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Capítulo 11 – El Abandono

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Ivy

Ya no me reconozco.

O tal vez sí.

Quizás esta fiebre que me consume siempre ha estado ahí, oculta bajo la superficie, simplemente esperando ser despertada.

Y ellos la han despertado.

Lyam, Kael, Soren.

Sus presencias me envuelven, me aprietan, me absorben hacia un punto de no retorno.

Debería luchar aún. Oponer un último esfuerzo de resistencia.

Pero mis músculos se niegan a moverse. Mi respiración se acelera, incontrolable.

— Ivy…

La voz de Lyam me llega como un eco distante.

Levanto la vista hacia él, atrapada en la intensidad de su mirada.

— Déjate llevar.

Un escalofrío me recorre.

Kael roza mi cadera con la yema de los dedos, juega con la barrera invisible que he intentado erigir entre nosotros.

— ¿Por qué te obstinas?

Su aliento acaricia mi nuca. Cierro los ojos, incapaz de escapar de esta tensión que aumenta, que se estira entre nosotros como un hilo a punto de romperse.

Soren, en silencio, me observa. No necesita hablar. Sus gestos son más elocuentes que cualquier palabra.

Se acerca, coloca una mano en mi hombro.

— Lo sientes, susurra.

Una descarga eléctrica recorre mi piel.

Sí.

Lo siento.

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Lyam

Ella está a punto de quebrarse.

Lo veo en la forma en que su pecho se eleva rápidamente, en el brillo febril de sus pupilas.

Extiendo la mano, roce su mentón para levantar su rostro hacia mí.

— No hay nada de malo en dejarse llevar, Ivy.

Ella retiene el aliento.

Sus labios tiemblan, titubean.

Kael se ríe suavemente, divertido por su lucha interna.

— ¿Realmente crees que puedes rechazarnos por mucho más tiempo?

Ella no responde.

Pero no necesita.

Ya veo la respuesta en sus ojos.

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Kael

La atmósfera es eléctrica.

Ivy está aquí, entre nosotros, prisionera de una elección que ya no es tal.

Puede mentir, pretender, intentar huir.

Pero su cuerpo habla por ella.

Me acerco, juego con un mechón de su cabello.

— Nos deseas tanto como nosotros te deseamos, murmuro.

Ella se estremece.

Deslizo mis dedos sobre su piel, lentamente, saboreando la manera en que tiembla bajo mi contacto.

— Deja de mentirte.

Ella entreabre los labios, pero ningún sonido sale.

Soren está ahí, tranquilo, implacable.

La mira como si ya le perteneciera.

Y todos sabemos que es así.

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Soren

Ella tiembla.

Su mirada se escapa, incapaz de sostener la nuestra.

Pero su cuerpo la traiciona.

Extiendo la mano, deslizo mis dedos por su cadera, rozando la tela que aún la separa de nosotros.

— Eres nuestra, Ivy, murmuro.

Una sacudida recorre su columna.

Ella retiene un gemido.

Lyam y Kael intercambian una mirada entendida.

Hemos ganado.

Ella es nuestra.

Y acaba de aceptarlo.

Ivy

Mi corazón late demasiado rápido.

Mi respiración es corta, errática.

Estoy rodeada.

Sus presencias son abrumadoras, ardientes, ineludibles.

Debería huir. Debería luchar.

Pero me quedo ahí.

Kael está detrás de mí, su torso rozando mi espalda.

Lyam se enfrenta a mí, sus ojos oscuros ardiendo con una intensidad que me hace tambalear.

Y Soren, en silencio, me observa, impasible, pero siento su tensión contenida, lista para explotar.

— Tiemblas, Ivy.

Kael susurra estas palabras en mi oído, su voz una mezcla de dulzura y peligro.

Sus dedos rozan la piel desnuda de mi brazo, dejando una estela de escalofríos.

Cierro los ojos un segundo.

Gran error.

Lyam aprovecha para acercarse, su mano deslizando bajo mi mentón para levantar mi rostro hacia él.

— Mírame.

Obedezco.

Y estoy perdida.

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Lyam

Ella aún lucha, pero es una batalla perdida de antemano.

Lo veo en la forma en que su pecho se eleva demasiado rápido, en el brillo indeciso de su mirada.

Ella sabe.

Siente lo que está ocurriendo.

Agarro ligeramente su mentón entre mis dedos, una caricia posesiva, una advertencia silenciosa.

— Sabes que ya nos perteneces, Ivy.

Ella tiembla, sus labios se entreabren, pero ningún sonido sale.

Kael se ríe suavemente detrás de ella.

— No quiere admitirlo.

Sonrío.

— No aún.

Pero va a ceder.

Está escrito en cada latido febril de su corazón.

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Kael

La siento debilitarse.

Su resistencia es tenue, frágil, lista para romperse.

Un simple susurro sería suficiente para hacer que todo se desmorone.

Desciendo lentamente mis dedos por su brazo, rozando su piel con una suavidad calculada.

Ella se estremece, lucha contra la evidencia.

— Aún puedes pretender, Ivy, susurro en su oído.

Dejo que mis labios rocen su sien.

— Pero tu cuerpo ya dice la verdad.

Sus dedos se crispan, su respiración se detiene.

Y, sin embargo, no nos rechaza.

Lyam intercambia una mirada entendida conmigo.

Ya hemos ganado.

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Soren

Ella está al límite.

Lo veo.

Lo siento.

La lucha ha terminado, aunque ella aún se niega a admitirlo en voz alta.

Me acerco lentamente, colocando una mano en su cadera.

— Acepta, Ivy.

Mi voz es baja, cortante.

Su aliento tiembla.

Lyam aprieta su agarre sobre su mentón.

Kael desliza sus dedos sobre su piel.

Ella es prisionera de este momento.

Ella es prisionera de nosotros.

Y cuando finalmente cierra los ojos, abandonando una última resistencia ilusoria, sé.

Ella es nuestra.

Completamente.

Irrevocablemente.

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