— Es una completa locura — me comentó Nicolás después de que los hombres se habían ido, cuando estábamos solos en la casa. Mientras nos preparábamos para dormir, se aseguró claramente que todas las puertas y las ventanas estuvieran cerradas y que cada miembro del equipo de seguridad de la empresa estuviera en su posición — . Arriesgarte de esa forma no va a solucionar las cosas. Pienso que no tenemos que intentarlo. — Le dije que no — respondí, recostando delicadamente mi cabeza en la almohada.Nicolás, a mi lado, suspiró profundamente. — Lo sé, pero no dejo de sentirme mal al respecto, Evangeline. Acabo de recuperarte después de tantos años, y al fin pude confesarte mis sentimientos. No quiero perderte. — Pero vas a hacerlo si no detenemos a Elisa. Es algo que va a pasar. Sabes que tenemos que salir de este embrollo. Yo lo inicié, yo debo acabarlo.A pesar de su inseguridad, no tuvo otro remedio más que asentir. Entonces, tomó su teléfono e hizo la llamada que yo llevaba más de
Abelardo no quiso salir de su oficina. El plan que habíamos puesto en marcha, al parecer, para él no era tan importante como para merecer su presencia. Había enviado a un hombre alto, rubio y corpulento llamado Samir, quien tenía todas las instrucciones enviadas por el mafioso para conseguir que el plan saliera a la perfección. Yo quise creer que aquello funcionaría. En realidad, Luis había decidido quedarse en el albergue con los demás niños, al igual que con los trillizos, cosa que Nicolás y yo agradecimos.—Esperemos que la inteligencia que tiene Elisa rodeándonos no sea lo suficientemente buena como para que logre percatarse de nuestro plan —les expliqué mientras el auto avanzaba por la carretera del bosque.Nicolás conducía; a su lado iba yo, y en la parte de atrás, Alejandro con Kevin. Ninguno de los tres hombres había cruzado muchas palabras ese día, y yo comencé a sentir que la situación comenzaba a rebasar. Nicolás tenía tensión con los dos: con Alejandro por lo que había suc
Me tomaron con un poco más de violencia de la que yo hubiese querido. De todas formas, prácticamente yo me estaba entregando a lo sucedido; no tenían por qué empujarme al auto de la forma en que lo hicieron. Pero aún así me tomaron con fuerza por el brazo y me arrastraron hacia el auto que tenían unos metros más allá. Le di un último adiós a la camioneta, como si al despedirme de ella me estuviera despidiendo de todo mi pasado. Por alguna razón, presentía como si aquello me costara la vida. Pero no, la estrategia debía salir bien.Elisa había forjado su reputación con mano dura, pero después de haberla forjado, aquella reputación la había precedido. Junto con Alejandro, pasamos varias horas tratando de encontrar cuáles habían sido las últimas ganancias de aquella mujer, pero ciertamente parecía que llevaba muchísimo tiempo sin un enfrentamiento directo. Tal vez el miedo que muchos mafiosos ya tenían de ella era suficiente para no tener que enfrentarse a nadie. Todos corrían en cuanto
Elisa arrastró una silla que tenía unos metros más atrás y se sentó frente a mí, a un metro de distancia. Con un gesto de sus dedos, los hombres que estaban alrededor dieron varios pasos atrás y comenzaron a dispersarse por la bodega, dándonos una especie de intimidad. Lo suficientemente lejos como para que pudiéramos hablar sin interrupciones, pero tampoco tan lejos por si la mafiosa llegara a necesitar ayuda. — Créeme, cualquier cosa que vayas a ofrecerme no la necesito. Y si la necesito, no necesito que me ayudes. Yo lo tomaré en el momento en el que lo considere necesario — dijo Elisa con esa arrogancia que la caracterizaba. — ¿Podrías dejar tu maldita arrogancia a un lado de una vez por todas? — le pregunté, sintiendo que la valentía me brotaba de algún lugar profundo — . Sé que eres poderosa, que cuando se te da la gana de hacer algo lo haces, pero no eres invencible. Deja de creerte tantas cosas. — Yo no me creo tantas cosas — me dijo ella, apretando los puños — . Lo soy. ¿C
Las cosas sucedieron demasiado rápido. Sinceramente, ni siquiera yo pude prever lo que podía pasar. Una vez que cerraron la puerta de aquella pequeñísima habitación, la explosión sacudió el lugar con tanta violencia que la onda expansiva rompió las ventanas detrás de nosotros. Ni siquiera me di cuenta en el momento en el que caí sentada en el suelo. Mi cabeza golpeó la parte trasera de la pared, y los vidrios de las ventanas que explotaron cayeron sobre nosotros, cortándonos. Me sorprendió ver que Elisa no perdió la compostura ni por un solo segundo, ni siquiera por la herida en su pómulo que comenzaba a sangrar. Se veía tan recta y firme. Volteó a mirar a uno de los hombres y luego me señaló.—Si ella se muere, tú te mueres con ella —le dijo al hombre.El hombre me tomó por los brazos y me levantó para ponerme en una esquina a salvo. Y entonces se hizo un silencio. Elisa levantó la mano para que nos quedáramos callados. Al parecer, escuchó algo. Yo no podía escucharlo; tenía el coraz
Era la primera vez que tomaba un arma de esa forma, y sinceramente, pensé que sería más fácil. Ver a la cara de alguien y jalar el gatillo. Pensé que había disparado, pensé que había tenido la fuerza suficiente para hacerlo, pero no. Literalmente, me había quedado ahí de pie con el arma en la mano, apuntando hacia Elisa. Ninguno de los hombres se movió. Elisa volteó a mirarme, no parecía sorprendida en absoluto, como si esperara que justo aquello era lo que yo intentara hacer. Mientras cerró los ojos y me miró a la cara, dijo:—No lo harás. Ya pude ver nuestros ojos. Además, la próxima vez que apuntes a alguien con esa intención, quítale el seguro al arma.Se acercó a mí y, de una gran zancada, recorrió la distancia que nos separaba. Con un solo movimiento, me quitó el arma que tenía en la mano y me dio una bofetada que me lanzó al suelo.—¿Crees que te has librado de mí, niña? Apenas comienza. Si es lo que quieres, entonces está bien. Lárgate —se señaló un área del bosque—. Por ahí l
126Tal vez Nicolás tuviera razón, pero era algo que yo no quería hacer. Irme, alejarme de todos, era huir. Yo misma me había metido en este problema, y yo misma tenía que enfrentar las consecuencias. Pero él parecía completa y absolutamente decidido a que yo cumpliera lo que me ordenaba. No lo hacía con una intención de ejercer su voluntad sobre mí; yo sabía muy bien que estaba asustado, que tenía miedo por mí, quería protegerme. Pero tal vez esa no era la solución. Probablemente no lo era. Aunque Elisa no era la mafiosa más poderosa del mundo, su influencia podía alcanzarme en cualquier parte. Esconderme no ayudaría para nada. Pero, ¿cómo podía convencer a Nicolás de eso? Ahora que estaba tan decidido a sacarme del país para protegerme, no podía hacerlo, mucho menos ahora que Kevin tal vez también estaba de acuerdo con él.Llegamos esa noche a la casa tremendamente agotados y desesperados. Nicolás contactaba una y otra vez con todos los hombres que tenía protegiéndonos para reforzar
El panorama había cambiado, y ahora era mucho más desolador que antes. La muerte de Abelardo nos tomó a todos por sorpresa. ¿Qué había pasado? Me pregunté. ¿Quién le había dado la noticia a Nicolás? Era uno de sus espías privados. La noticia aún no había sido reportada en ninguno de los medios, pero nosotros ya lo sabíamos. Eliza lo había matado. Él había intentado asesinarla en un momento de vulnerabilidad, y ahora ella había aprovechado su propio momento de vulnerabilidad para acabar con su vida. Los rumores serían simples: un espía había entrado a su oficina, la misma oficina donde nosotros habíamos estado hacía apenas unas cuantas horas, y lo había matado. Habían encontrado su cadáver recostado en su escritorio, mientras se desangraba. Entonces, tuve miedo de verdad. No solo por lo que Elisa pudiera hacer, sino porque aún no lo había hecho.—Ella podría matarme en cualquier momento —les dije a todos los que estábamos reunidos en la sala en ese momento—. Si ella quisiera, podría ma