El grito tan profundo de terror que yo lancé me hirió la garganta. Grité con tanta fuerza y con tanto dolor que estaba segura de que todas las personas dentro de aquel lugar me habían escuchado. La puerta se había cerrado, los disparos habían silenciado cualquier ruido en el exterior, y no había escuchado más que mi propio grito golpeando en mis oídos. Con el corazón acelerado, me puse de pie, pero me temblaban tanto las rodillas que caí nuevamente al suelo. Pero tenía que encontrar el valor para pararme.La puerta se abrió nuevamente, y el hombre apareció. Me apuntó con el arma a la cara, pero yo sabía que no podía matarme. Sabía que no me mataría porque ya me lo había dicho: Elisa aún me necesitaba con vida. Así que me puse de pie, con toda la adrenalina que me recorría el cuerpo, y salté sobre aquel hombre. Quise golpearlo en la cara, arrancarle los ojos con mis propias uñas. Había matado a mi hijo. También había matado a Nicolás. No pensé en nada más que en mi deseo por hacerlo su
A pesar de todo, el trasplante había sido todo un éxito. La salud de Jason mejoraría completamente. Acaricié sus pequeñas mejillas, y su carita sin cejas aún se veía débil, pero cada día se reponía un poquito más. Tal vez necesitaría otro trasplante, pero al menos tendríamos tiempo. Ya sea de convencer al hermano de Nicolás de que se hiciera los exámenes o encontrar otro donante. Pero ya era suficiente. Ya los habíamos arriesgado lo suficiente.Y estábamos ahí, en medio del aeropuerto privado que había contratado Nicolás, despidiéndonos de ellos. Sentía tanta rabia y tanta impotencia, también tanto dolor. Nunca me había separado de mis hijos, pero esperaba que estuvieran a salvo. Realmente esperaba que estuvieran a salvo en el lugar al que Nicolás los enviaba, pero lo suficientemente seguro. Michelle iría con ellos. No tenía nada que ver con la guerra que estaba sucediendo, y también teníamos que protegerla.Había cambiado mucho en los meses que compartimos juntos en la casa. A pesar
Llegamos a casa prácticamente devastados. Al menos yo me sentía tan cansada que lo único que quería en ese momento era dormir un año entero. Pero ahora, más que nunca, tenía que estar consciente y despierta. Ahora, sin mis hijos, podíamos enfrentar aquella realidad con más entereza. Pero antes de resolver cualquier inconveniente, de planear algo, yo sabía que Nicolás tenía que hacer aquello. Lo vi dudar en si yo debía acompañarlo o no, y al final, cuando dio un paso al lado, él negó: — Quiero que estés conmigo. Quiero que lo veamos juntos. Creo que esto es algo que nos incumbe directamente a los dos. Así que yo sentí… Pasamos a la sala principal. Kevin y Luis estaban en la casa, en sus respectivas habitaciones. Ahora todo se sentía más solitario sin Miguel y sin Doña Esmeralda. ¿Cómo cambiar las cosas? No era verdad. Antes pensábamos que Esmeralda era la villana de la historia, y ahora, aunque no había sido precisamente una buena mujer, ya no me parecía tan mala. Era viciosa y habí
— Luis — gritó Nicolás con tanta fuerza que pudo haberse escuchado por toda la casa. Yo sentí miedo, un poco de miedo. Esperé que las cosas no se salieran demasiado de control. Kevin estaba en la sala, haciendo lo suyo, seguramente trabajando en algunas cosas en sus computadoras. Cuando vio la cara enojada de Nicolás, se suspendió. — ¿Pasa algo? — preguntó asombrado. — ¿Dónde está Luis? — Nicolás se veía alterado. Así que yo lo sujeté con fuerza por el brazo. — Primero hay que escuchar lo que tenga para decir. Nicolás no parecía muy convencido, pero no tuvo más remedio que asentir hacia mí. — Creo que está en la habitación que le asignaste. Pero me dijo que se tomaría un par de horas para dormir y luego regresaría al albergue con los niños. No los quiere dejar solos. — Antes de irse, tenemos que hablar — dijo Luis, sacando su teléfono y llamándolo. En cuanto Luis contestó, Nicolás le ordenó: — Ven a la sala. Te necesito ahora. Nicolás se sentó pesadamente en la s
— ¿Cómo encontraste esa información? — preguntó intrigado Nicolás.Kevin soltó un fuerte suspiro. — Bueno, de hecho, la encontré gracias al contacto que me diste. Al parecer, no fue para nada fácil, pero logramos encontrar una cuenta de ahorros extranjera que creó Elisa bajo el nombre de un testaferro. Esta cuenta, mes con mes, sin falta, deposita una buena suma de dinero a esta anciana.Tenía un papelito en la mano que le tendió a Nicolás. El hombre lo tomó y leyó la dirección en el papel. — Esto es relativamente cerca de acá. Nos tomará una hora llegar, cuando mucho. Estuve tratando de encontrar en las bases de datos quién podría ser, pero la verdad es que no pude conseguirlo.Yo me puse de pie y me senté junto a Kevin, tomando el computador de sus piernas y observando la pantalla. — Solo necesito un segundo — dije, comenzando a teclear en ella — . Evidentemente, necesitamos más que una dirección. Me tomó un momento entrar al sistema de seguridad del ancianato.Nicolás me observó
La mujer, Eva, me miró de los pies a la cabeza. — Pero tú no eres mi nieta — dijo en un tono agudamente inocente.Yo negué con la cabeza. — No, claro que no. Soy amiga de su nieta. Somos viejas amigas. Ella me envió para hablar contigo. — ¿Lo entiendo? ¿Por qué no puede venir? — comenzó a contarme la mujer — . Siempre ha sido pequeñita y rebelde. Supe que esta mañana se rompió un brazo mientras patinaba. Quiero verla, por favor.Volteé a mirar a Nicolás, quien se acercó y se sentó en el borde de la cama. — Señora Eva, ¿está bien? — le preguntó.Ella asintió. — Claro que estoy bien. Estoy mejor que nunca. El almuerzo ya casi está terminado. Solo debo preparar la sopa y dejar que hierva. Cuando llegue Elisa de la escuela, voy a prepararle ese guiso que tanto le gusta, y ya verán que así se va a recuperar muy rápido de su brazo roto.Nicolás y yo intercambiamos una mirada. A eso se refería la recepcionista. La mujer estaba perdida, tal vez tenía demencia senil. — Claro, Elizabeth s
Pronto descubrimos que la mujer era casi literalmente un lorito andante. Por todo se reía, nos contó un centenar de historias de camino a la casa de seguridad. Lo poco que pudimos averiguar sobre la infancia de Elisa es que había sido una infancia complicada. Sus padres habían muerto jóvenes, su abuela la había criado, pero su abuelo era un hombre machista que siempre las golpeaba. Se había ido a la guerra y murió en ella, aunque la señora Eva, sinceramente, a veces decía que estaba muerto y a veces decía que estaba vivo. La demencia que sufría la tenía al borde de un colapso, y yo tuve miedo de que sacarla de la supervisión médica pudiera traer graves consecuencias. Pero no teníamos más opciones: era encarar a Elisa directamente o morir en el intento. — Tenemos que avisarle a Luis — les dije a ellos cuando tuve la oportunidad, en medio del parloteo de la anciana — . Los tres sabemos que la excusa de ir a ver a los niños esta mañana era mentira. Los niños no están en esta ciudad. Tod
Tomé los hombros de Kevin y lo aparté con un poco de violencia, la suficiente como para dar a entender mi firmeza, pero no tanta como para que pensara que estaba enojada. Él me apartó la mirada, y entonces yo estiré mi mano y lo agarré por el mentón para que me mirara. — Lo siento — le dije — . Siento haber sido tan ciega, cierto, nunca haberme dado cuenta. Pero creo que ahora ya no es tiempo. — Lo sé — me dijo, apartándose dos pasos atrás y recostándose en el mesón de la cocina, apretando con fuerza sus ojos como si le doliera la cabeza. Tal vez sí le dolía la cabeza. — No importa, Evangelina. De verdad, discúlpame por esto. Prometo que no va a volver a pasar. Besarte... no está bien. Eres mi amiga, o lo eras, y debo respeto hacia Nicolás.Cuando me miró, pude ver en sus iris verdes tanto dolor que me sentí sobrecogida. — Creo que no me quedaré a almorzar — dijo — . No creo que sea conveniente. — No salgas solo — le dije cuando él hizo ademán de salir de la cocina — . No estás s