voz de alfa no debía afectarle en lo más mínimo; ella agachaba la cabeza en presencia de los demás lobos por miedo no por respeto o porque sus habilidades funcionarán en ella... ¿entonces por qué Arthur parecía tener control sobre cada célula de su cuerpo?.

¡Y su traicionero corazón parecía que quería salir desbocado!, latía con tanta fuerza que estaba segura que en cualquier momento podía escapar de su pecho.

«Retrocede ahora o luego no podrás controlarte»

Le advirtió su lobo y él dejo salir un gruñido de frustración, aunque le encantaría pasar la noche con Anette entre sus brazos, las cosas estaban escalando demasiado rápido; debía ir con calma, ella era humana así que antes de poseer su cuerpo debía lograr poseer su corazón... debía conquistar su ser.

— Debo enviar a alguien por tus cosas y a notificar a tu madre que estás bien — cerró los ojos mientras apoyaba su frente sobre la de ella, le costaba tanto alejarse de Anette, era como si de pronto ella se hubiera convertido en el centro de su mundo. ¿Sería amor a primera vista?, ¿sería algo más?, ¿cómo saberlo?...

Él había nacido con un destino marcado, con una gran responsabilidad recayendo sobre sus hombros pero todo eso quedaba en el olvido con tan solo estar cerca de ella, su razón se nublaba y no existía nada más importante que Anette.

— Aún no logro entender que me estás haciendo — confesó, respiro profundo reuniendo el valor para alejarse de ella y salir de la habitación sin pronunciar palabra alguna dejándola desconcertada.

Adopto semblante serio mientras se encaminaba hacia la sala principal dónde sabía que los ancianos estaban reunidos, empujó la puerta de dos alas y de inmediato las miradas se posaron en él.

— Arthur — Admon, su padre fue el primero en ponerse de pie y dirigirle la palabra.

— Necesito que alguien vaya a casa de Anette Sinclair para informarle a su madre que la chica pasará la noche aquí, no den detalle de lo ocurrido — ordeno, con toda seriedad antes de posar su mirada en el líder de la manada Claro de Luna: Humbert Sinclair — ¿hace cuánto tiempo no ves a tu querida hija?, ¿qué tal si eres tú quien va a informarle y a traer las cosas de tu nieta?.

Noto como Humbert se tensaba ante sus palabras, era claro que no deseaba cruzarse con su hija. ¡No sé habían reunido desde que la desterró de la manada!, hace 18 años para ser exactos.

— No se preocupe mi señor, inmediatamente enviaré un miembro de mi manada a informarle a Anna sobre el paradero de su hija — intervino Rein, el padre de Isabella y líder anciano de la manada moneda de plata.

Arthur asintió con un leve movimiento de cabeza aprobando sus acciones, manteniendo su rostro inexpresivo — ¿por qué tú hija no está bajo la protección de tu manada?.

— Porque a deshonrado sus origines, ha traicionado su sangre al unirse a un humano, lo hizo por capricho no por unirse a su pareja predestinada... ella debe lidiar con las consecuencias de sus decisiones — explico sin inmutarse, sin importarle el destino que su hija tuvo que enfrentar después de ser desterrada de su manada.

— ¿Las consecuencias de sus decisiones? — Arthur dio un fuerte golpe sobre la mesa — Dime Humbert, ¿tú estás preparado para enfrentar las consecuencias de tus decisiones?... ¡nunca se deja a un miembro de la manada a su suerte!, ¡nuestra sangre no se abandona! ¿Estás dispuesto a pagar por tus el errores?.

— Considero que solo hice lo mejor para mí gente... pero estoy dispuesto a enfrentar cualquier castigo que usted crea pertinente — agachó la cabeza como señal de respeto hacia el gran alfa.

— Debería cortar tu cabeza para colgarla como trofeo sobre mi cama... pero estoy seguro de que eso sería aterrador para Anette. Tu nieta — un escalofrío recorrió la columna de Humbert. ¿Por qué el gran alfa se preocupaba tanto por Anette?, ella no era más que simple escoria.

Un carraspeó interrumpió el silencio sepulcral que se había instalado en la habitación — señor, le recuerdo que usted tiene una pareja predestinada... no sería adecuado que tuviera bajo su protección a otra mujer — hablo Hernán, el más viejo de todos los presentes.

Arthur frunció el ceño hacia el anciano — ¿crees tener el poder suficiente para cuestionar mis acciones? — Indago con voz calmada, tan calmada que resultaba aterradora — el destino del mundo de los lobos tiende de un fino hilo... hilo que solo puede ser manipulado y entre tejido por mi... ¿te gustaría que tú gente tenga que perecer por tus malas decisiones?.

Una sonrisa sádica se dibujó en los labios de Arthur al ver el pánico plasmado en las facciones del anciano, a veces parecían olvidar que él era el ser más poderoso sobre la faz de la tierra y le encantaba hacer que lo recordarán, sentía un increíble nivel de satisfacción al verlos temblar, como simples hojas de papel; frente a él.

— Soy la Luna y el sol de este imperio... no lo olviden — dirigió sus pasos hacía la salida de la habitación dispuesto a marcharse — les daré una advertencia... quien se atreva a arremeter contra Anette Sinclair va a conocer el verdadero infierno...

Esa era una advertencia que con gusto estaba dispuesto a cumplir.

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