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Capitulo 12: Corazones mal heridos.

Se sentía como una fiera enjaulada, y quizás realmente lo era... ¿Por qué rayos tenía que comenzar a llover justo ese día?...

Esa lluvia la tenía inquieta y estaba segura de que esa molesta sensación de opresión en su pecho no significaba nada bueno. Observo la hora una vez más en su reloj de muñeca... ¡Anette debería haber llegado hace más de una hora! Estaba preocupada por su hija pero ¿qué podía hacer?.

Con esa lluvia era casi imposible usar sus habilidades de lobo, sin mencionar que estás se encontraban debilitadas por los años de desuso, ¡pero tampoco podía quedarse de brazos cruzados cuando su hija podía estar en peligro!.

Se dirigió a la puerta y al abrirla se llevó la gran sorpresa de encontrarse con Andruw Roberts ¡Llevando a Anette inconsciente entre sus brazos!.

— ¿Que carajos le hiciste a mi hija? — gruño molesta, mostrando sus caninos de forma amenazante.

— ¿Puedo pasar? — Indago el hombre, Anna se hizo a un lado para dejar que ingresará a la casa y se resguardarán de la lluvia, tanto Andruw como Anette estaban empapados por la lluvia, la ropa de Andruw estaba rasgada, su cabello despeinado y tenía varias heridas en el rostro y brazos. ¿Qué rayos había pasado?, ¿algún miembro de alguna manada se había atrevido a atacar a su hija hasta tal punto que Andruw tuviera que intervenir? — ¿Su habitación? — Anna dejo sus pensamientos a un lado para subir las escaleras guiando al profesor hacia la habitación de su hija.

Se apresuró a apartar las sábanas y colocar toallas limpias sobre la cama para evitar que está se empapara por el agua chorreante que desprendía Anette. Con delicadeza Andruw dejo a la chica inconsciente sobre la cama.

— Quítale esa ropa mojada o va a pescar un resfriado — Anna asintió con un leve movimiento de cabeza y Andruw abandono la habitación.

Tardo alrededor de 10 minutos en cambiar a su hija y secar su cabello lo mejor que pudo, Anette seguía inconsciente pero al menos su respiración era tranquila y constante... no podía evitar preguntarse ¿que había llevado a su hija a ese estado de inconsciencia?. No lo sabía y había una sola persona que podía darle las respuestas que necesitaba.

Salió de la habitación y bajo a la sala de estar, dónde encontró a Andruw recostado del sofá, su cabeza inclinada hacia atrás y con los ojos cerrados.

— Estás arruinando mi sofá — reprochó con voz severa.

— Te compraré otro si quieres, déjame descansar unos minutos — se movió intentando encontrar mayor comodidad, no pudo evitar dejar escapar un quejido mientras llevaba una de sus manos a su costado, le dolía el pecho con tan solo respirar; seguramente tenia, por lo menos, un par de costillas rotas.

— ¿Me dirás que paso? — preguntó Anna mientras buscaba algunas toallas y ropa seca para el hombre, además del botiquín de primeros auxilios. Se sentó junto a Andruw comenzando a sacarle el cabello. De inmediato sus miradas se encontraron.

— Anna... — ella sintió un escalofrío recorrer su espalda ante la mención de su nombre — cuando Anette nació... ese noche dijiste que habías visto un vampiro... estabas muy segura de eso y de repente tan solo unas horas después los ancianos tranquilizaron a todos diciendo que estabas confundida por todo lo que estabas viviendo, estuviste de acuerdo con todo lo que ellos dijeron... ¿por qué?.

— Andruw... eso es el pasado, solo cometí un error, estaba confundida, era de noche, estaba en labor de parto... simplemente fue un error — respondió adoptando un semblante serio — además fue hace mucho tiempo, los vampiros dejaron de existir...

— ¿Y si te dijera que un vampiro atacó hoy a Anette? — los ojos de Anna se abrieron hasta su máximo punto, sorprendida.

— No es posible...

— Lo es... si no hubiera llegado quien sabe que hubiera ocurrido con Anette, estoy seguro de lo que vi: era un vampiro... y está vez los ancianos no pueden decir que solo es una confusión — emitió un quejido al sentir como Anna limpiaba las heridas de su rostro con alcohol.

— ¿Cómo estás tan loco para pelear contra un vampiro con esa lluvia?, ¡pudiste haber muerto, Andruw!, somos más débiles en los días lluviosos — estaba seguro que pudo ver un deje de preocupación brillar en los ojos de Anna y eso lo hizo sonreír.

— Lo hice para salvar a Anette... además valió la pena, te tengo aquí curando mis heridas... y quién sabe, quizás pronto Anette comience a llamarme papá — su sonrisa se borró al sentir un golpe de Anna contra su pecho, sintió que le dolió hasta la medula, ¡Esa mujer era fuerte!, eso sumado a sus dolencias por la pelea todo era aún peor — Auch, que mala eres.

— Deja de decir tonterías, Andruw — se cruzó de brazos para evidenciar su disgustó — fue peligroso lo que hiciste... aunque te lo agradezco... el haber salvado a mi hija.

— Lo haría una y mil veces, la aprecio mucho... a ambas — la expresión de Anna se suavizó ante esas palabras, no podía negar que se sentía un poco culpable al saber que Andruw seguía siendo tan amable como siempre y muy seguramente aún conservaba algunos sentimientos por ella.

— Andruw yo...

— No digas nada... sé que simplemente esto nunca pudo ser — se recostó una vez más contra el sofá — aunque aun así cuando la miro no puedo evitar pensar en que pudo haber sido mi hija... no hubiera tenido que pasar por tantas cosas si hubiera sido así... pero simplemente la diosa Luna tenía otros planes para nosotros y contra eso no podríamos ir jamás... ahora solo dame unos 15 minutos para que mis costillas sanen y poder irme...

Andruw cerró los ojos, agradeciendo sus habilidades de rápida sanación porque ese dolor al respirar era mortífero pero podría soportarlo por un rato, Anna se puso de pie para alejarse de él, necesitaba pensar y no podía hacerlo cuando tenía a ese hombre allí recostado sobre su sofá, no podía evitar perderse observando sus facciones, su mandíbula marcada, su perfecta nariz... porque todo en Andruw era perfecto y tampoco podía arrancarse el pensamiento de que con él todo hubiera sido más sencillo.

Pero se había equivocado en sus elecciones o quizás simplemente así debía ser... pero la espinita no se iba, porque en el fondo de su ser, sentía que había algo inconcluso con él... cómo si al haber elegido a alguien más hubiera causado que su destino se viera desviado.

¡Imposible!, sacudió la cabeza para despejar esos irracionales pensamientos.

— ¿Quieres quedarte a cenar? — preguntó antes de entrar a la cocina. ¿Por qué lo invitaba si sabía muy bien que tenerlo cerca le hacía daño a ambos?, quizás porque era masoquista.

— No veo porque no — fue su simple respuesta y ella no pudo evitar esbozar una sutil sonrisa... a veces era tan difícil dejar el pasado atrás...

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