Fue imposible para mí conciliar el sueño durante toda la noche. Algo me mantuvo completamente en vela y despierta. Ver morir a tantas personas... Ni siquiera quise encender la televisión para ver qué era lo que decían las noticias. Pero, según Nicolás me había contado, lo habían hecho pasar como un atentado terrorista. Sin embargo, haber visto morir a Alejandro fue algo que me dejó las entrañas revueltas. Sabía que no sería capaz de olvidar aquella imagen. Sería capaz de mirarlo en una fotografía y no recordar cómo la bala le atravesó la cabeza. Pero al menos se había muerto feliz, o eso pensé. Había una sonrisa en su cadavérico rostro. Seguramente murió pensando que había logrado acabar con la vida de Elisa. Nunca contó con que la mujer hubiera podido tener un chaleco antibalas. ¿Quién lo hubiera imaginado? Si Alejandro hubiese disparado un poco más alto, tal vez habría salvado la vida de todos.Pero ya no importaba. Había muerto, y había muerto en vano. Debí haber visto las señales.
Había logrado conseguir el tiempo, y eso era lo más importante. Elisa había desaparecido momentáneamente, pero nosotros sabíamos muy bien que seguía ahí. Tal como lo había imaginado Kevin y Nicolás, me regañaron por haber hecho lo que hice. Había sido muy arriesgado, pero al mismo tiempo, el plan había funcionado. Teníamos un poco de poder sobre Elisa, porque ella se había mostrado dispuesta a negociar. Con esa paz que tuvimos durante esas semanas, fueron al menos dos meses de relativa tranquilidad.Por su propia cuenta, Kevin había intentado averiguar todo lo posible sobre la mafiosa con un contacto que Nicolás le había dado, pero ciertamente no pudieron encontrar absolutamente nada. Era una mujer muy reservada y había eliminado todos los cabos sueltos que había dejado en su vida en ese país antes de irse a Europa. Pero ciertamente, ninguno de nosotros había tenido demasiado tiempo para pensar en aquello, porque ahora lo más importante era Jason.Las quimioterapias habían comenzado u
El grito tan profundo de terror que yo lancé me hirió la garganta. Grité con tanta fuerza y con tanto dolor que estaba segura de que todas las personas dentro de aquel lugar me habían escuchado. La puerta se había cerrado, los disparos habían silenciado cualquier ruido en el exterior, y no había escuchado más que mi propio grito golpeando en mis oídos. Con el corazón acelerado, me puse de pie, pero me temblaban tanto las rodillas que caí nuevamente al suelo. Pero tenía que encontrar el valor para pararme.La puerta se abrió nuevamente, y el hombre apareció. Me apuntó con el arma a la cara, pero yo sabía que no podía matarme. Sabía que no me mataría porque ya me lo había dicho: Elisa aún me necesitaba con vida. Así que me puse de pie, con toda la adrenalina que me recorría el cuerpo, y salté sobre aquel hombre. Quise golpearlo en la cara, arrancarle los ojos con mis propias uñas. Había matado a mi hijo. También había matado a Nicolás. No pensé en nada más que en mi deseo por hacerlo su
A pesar de todo, el trasplante había sido todo un éxito. La salud de Jason mejoraría completamente. Acaricié sus pequeñas mejillas, y su carita sin cejas aún se veía débil, pero cada día se reponía un poquito más. Tal vez necesitaría otro trasplante, pero al menos tendríamos tiempo. Ya sea de convencer al hermano de Nicolás de que se hiciera los exámenes o encontrar otro donante. Pero ya era suficiente. Ya los habíamos arriesgado lo suficiente.Y estábamos ahí, en medio del aeropuerto privado que había contratado Nicolás, despidiéndonos de ellos. Sentía tanta rabia y tanta impotencia, también tanto dolor. Nunca me había separado de mis hijos, pero esperaba que estuvieran a salvo. Realmente esperaba que estuvieran a salvo en el lugar al que Nicolás los enviaba, pero lo suficientemente seguro. Michelle iría con ellos. No tenía nada que ver con la guerra que estaba sucediendo, y también teníamos que protegerla.Había cambiado mucho en los meses que compartimos juntos en la casa. A pesar
Llegamos a casa prácticamente devastados. Al menos yo me sentía tan cansada que lo único que quería en ese momento era dormir un año entero. Pero ahora, más que nunca, tenía que estar consciente y despierta. Ahora, sin mis hijos, podíamos enfrentar aquella realidad con más entereza. Pero antes de resolver cualquier inconveniente, de planear algo, yo sabía que Nicolás tenía que hacer aquello. Lo vi dudar en si yo debía acompañarlo o no, y al final, cuando dio un paso al lado, él negó: — Quiero que estés conmigo. Quiero que lo veamos juntos. Creo que esto es algo que nos incumbe directamente a los dos. Así que yo sentí… Pasamos a la sala principal. Kevin y Luis estaban en la casa, en sus respectivas habitaciones. Ahora todo se sentía más solitario sin Miguel y sin Doña Esmeralda. ¿Cómo cambiar las cosas? No era verdad. Antes pensábamos que Esmeralda era la villana de la historia, y ahora, aunque no había sido precisamente una buena mujer, ya no me parecía tan mala. Era viciosa y habí
— Luis — gritó Nicolás con tanta fuerza que pudo haberse escuchado por toda la casa. Yo sentí miedo, un poco de miedo. Esperé que las cosas no se salieran demasiado de control. Kevin estaba en la sala, haciendo lo suyo, seguramente trabajando en algunas cosas en sus computadoras. Cuando vio la cara enojada de Nicolás, se suspendió. — ¿Pasa algo? — preguntó asombrado. — ¿Dónde está Luis? — Nicolás se veía alterado. Así que yo lo sujeté con fuerza por el brazo. — Primero hay que escuchar lo que tenga para decir. Nicolás no parecía muy convencido, pero no tuvo más remedio que asentir hacia mí. — Creo que está en la habitación que le asignaste. Pero me dijo que se tomaría un par de horas para dormir y luego regresaría al albergue con los niños. No los quiere dejar solos. — Antes de irse, tenemos que hablar — dijo Luis, sacando su teléfono y llamándolo. En cuanto Luis contestó, Nicolás le ordenó: — Ven a la sala. Te necesito ahora. Nicolás se sentó pesadamente en la s
— ¿Cómo encontraste esa información? — preguntó intrigado Nicolás.Kevin soltó un fuerte suspiro. — Bueno, de hecho, la encontré gracias al contacto que me diste. Al parecer, no fue para nada fácil, pero logramos encontrar una cuenta de ahorros extranjera que creó Elisa bajo el nombre de un testaferro. Esta cuenta, mes con mes, sin falta, deposita una buena suma de dinero a esta anciana.Tenía un papelito en la mano que le tendió a Nicolás. El hombre lo tomó y leyó la dirección en el papel. — Esto es relativamente cerca de acá. Nos tomará una hora llegar, cuando mucho. Estuve tratando de encontrar en las bases de datos quién podría ser, pero la verdad es que no pude conseguirlo.Yo me puse de pie y me senté junto a Kevin, tomando el computador de sus piernas y observando la pantalla. — Solo necesito un segundo — dije, comenzando a teclear en ella — . Evidentemente, necesitamos más que una dirección. Me tomó un momento entrar al sistema de seguridad del ancianato.Nicolás me observó
La mujer, Eva, me miró de los pies a la cabeza. — Pero tú no eres mi nieta — dijo en un tono agudamente inocente.Yo negué con la cabeza. — No, claro que no. Soy amiga de su nieta. Somos viejas amigas. Ella me envió para hablar contigo. — ¿Lo entiendo? ¿Por qué no puede venir? — comenzó a contarme la mujer — . Siempre ha sido pequeñita y rebelde. Supe que esta mañana se rompió un brazo mientras patinaba. Quiero verla, por favor.Volteé a mirar a Nicolás, quien se acercó y se sentó en el borde de la cama. — Señora Eva, ¿está bien? — le preguntó.Ella asintió. — Claro que estoy bien. Estoy mejor que nunca. El almuerzo ya casi está terminado. Solo debo preparar la sopa y dejar que hierva. Cuando llegue Elisa de la escuela, voy a prepararle ese guiso que tanto le gusta, y ya verán que así se va a recuperar muy rápido de su brazo roto.Nicolás y yo intercambiamos una mirada. A eso se refería la recepcionista. La mujer estaba perdida, tal vez tenía demencia senil. — Claro, Elizabeth s