112.

Cuando desperté en la mañana, abrí los ojos sorprendida. No estaba en mi humilde habitación del orfanato y me sentí confundida por un largo segundo. ¿Dónde estaba? No recordaba ni siquiera mi propio nombre. Había dormido tan profundamente, apenas por un par de horas, que me desperté somnolienta y confundida.

Entonces, volteé a mirar a mi lado, porque sabía que alguien había pasado la noche conmigo. No está Nicolás, pensé.

Y entonces, cuando recordé su nombre, todo vino a mí de golpe. Me sentí confundida y asustada, pero luego más tranquila al recordar dónde estaba y qué había sucedido. Recordé a la hermana Sol y, de inmediato, mis ojos se llenaron de lágrimas. ¿Acaso ese sería ahora mi nuevo pensamiento cada mañana? Encontrar su cuerpo aplastado por las vigas y quemado en ciertas partes... Al menos su rostro en paz en el ataúd era un consuelo que me acompañaba.

Me puse de pie tambaleante y utilicé las sandalias de Nicolás, que me quedaban el doble de grandes, para salir de la habitaci
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