121.

Abelardo no quiso salir de su oficina. El plan que habíamos puesto en marcha, al parecer, para él no era tan importante como para merecer su presencia. Había enviado a un hombre alto, rubio y corpulento llamado Samir, quien tenía todas las instrucciones enviadas por el mafioso para conseguir que el plan saliera a la perfección. Yo quise creer que aquello funcionaría. En realidad, Luis había decidido quedarse en el albergue con los demás niños, al igual que con los trillizos, cosa que Nicolás y yo agradecimos.

—Esperemos que la inteligencia que tiene Elisa rodeándonos no sea lo suficientemente buena como para que logre percatarse de nuestro plan —les expliqué mientras el auto avanzaba por la carretera del bosque.

Nicolás conducía; a su lado iba yo, y en la parte de atrás, Alejandro con Kevin. Ninguno de los tres hombres había cruzado muchas palabras ese día, y yo comencé a sentir que la situación comenzaba a rebasar. Nicolás tenía tensión con los dos: con Alejandro por lo que había suc
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