Elisa arrastró una silla que tenía unos metros más atrás y se sentó frente a mí, a un metro de distancia. Con un gesto de sus dedos, los hombres que estaban alrededor dieron varios pasos atrás y comenzaron a dispersarse por la bodega, dándonos una especie de intimidad. Lo suficientemente lejos como para que pudiéramos hablar sin interrupciones, pero tampoco tan lejos por si la mafiosa llegara a necesitar ayuda. — Créeme, cualquier cosa que vayas a ofrecerme no la necesito. Y si la necesito, no necesito que me ayudes. Yo lo tomaré en el momento en el que lo considere necesario — dijo Elisa con esa arrogancia que la caracterizaba. — ¿Podrías dejar tu maldita arrogancia a un lado de una vez por todas? — le pregunté, sintiendo que la valentía me brotaba de algún lugar profundo — . Sé que eres poderosa, que cuando se te da la gana de hacer algo lo haces, pero no eres invencible. Deja de creerte tantas cosas. — Yo no me creo tantas cosas — me dijo ella, apretando los puños — . Lo soy. ¿C
Las cosas sucedieron demasiado rápido. Sinceramente, ni siquiera yo pude prever lo que podía pasar. Una vez que cerraron la puerta de aquella pequeñísima habitación, la explosión sacudió el lugar con tanta violencia que la onda expansiva rompió las ventanas detrás de nosotros. Ni siquiera me di cuenta en el momento en el que caí sentada en el suelo. Mi cabeza golpeó la parte trasera de la pared, y los vidrios de las ventanas que explotaron cayeron sobre nosotros, cortándonos. Me sorprendió ver que Elisa no perdió la compostura ni por un solo segundo, ni siquiera por la herida en su pómulo que comenzaba a sangrar. Se veía tan recta y firme. Volteó a mirar a uno de los hombres y luego me señaló.—Si ella se muere, tú te mueres con ella —le dijo al hombre.El hombre me tomó por los brazos y me levantó para ponerme en una esquina a salvo. Y entonces se hizo un silencio. Elisa levantó la mano para que nos quedáramos callados. Al parecer, escuchó algo. Yo no podía escucharlo; tenía el coraz
Era la primera vez que tomaba un arma de esa forma, y sinceramente, pensé que sería más fácil. Ver a la cara de alguien y jalar el gatillo. Pensé que había disparado, pensé que había tenido la fuerza suficiente para hacerlo, pero no. Literalmente, me había quedado ahí de pie con el arma en la mano, apuntando hacia Elisa. Ninguno de los hombres se movió. Elisa volteó a mirarme, no parecía sorprendida en absoluto, como si esperara que justo aquello era lo que yo intentara hacer. Mientras cerró los ojos y me miró a la cara, dijo:—No lo harás. Ya pude ver nuestros ojos. Además, la próxima vez que apuntes a alguien con esa intención, quítale el seguro al arma.Se acercó a mí y, de una gran zancada, recorrió la distancia que nos separaba. Con un solo movimiento, me quitó el arma que tenía en la mano y me dio una bofetada que me lanzó al suelo.—¿Crees que te has librado de mí, niña? Apenas comienza. Si es lo que quieres, entonces está bien. Lárgate —se señaló un área del bosque—. Por ahí l
126Tal vez Nicolás tuviera razón, pero era algo que yo no quería hacer. Irme, alejarme de todos, era huir. Yo misma me había metido en este problema, y yo misma tenía que enfrentar las consecuencias. Pero él parecía completa y absolutamente decidido a que yo cumpliera lo que me ordenaba. No lo hacía con una intención de ejercer su voluntad sobre mí; yo sabía muy bien que estaba asustado, que tenía miedo por mí, quería protegerme. Pero tal vez esa no era la solución. Probablemente no lo era. Aunque Elisa no era la mafiosa más poderosa del mundo, su influencia podía alcanzarme en cualquier parte. Esconderme no ayudaría para nada. Pero, ¿cómo podía convencer a Nicolás de eso? Ahora que estaba tan decidido a sacarme del país para protegerme, no podía hacerlo, mucho menos ahora que Kevin tal vez también estaba de acuerdo con él.Llegamos esa noche a la casa tremendamente agotados y desesperados. Nicolás contactaba una y otra vez con todos los hombres que tenía protegiéndonos para reforzar
El panorama había cambiado, y ahora era mucho más desolador que antes. La muerte de Abelardo nos tomó a todos por sorpresa. ¿Qué había pasado? Me pregunté. ¿Quién le había dado la noticia a Nicolás? Era uno de sus espías privados. La noticia aún no había sido reportada en ninguno de los medios, pero nosotros ya lo sabíamos. Eliza lo había matado. Él había intentado asesinarla en un momento de vulnerabilidad, y ahora ella había aprovechado su propio momento de vulnerabilidad para acabar con su vida. Los rumores serían simples: un espía había entrado a su oficina, la misma oficina donde nosotros habíamos estado hacía apenas unas cuantas horas, y lo había matado. Habían encontrado su cadáver recostado en su escritorio, mientras se desangraba. Entonces, tuve miedo de verdad. No solo por lo que Elisa pudiera hacer, sino porque aún no lo había hecho.—Ella podría matarme en cualquier momento —les dije a todos los que estábamos reunidos en la sala en ese momento—. Si ella quisiera, podría ma
Nos sentamos todos en la sala. Sinceramente, me sentía extraña, un tanto incómoda por la aparición tan repentina de Esmeralda. La mujer aún tenía el sobre en las manos y se veía confundida, como si ni siquiera ella misma fuese capaz de entender qué era lo que estaba haciendo y por qué. Al final, después de un largo silencio, murmuró: — ¿Entonces van a quedarse ahí sin decir nada? — preguntó. — ¿Qué se supone que tengamos que decirte? — le dije yo, sentada frente a ella en el mueble — . ¿Es lo que quieres? ¿Humillarme? ¿Quieres que me arrodille y te suplique para que hagas el trasplante de Jason? ¿Es lo que quieres que haga, verdad? Es lo que has querido toda la vida: verme humillada. Pero yo nunca he entendido por qué.La mujer se puso de pie, dejando el sobre frente al mueble en la mesita del centro. Se dirigió hacia la ventana. Se veía diferente. Algo había cambiado en ella, yo podía notarlo. Nicolás también podía notarlo. Pude verlo en sus ojos. Tal vez ese fue siempre el plan de
Esa noche fue inquietante, como siempre. Podía escuchar cómo los hombres que había contratado Nicolás merodeaban la casa, protegiéndonos. Pero yo ya sabía que aquello no serviría de nada. Elisa había bombardeado el orfanato, y eso significaba que tenía el dinero y los recursos suficientes para seguirlo haciendo. Podría bombardear nuestra casa en ese momento, y ninguno de los hombres que Nicolás había contratado podría hacer nada. Lo único que podíamos hacer en ese momento era que todos permanecieran a mi alrededor. Si Elisa me necesitaba con vida para alguna razón, entonces estar a mi lado era el lugar más seguro, porque ella jamás haría nada en contra mía sin desordenar sus planes. O al menos, eso era lo que pensábamos, porque ciertamente no teníamos la menor idea de qué era lo que la mujer podría querer de mí. Yo era una mujer que había desaparecido por diez años, que apenas estaba comenzando a retomar mi vida. No tenía dinero, no tenía un nombre, no era absolutamente nada ni nadie.
Elisa se cruzó de brazos mientras nos observaba a los tres atentamente. — Estoy esperando — comentó, con su arrogante sonrisa en el rostro. — Creo que es muy obvio — le dije yo, iniciando la conversación.Las personas que cruzaban por el lugar se quedaban viéndonos, seguramente por curiosidad, pero nadie se detenía el tiempo suficiente como para escuchar nuestra conversación. — ¿Qué es lo que quieres conmigo? Dijiste que me matarías, pero lo harías en el momento adecuado. Creo que tengo el derecho de saber por qué. — ¿No lo sabes? Te hiciste pasar por mí. Un levantamiento en mis países, en los países que yo controlo. Por eso. Porque pensaron que me había tomado la osadía de regresar acá. Pero literalmente regresaste. — Sí, pero ya no había marcha atrás. Los rumores de que yo había regresado al país siempre surgían con frecuencia, una y otra vez. Tenía que acallar estos rumores o, de plano, dejar que murieran en el olvido. Cuando la supuesta Elisa que había regresado nunca aparecí