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Capítulo 8 – El Abrazo del Destino

Ivy

El silencio se alarga, denso, eléctrico.

No puedo moverme.

Sus miradas me rodean, sus alientos me rozan, sus presencias me aplastan.

Cada fibra de mi ser grita que resista.

Pero algo, en el fondo de mí, vacila.

Un instinto primitivo. Salvaje.

Algo antiguo, enterrado.

Y ellos… ellos lo saben.

Lyam es el primero en romper el silencio.

— ¿Todavía luchas?

Su voz grave ruge en el aire como un trueno.

Apreté los dientes.

Sí. Lucho.

Pero mi cuerpo lo traiciona.

Mi respiración es demasiado rápida. Mi pulso late con un ritmo frenético.

Ellos lo sienten.

Y eso es lo peor.

Kael esboza una sonrisa. Una sonrisa peligrosa, una sonrisa de depredador que sabe que su presa está atrapada.

— Ivy…

Se acerca lentamente, felino, amenazante.

— Mírame.

Cierro los ojos.

Pero lo siento todo.

Lyam detrás de mí, su pecho ardiente contra mi espalda.

Soren a mi derecha, silencioso pero implacable.

Kael frente a mí, sus dedos rozando mi brazo, creando escalofríos incontrolables.

— Nos sientes, susurra.

No es una pregunta.

Es una evidencia.

Y lo odio.

---

Lyam

Ella tiembla.

Pero no es miedo.

Es otra cosa.

Algo más profundo. Más visceral.

Está en la frontera entre el rechazo y la aceptación, entre la huida y la rendición.

Y quiero verla caer.

Quiero verla ceder bajo lo que la une a nosotros.

Entonces, deslizo una mano sobre su cadera.

Su reacción es inmediata.

Un escalofrío violento, incontrolable.

Sus labios se entreabren, su aliento se quiebra.

— Respira, Ivy, susurro en su oído.

Ella sacude la cabeza, lucha aún, pero su cuerpo habla por ella.

Está cediendo.

---

Kael

Su olor me embriaga.

Tiene esa mezcla única de desafío y abandono que me vuelve loco.

Ella lucha.

Y aún así…

Extiendo la mano y toco su mejilla.

Cierra los ojos, atrapada entre nuestras presencias.

— ¿Por qué te niegas?

Ella no responde.

No tiene respuesta.

Porque en el fondo, lo sabe.

Sabe que esta atracción, este vínculo, no es una ilusión.

Es más fuerte que ella.

Más fuerte que todos nosotros.

Y quiero que lo admita.

---

Soren

No necesito hablar.

Ya sé lo que sucede en ella.

Lo he visto, una y otra vez.

Ese momento en que todo cambia.

Donde el rechazo se convierte en entrega.

Donde el miedo se convierte en deseo.

Extiendo la mano y tomo la suya.

Ella se sobresalta, pero no la retira.

Su pulso golpea bajo mis dedos.

Está al borde del precipicio.

Solo queda un paso.

---

Ivy

Estoy perdida.

Sus cuerpos están demasiado cerca, sus voces demasiado cautivadoras, sus toques demasiado ardientes.

Estoy rodeada.

Atrapada.

Pero lo peor…

Lo peor es que ya no quiero huir.

Un silencio.

Luego Lyam desliza sus labios sobre mi sien.

— Dilo, susurra.

Sacudo la cabeza, los ojos ardientes.

No puedo.

Porque si lo digo, todo cambiará.

Si lo admito…

No habrá vuelta atrás.

Pero en el fondo de mí, ya lo sé.

Es demasiado tarde.

Demasiado tarde.

Ivy

La noche es pesada.

Opresiva.

El silencio a nuestro alrededor parece vivo, vibrando bajo la tensión que nos encierra.

Me gustaría decir que controlo la situación, que tengo la ventaja.

Pero sería una mentira.

Estoy atrapada.

Y lo peor es que lo supe desde el principio.

Lyam, Kael, Soren.

Tres fuerzas. Tres presencias.

Tres lazos invisibles que me envuelven sin que pueda escapar.

Tengo ganas de gritar.

Tengo ganas de ceder.

Las dos cosas a la vez.

Retrocedo un paso, tratando de recuperar el aliento.

Pero no me dan respiro.

Lyam avanza, su mirada oscura fija en la mía.

— ¿Hasta cuándo piensas negar lo evidente?

Apreté los dientes.

Hasta el final.

Si es necesario, hasta el final.

Pero mientras Kael se acerca, mientras Soren pone una mano sobre mi brazo, siento que mi resolución vacila.

El suelo bajo mis pies ya no es estable.

Y yo, me estoy perdiendo.

---

Kael

Es hermosa, ahí, al borde del precipicio.

Su pecho se eleva rápidamente, su mirada titubea.

Pero aún se mantiene firme.

Resiste.

— ¿De verdad crees que puedes huir de nosotros, Ivy?

Mi voz es suave, casi burlona.

Pero en el fondo, hay otra cosa que vibra en mí.

Un instinto más profundo.

Una certeza.

Ella nos pertenece.

Y comienza a entenderlo.

Extiendo la mano, rozo su mejilla.

Ella tiembla violentamente, pero no retrocede.

Una sonrisa se dibuja en mis labios.

Ya es nuestra.

---

Soren

No necesito palabras.

Todo se juega en el silencio.

En sus temblores imperceptibles.

En la forma en que su aliento se acelera.

La observo.

Cada detalle.

Cada vacilación.

Su cuerpo nos responde, aunque todavía se niegue a admitirlo.

Deslizo mis dedos sobre su piel, a lo largo de su muñeca.

Ella se estremece, un suspiro se le escapa.

— Acepta, Ivy, murmuro.

Ella se queda inmóvil.

Sus ojos ardientes se clavan en los míos.

Pero no niega.

Porque ya no puede.

---

Lyam

Veo el momento en que cede.

No es brutal.

Es sutil.

Una respiración más entrecortada.

Una mirada evasiva.

Un escalofrío que ya no puede ocultar.

Ella aún lucha, pero la guerra ya está perdida.

Deslizo mis dedos bajo su mentón, forzándola a mirarme.

— Dilo, Ivy.

Ella sacude la cabeza, muerde su labio.

Pero lo sabe.

Todos lo sabemos.

Entonces me inclino, muy cerca.

— Dilo.

Su mirada se humedece.

Su aliento se quiebra.

Y en la oscuridad, en ese instante suspendido, deja caer las últimas barreras.

Se entrega.

Finalmente.

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