126Tal vez Nicolás tuviera razón, pero era algo que yo no quería hacer. Irme, alejarme de todos, era huir. Yo misma me había metido en este problema, y yo misma tenía que enfrentar las consecuencias. Pero él parecía completa y absolutamente decidido a que yo cumpliera lo que me ordenaba. No lo hacía con una intención de ejercer su voluntad sobre mí; yo sabía muy bien que estaba asustado, que tenía miedo por mí, quería protegerme. Pero tal vez esa no era la solución. Probablemente no lo era. Aunque Elisa no era la mafiosa más poderosa del mundo, su influencia podía alcanzarme en cualquier parte. Esconderme no ayudaría para nada. Pero, ¿cómo podía convencer a Nicolás de eso? Ahora que estaba tan decidido a sacarme del país para protegerme, no podía hacerlo, mucho menos ahora que Kevin tal vez también estaba de acuerdo con él.Llegamos esa noche a la casa tremendamente agotados y desesperados. Nicolás contactaba una y otra vez con todos los hombres que tenía protegiéndonos para reforzar
El panorama había cambiado, y ahora era mucho más desolador que antes. La muerte de Abelardo nos tomó a todos por sorpresa. ¿Qué había pasado? Me pregunté. ¿Quién le había dado la noticia a Nicolás? Era uno de sus espías privados. La noticia aún no había sido reportada en ninguno de los medios, pero nosotros ya lo sabíamos. Eliza lo había matado. Él había intentado asesinarla en un momento de vulnerabilidad, y ahora ella había aprovechado su propio momento de vulnerabilidad para acabar con su vida. Los rumores serían simples: un espía había entrado a su oficina, la misma oficina donde nosotros habíamos estado hacía apenas unas cuantas horas, y lo había matado. Habían encontrado su cadáver recostado en su escritorio, mientras se desangraba. Entonces, tuve miedo de verdad. No solo por lo que Elisa pudiera hacer, sino porque aún no lo había hecho.—Ella podría matarme en cualquier momento —les dije a todos los que estábamos reunidos en la sala en ese momento—. Si ella quisiera, podría ma
Nos sentamos todos en la sala. Sinceramente, me sentía extraña, un tanto incómoda por la aparición tan repentina de Esmeralda. La mujer aún tenía el sobre en las manos y se veía confundida, como si ni siquiera ella misma fuese capaz de entender qué era lo que estaba haciendo y por qué. Al final, después de un largo silencio, murmuró: — ¿Entonces van a quedarse ahí sin decir nada? — preguntó. — ¿Qué se supone que tengamos que decirte? — le dije yo, sentada frente a ella en el mueble — . ¿Es lo que quieres? ¿Humillarme? ¿Quieres que me arrodille y te suplique para que hagas el trasplante de Jason? ¿Es lo que quieres que haga, verdad? Es lo que has querido toda la vida: verme humillada. Pero yo nunca he entendido por qué.La mujer se puso de pie, dejando el sobre frente al mueble en la mesita del centro. Se dirigió hacia la ventana. Se veía diferente. Algo había cambiado en ella, yo podía notarlo. Nicolás también podía notarlo. Pude verlo en sus ojos. Tal vez ese fue siempre el plan de
Esa noche fue inquietante, como siempre. Podía escuchar cómo los hombres que había contratado Nicolás merodeaban la casa, protegiéndonos. Pero yo ya sabía que aquello no serviría de nada. Elisa había bombardeado el orfanato, y eso significaba que tenía el dinero y los recursos suficientes para seguirlo haciendo. Podría bombardear nuestra casa en ese momento, y ninguno de los hombres que Nicolás había contratado podría hacer nada. Lo único que podíamos hacer en ese momento era que todos permanecieran a mi alrededor. Si Elisa me necesitaba con vida para alguna razón, entonces estar a mi lado era el lugar más seguro, porque ella jamás haría nada en contra mía sin desordenar sus planes. O al menos, eso era lo que pensábamos, porque ciertamente no teníamos la menor idea de qué era lo que la mujer podría querer de mí. Yo era una mujer que había desaparecido por diez años, que apenas estaba comenzando a retomar mi vida. No tenía dinero, no tenía un nombre, no era absolutamente nada ni nadie.
Elisa se cruzó de brazos mientras nos observaba a los tres atentamente. — Estoy esperando — comentó, con su arrogante sonrisa en el rostro. — Creo que es muy obvio — le dije yo, iniciando la conversación.Las personas que cruzaban por el lugar se quedaban viéndonos, seguramente por curiosidad, pero nadie se detenía el tiempo suficiente como para escuchar nuestra conversación. — ¿Qué es lo que quieres conmigo? Dijiste que me matarías, pero lo harías en el momento adecuado. Creo que tengo el derecho de saber por qué. — ¿No lo sabes? Te hiciste pasar por mí. Un levantamiento en mis países, en los países que yo controlo. Por eso. Porque pensaron que me había tomado la osadía de regresar acá. Pero literalmente regresaste. — Sí, pero ya no había marcha atrás. Los rumores de que yo había regresado al país siempre surgían con frecuencia, una y otra vez. Tenía que acallar estos rumores o, de plano, dejar que murieran en el olvido. Cuando la supuesta Elisa que había regresado nunca aparecí
Sentí cómo el sonido de las balas rasgaba el aire sobre nuestras cabezas. Nicolás se lanzó sobre mí, protegiéndome. Podía sentir el calor y el peso de su cuerpo en mi espalda. Varias personas cayeron a nuestro alrededor. Podía escuchar el sonido de sus cuerpos siendo impactados por las balas. A través de los brazos de Nicolás que me protegían, observé el cuerpo de Alejandro en el suelo. Sentí mucho dolor por él. No lo había notado, creo que ninguno había sido capaz de notarlo, pero el hombre tenía varios días de comportamientos extraños. Casi no estaba con nosotros, era más silencioso. Tal vez eso era lo que estaba haciendo: planeando la forma en la que mataría a Elisa, en la que se vengaría de todo lo que le había pasado. Y me sentí terriblemente triste por él, porque estaba ofuscado y perdido en sus venganzas, en el dolor por todo lo que había perdido. Y ahora había perdido la vida precisamente por eso.Alejandro yacía en el suelo, pero pude ver en sus labios una retorcida sonrisa.
El lugar que Esmeralda había designado para protegernos estaba a las afueras de la ciudad. El camino me recordó el sendero hacia el orfanato, y eso me produjo un nudo en el estómago, porque ese había sido mi hogar durante 10 años, y ahora ya no estaba. Me pregunté entonces si tal vez alguna vez había pertenecido realmente a algún lado. Cuando vivía con mis padres, era su casa, su hogar, sus reglas. Cuando viví con Nicolás, era su casa, su hogar y sus reglas. Y después, en el orfanato, era igual. A pesar de los diez años que viví allí con mis trillizos, siempre sentí que no pertenecía completamente. Y entonces me pregunté si alguna vez podría llegar a sentirme perteneciente a algo. Solo teníamos que salir de aquella situación. Estaba segura de que, entonces, lograría encontrar mi hogar en los brazos de Nicolás.Mientras subíamos una pequeña pendiente por el bosque de pinos, lo observé. Habían pasado tantas cosas que yo aún no era completamente consciente de lo que había sucedido. Estab
Fue un atardecer lúgubre. Las nubes oscuras cubrían el cielo completamente. Si nos sorprendió realmente, fueron las pocas personas que estuvieron en el lugar: Kevin, Luis, Evangeline, mi madre y yo. Solo cuatro personas para despedirlo. Pero, ¿qué más podríamos hacer? — ¿No tiene más familia? — pregunté mientras estábamos ahí frente al ataúd. — No hablamos mucho con él, pero al parecer no tiene a nadie más. Mi familia, mi hermano, es mi amigo. Los hombres que trabajaban con él, unos se unieron a Elisa, otros fueron eliminados. Tuvo una vida en la que solo forjó enemigos.Yo me sentí mal por eso. Sabía que no era mi culpa, sabía que había sido mi padre y mi abuelo los que habían robado la empresa de su familia y lo habían dejado en la calle. Pero aún así, yo no podía evitar sentirme culpable, porque a pesar de todo, yo había seguido postergando la empresa que había hecho eso. Porque Floralvo era una empresa que se había construido sobre sangre y sobre la piedra. Tal vez había que cam