Abelardo Bustamante. De camino al lugar indicado, Nicolás me contó todo lo que sabía sobre el hombre. Había amasado su fortuna con el microtráfico, pero ahora que ya tenía cubiertas todas las zonas de la ciudad y gran parte del país, había comenzado a expandir su territorio. Pero entonces ahí era donde entraron los problemas con Elisa Duque.Elisa era una mujer de poder. Más que una gobernante, era una conquistadora, y le encantaba tener países enteros sometidos bajo su propio dominio. Francia no era más que su torre central, pero comenzaba a conquistar América poco a poco. Era lo que pretendía. Tal vez en el futuro, cuando tuviera el control absoluto del continente, poder regresar nuevamente a su país. — Y con en el miedo de perder la vida, como fue tan idiota — nos dijo Kevin mientras nos dirigíamos al lugar indicado — . Haber regresado fue lo peor que pudo haber hecho. Me pregunto si el error que cometimos es tan importante como para que ella tome la decisión de arriesgarse a regr
Abelardo era tal cual como uno se imaginaría un mafioso cliché: alto y fuerte, con una mirada fiera y palabras cortantes. Era todo un personaje caricaturizado, sacado de un cómic o alguna película animada. Constantemente trataba de encontrar la forma de que su mirada fuera más viril y atractiva, y yo me giré hacia mis dos acompañantes para intentar adivinar si yo era la única que había notado aquello. No sabía si podíamos confiar en alguien así, en alguien que al parecer le importaba más su aspecto de villano que otra cosa. De todas formas, había prometido que nos ayudaría, y eso debería ser más que suficiente.Nos hizo sentarnos en los suntuosos muebles que había frente a su escritorio y nos miró uno a uno. — Justamente, me parece increíble que Elisa hubiera tenido la osadía de regresar al país — comenzó él a contarnos — . Cuando lo escuché por primera vez, pensé que era como los rumores anteriores. Pero ahora veo que es verdad. Cuando Luis me contactó, no pude esperar a escuchar su
Abelardo pareció lo suficientemente convencido, aunque yo creía que había un poco de negativa por su parte. Me pregunté si Elisa tendría tanto poder como para que hombres tan poderosos como Abelardo se sintieran intimidados. Extrañamente, me pareció un poco admirable. Elisa era una mujer en un mundo completamente machista como la mafia, y aún así había logrado no solo hacerse un nombre, sino consolidarlo. Mientras íbamos de regreso a la casa de Nicolás, yo me pregunté qué tanto habría tenido que sacrificar para llegar hasta donde estaba. Probablemente tuviera muchas muertes sobre su cabeza. Me pregunté si aquello la aplastaría en las noches, si aquello la atormentaría y tal vez tendría un poco de remordimiento por las cosas que había hecho para llegar hasta donde estaba. Pero luego supuse que no. Una mujer como Elisa no sentiría remordimiento alguno. Porque su vida no fue una casualidad. Ella eligió cada uno de los pasos que tomó, y cada uno fue precisamente para eso: para llegar hast
Observé la escena, devastada, con el corazón hecho pedazos. Perdí la fuerza que tenía en las rodillas y caí sentada en el mueble de la sala de espera del hospital. Pude ver cómo las mejillas de Nicolás se hicieron muy pálidas. — No puede ser — dijo, confundido, asustado.Yo igual sentía que el mundo me daba vueltas. La cabeza, presa de una fuerte presión, y mis oídos zumbaban. La madre de Nicolás seguía ahí, observándonos desde arriba con gesto de superioridad. Y sí, tuve el impulso de ponerme de pie, de bofetearla, de descargar toda mi rabia contra ella. Pero era algo que no podía hacer. No podía desquitar mis frustraciones con ella, aunque le alegrara en sobremanera mi tragedia.Nicolás se sentó también a mi lado en el mueble, confundido. — No puede ser — dijo — . ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a salvar a Jason?Yo lo sabía. Él lo sabía. Todos lo sabíamos. Solamente quedaba una opción. Cuando yo lo miré, él negó. — Llevo años sin hablar con él. Mira lo que te hizo. También ayu
117Era como si Nicolás quisiera despertar la empatía de su madre, pero yo sabía que eso no pasaría. Aquella mujer era más fría que cualquier persona que yo hubiera conocido en mi vida. Esmeralda jamás había hecho un movimiento que no trajera un beneficio a su favor. Lo había visto y había convivido con eso durante mucho tiempo, cuando estuve casada con Nicolás. Pero el pequeño Jason no entendía esas cuestiones. Él solamente entendió lo que el mismo Nicolás le decía. Abrió sus ojitos sorprendidos y miró a la mujer, abriendo sus pequeños labios. — ¿Una abuela? — dijo — . ¿Tengo una abuela? — preguntó con la inocencia más pura.La mujer lo miró con rabia, pero Nicolás, entendiendo lo que había hecho, intentó suavizar la situación. Yo sabía que no servía de mucho. Aquí la mujer no era más que una víbora fría, incapaz de cumplir con emociones genuinas. O al menos eso era lo que yo había percibido en mis años cuando era parte de la familia Montalvo.Jason saltó de mis brazos y corrió ha
Quise dar dos pasos atrás, alejarme de aquella situación, tomar mis trillizos y salir corriendo, pero sabía que aquello no podría ser. Ahí de pie estaba Elisa Duque. Sabía que era ella; no necesitaba haber visto antes una fotografía o haberla visto antes en persona. Yo sabía muy bien porque había fingido ser ella, porque la vida estudiada. Yo sabía que, eventualmente, ese momento tendría que llegar: el momento en el que tuviera que enfrentarme a ella, que tuviera que mirarla a la cara y enfrentar aquella situación en la que yo misma me había metido. Nicolás miró alrededor, buscando seguramente a los hombres de seguridad, pero no estaban. La misma Elisa sonrió. — Creo que no están — dijo — . Ya deberían acostumbrarse a que, en mi presencia, solo están las personas que yo quiero que estén. — ¿Quién es esa mujer? — preguntó Jordan, interponiéndose entre ella y sus hermanitos.Nicolás dio un paso al frente e hizo que los trillizos se escondieran detrás de su espalda. — ¿Vienes a mata
Después de que el incidente, no nos quedó más remedio que entrar a la casa. Lo primero que hizo Nicolás fue tomar su teléfono y llamar a los de seguridad. Elisa había utilizado una excusa interesante para alejar a todos los miembros de seguridad de la casa de Nicolás. De alguna forma, había logrado sustituir la voz de Nicolás en una llamada, advirtiendo a todos los hombres de seguridad de que tenían que abandonar la casa.— Tal vez eso mismo fue lo que hizo con mis hombres dijo Alejandro Esa noche, cuando estábamos todos reunidos en la sala, los niños ya estaban durmiendo. — ¿Aún no sabes nada de ellos? — preguntó Nicolás.Y el hombre negó con incomodidad. — No, ellos probablemente sí estén muertos. Más que mis hombres también eran mis socios. A Elisa no le convendría que estuvieran vivos. — No importa — dijo Nicolás — . Lo importante es que este mafioso que ustedes contactaron está dispuesto a trabajar con nosotros para detener a Elisa. Y con mis conocimientos de ella, creo que
— Es una completa locura — me comentó Nicolás después de que los hombres se habían ido, cuando estábamos solos en la casa. Mientras nos preparábamos para dormir, se aseguró claramente que todas las puertas y las ventanas estuvieran cerradas y que cada miembro del equipo de seguridad de la empresa estuviera en su posición — . Arriesgarte de esa forma no va a solucionar las cosas. Pienso que no tenemos que intentarlo. — Le dije que no — respondí, recostando delicadamente mi cabeza en la almohada.Nicolás, a mi lado, suspiró profundamente. — Lo sé, pero no dejo de sentirme mal al respecto, Evangeline. Acabo de recuperarte después de tantos años, y al fin pude confesarte mis sentimientos. No quiero perderte. — Pero vas a hacerlo si no detenemos a Elisa. Es algo que va a pasar. Sabes que tenemos que salir de este embrollo. Yo lo inicié, yo debo acabarlo.A pesar de su inseguridad, no tuvo otro remedio más que asentir. Entonces, tomó su teléfono e hizo la llamada que yo llevaba más de