Observé la escena, devastada, con el corazón hecho pedazos. Perdí la fuerza que tenía en las rodillas y caí sentada en el mueble de la sala de espera del hospital. Pude ver cómo las mejillas de Nicolás se hicieron muy pálidas. — No puede ser — dijo, confundido, asustado.Yo igual sentía que el mundo me daba vueltas. La cabeza, presa de una fuerte presión, y mis oídos zumbaban. La madre de Nicolás seguía ahí, observándonos desde arriba con gesto de superioridad. Y sí, tuve el impulso de ponerme de pie, de bofetearla, de descargar toda mi rabia contra ella. Pero era algo que no podía hacer. No podía desquitar mis frustraciones con ella, aunque le alegrara en sobremanera mi tragedia.Nicolás se sentó también a mi lado en el mueble, confundido. — No puede ser — dijo — . ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a salvar a Jason?Yo lo sabía. Él lo sabía. Todos lo sabíamos. Solamente quedaba una opción. Cuando yo lo miré, él negó. — Llevo años sin hablar con él. Mira lo que te hizo. También ayu
117Era como si Nicolás quisiera despertar la empatía de su madre, pero yo sabía que eso no pasaría. Aquella mujer era más fría que cualquier persona que yo hubiera conocido en mi vida. Esmeralda jamás había hecho un movimiento que no trajera un beneficio a su favor. Lo había visto y había convivido con eso durante mucho tiempo, cuando estuve casada con Nicolás. Pero el pequeño Jason no entendía esas cuestiones. Él solamente entendió lo que el mismo Nicolás le decía. Abrió sus ojitos sorprendidos y miró a la mujer, abriendo sus pequeños labios. — ¿Una abuela? — dijo — . ¿Tengo una abuela? — preguntó con la inocencia más pura.La mujer lo miró con rabia, pero Nicolás, entendiendo lo que había hecho, intentó suavizar la situación. Yo sabía que no servía de mucho. Aquí la mujer no era más que una víbora fría, incapaz de cumplir con emociones genuinas. O al menos eso era lo que yo había percibido en mis años cuando era parte de la familia Montalvo.Jason saltó de mis brazos y corrió ha
Quise dar dos pasos atrás, alejarme de aquella situación, tomar mis trillizos y salir corriendo, pero sabía que aquello no podría ser. Ahí de pie estaba Elisa Duque. Sabía que era ella; no necesitaba haber visto antes una fotografía o haberla visto antes en persona. Yo sabía muy bien porque había fingido ser ella, porque la vida estudiada. Yo sabía que, eventualmente, ese momento tendría que llegar: el momento en el que tuviera que enfrentarme a ella, que tuviera que mirarla a la cara y enfrentar aquella situación en la que yo misma me había metido. Nicolás miró alrededor, buscando seguramente a los hombres de seguridad, pero no estaban. La misma Elisa sonrió. — Creo que no están — dijo — . Ya deberían acostumbrarse a que, en mi presencia, solo están las personas que yo quiero que estén. — ¿Quién es esa mujer? — preguntó Jordan, interponiéndose entre ella y sus hermanitos.Nicolás dio un paso al frente e hizo que los trillizos se escondieran detrás de su espalda. — ¿Vienes a mata
Después de que el incidente, no nos quedó más remedio que entrar a la casa. Lo primero que hizo Nicolás fue tomar su teléfono y llamar a los de seguridad. Elisa había utilizado una excusa interesante para alejar a todos los miembros de seguridad de la casa de Nicolás. De alguna forma, había logrado sustituir la voz de Nicolás en una llamada, advirtiendo a todos los hombres de seguridad de que tenían que abandonar la casa.— Tal vez eso mismo fue lo que hizo con mis hombres dijo Alejandro Esa noche, cuando estábamos todos reunidos en la sala, los niños ya estaban durmiendo. — ¿Aún no sabes nada de ellos? — preguntó Nicolás.Y el hombre negó con incomodidad. — No, ellos probablemente sí estén muertos. Más que mis hombres también eran mis socios. A Elisa no le convendría que estuvieran vivos. — No importa — dijo Nicolás — . Lo importante es que este mafioso que ustedes contactaron está dispuesto a trabajar con nosotros para detener a Elisa. Y con mis conocimientos de ella, creo que
— Es una completa locura — me comentó Nicolás después de que los hombres se habían ido, cuando estábamos solos en la casa. Mientras nos preparábamos para dormir, se aseguró claramente que todas las puertas y las ventanas estuvieran cerradas y que cada miembro del equipo de seguridad de la empresa estuviera en su posición — . Arriesgarte de esa forma no va a solucionar las cosas. Pienso que no tenemos que intentarlo. — Le dije que no — respondí, recostando delicadamente mi cabeza en la almohada.Nicolás, a mi lado, suspiró profundamente. — Lo sé, pero no dejo de sentirme mal al respecto, Evangeline. Acabo de recuperarte después de tantos años, y al fin pude confesarte mis sentimientos. No quiero perderte. — Pero vas a hacerlo si no detenemos a Elisa. Es algo que va a pasar. Sabes que tenemos que salir de este embrollo. Yo lo inicié, yo debo acabarlo.A pesar de su inseguridad, no tuvo otro remedio más que asentir. Entonces, tomó su teléfono e hizo la llamada que yo llevaba más de
Abelardo no quiso salir de su oficina. El plan que habíamos puesto en marcha, al parecer, para él no era tan importante como para merecer su presencia. Había enviado a un hombre alto, rubio y corpulento llamado Samir, quien tenía todas las instrucciones enviadas por el mafioso para conseguir que el plan saliera a la perfección. Yo quise creer que aquello funcionaría. En realidad, Luis había decidido quedarse en el albergue con los demás niños, al igual que con los trillizos, cosa que Nicolás y yo agradecimos.—Esperemos que la inteligencia que tiene Elisa rodeándonos no sea lo suficientemente buena como para que logre percatarse de nuestro plan —les expliqué mientras el auto avanzaba por la carretera del bosque.Nicolás conducía; a su lado iba yo, y en la parte de atrás, Alejandro con Kevin. Ninguno de los tres hombres había cruzado muchas palabras ese día, y yo comencé a sentir que la situación comenzaba a rebasar. Nicolás tenía tensión con los dos: con Alejandro por lo que había suc
Me tomaron con un poco más de violencia de la que yo hubiese querido. De todas formas, prácticamente yo me estaba entregando a lo sucedido; no tenían por qué empujarme al auto de la forma en que lo hicieron. Pero aún así me tomaron con fuerza por el brazo y me arrastraron hacia el auto que tenían unos metros más allá. Le di un último adiós a la camioneta, como si al despedirme de ella me estuviera despidiendo de todo mi pasado. Por alguna razón, presentía como si aquello me costara la vida. Pero no, la estrategia debía salir bien.Elisa había forjado su reputación con mano dura, pero después de haberla forjado, aquella reputación la había precedido. Junto con Alejandro, pasamos varias horas tratando de encontrar cuáles habían sido las últimas ganancias de aquella mujer, pero ciertamente parecía que llevaba muchísimo tiempo sin un enfrentamiento directo. Tal vez el miedo que muchos mafiosos ya tenían de ella era suficiente para no tener que enfrentarse a nadie. Todos corrían en cuanto
Elisa arrastró una silla que tenía unos metros más atrás y se sentó frente a mí, a un metro de distancia. Con un gesto de sus dedos, los hombres que estaban alrededor dieron varios pasos atrás y comenzaron a dispersarse por la bodega, dándonos una especie de intimidad. Lo suficientemente lejos como para que pudiéramos hablar sin interrupciones, pero tampoco tan lejos por si la mafiosa llegara a necesitar ayuda. — Créeme, cualquier cosa que vayas a ofrecerme no la necesito. Y si la necesito, no necesito que me ayudes. Yo lo tomaré en el momento en el que lo considere necesario — dijo Elisa con esa arrogancia que la caracterizaba. — ¿Podrías dejar tu maldita arrogancia a un lado de una vez por todas? — le pregunté, sintiendo que la valentía me brotaba de algún lugar profundo — . Sé que eres poderosa, que cuando se te da la gana de hacer algo lo haces, pero no eres invencible. Deja de creerte tantas cosas. — Yo no me creo tantas cosas — me dijo ella, apretando los puños — . Lo soy. ¿C