Los fuertes brazos del Alfa y otros hombres me sostuvieron para que no cayera al suelo. Luego me enderezó firmemente y me dijo:—No tienes que bajar la cabeza ante nadie.—Pero... —murmuré— me están acusando de matar a mi padre.—Ese hombre no era tu padre —me dijo con severidad, pero no estaba enojado—. Tu padre soy yo. Es mi sangre la que corre por tus venas. Y aunque fue ese hombre el que te crió, tampoco se comportó como un padre ejemplar.Pero eso tenía razón. Mi padre nunca se había comportado como un verdadero padre, al menos no después de que mi loba nunca emergiera. Los lobos siempre hacen su primera transformación después de los 8 o 10 años. Podía notar cómo mi padre cambió conmigo a partir de esa edad, cuando pasaban los meses y los años y mi loba nunca llegaba. Nunca llegó. Se sentía terriblemente decepcionado de mí.Pero ahora tal vez podía entender la razón. Ahora entendía que era porque, justo como Bastian lo acababa de decir, no era su sangre lo que corría por mis vena
Artemisa miró con firmeza a uno de los ancianos del Consejo, el que había preguntado sobre el poder del hielo.—Ya se los dije, ella no está en condiciones para pensar en eso ahora. ¿No se acaban de dar cuenta de que recién se entera de qué manada es la suya? ¿Y ahora esa manada la quiere muerta?—Mi esposa tiene razón —dijo Bastian—. Dejen descansar a nuestra hija. Si la diosa Luna quiso que el poder del hielo llegara a la manada, como tanto lo habíamos esperado en este momento, es por algo. Si esperamos toda una eternidad, podremos esperar un par de días más.Artemisa le agradeció a su esposo con un sentimiento de cabeza, pero los ancianos del consejo parecían inconformes.— ¡Déjenla! — dijo uno más. en la tarima a mi derecha estaba un hombre, era más joven que el resto, mucho, con el cabello rubio casi blanco y sus ojos se clavaron en los mios con interés — dejen que descanse, ha recibido muchas malas noticias — yo lo miré con agradecimiento, al igual que Artemisa que luego me tomó
Cuando cerré la rejilla del ducto de ventilación, me quedé ahí un segundo. No sabía si estaba haciendo lo correcto, pero tenía que confiar en mis instintos. Tenía que hacerlo. Eran los que me habían guiado toda la vida, los instintos que me decían qué era lo que debía hacer y qué no. Eran los que me habían mantenido viva durante todo el tiempo que viví en la manada de Luna Azul. Ahora tenía que confiar en ellos, tenía que confiar en que lo que me decían era verdad, que Kael no me mentía, que esa mujer no era mi madre ni ese hombre mi padre.¿Cómo podría ser verdad todo aquello? La mentira era peor que la anterior, se sentía más reforzada, más sucia. Así que, después de suspirar por un momento, comencé a avanzar. En algún momento, aquel ducto debía terminar en el exterior. Solo tenía que saltar y huir, aunque no sabía si podría llegar a hacerlo. La tormenta eterna azotaba aquel lado del bosque con violencia. No estaba segura si podría sobrevivir a ella, pero... pero había que intentarl
Me quedé observando la fotografía un largo minuto. Lo que pensé, sinceramente, era que aquello no podría significar nada. Que podría significar tal vez que ambas lunas sí habían sido amigas en el pasado, pero eso no significaba que toda la historia que me había contado Artemisa fuese real. Que mi madre -o mejor dicho Elena- hubiese enloquecido por la muerte de su hija y me hubiese arrancado de los brazos de mi verdadera madre. A pesar de que sus tratos hacia mí nunca habían sido los mejores, jamás llegué a imaginar que pudiera hacer una cosa como esa. ¿Realmente podría llegar a ser una cosa como esa? Quise creer que no.Le devolví la foto nuevamente al hombre. — Mi nombre es Valentín — dijo él presentándose, estirando su mano hacia mí.Yo tuve el impulso de salir corriendo en vez de tomarla, pero al final lo hice. Era grande y extrañamente cálida. — Soy el maestro del Consejo de Ancianos. Bueno, uno de los maestros al menos. — ¿Qué significa eso? — parpadeé un momento — . No tienen
Yo me quedé ahí de pie, esperando un sermón, pero la mujer me señaló el mueble en el que había caído. Me dirigí hacia él un segundo después de que Valentín apoyara con fuerza en el mueble y, con un movimiento hábil, volviera a poner el ducto de ventilación en su lugar. Me sentí un poco apenada por eso, pero ellos tenían que entender que para mí no era fácil comprender aquellas situaciones.Me senté en el mueble y Artemisa se sentó al otro lado. Era una mujer extraña, muy atractiva, pero podía verse completamente lo que era realmente: la Luna de esa manada. Nadie podría negarlo al verla. Era lo primero en que pensaba: una mujer poderosa y fuerte. — Quiero que nos des la oportunidad — me dijo — . En Luna Azul más recibiste que desprecio y maltrato. ¿En serio estabas pensando regresar allá? ¿Allá donde nunca nadie te consideró realmente una miembro?Yo aparté la mirada mientras me abrazaba a mí misma. Valentín estaba de pie, dándonos la espalda mientras observaba por la ventana, como si
Después de que estuve completamente vestida y organizada para salir, me miré en el espejo y traté de esconder el mechón blanco de cabello. Fue muy extraño porque a todos les había dicho que no, y yo no tenía idea de lo que había pasado. Y aunque ciertamente yo no tenía ninguna idea de lo que había pasado, era claro que sí había sido yo la que había congelado a los cazadores. Puse una mano en mi pecho y pensé: esa sensación que había sentido, ese impulso que me había llevado a hacer lo que hice, era parte miedo y parte rabia, en potencia y deseo. Lo entendía muy bien cómo habían sucedido las cosas. Y bueno, tenía que ser porque yo misma vi a los cazadores congelados, y ahora este mechón de cabello que me marcaba. Hubiese pensado que todo era mentira porque parecía increíble de pensar: ¿cómo era que yo había conseguido poderes de hielo? Yo, que ni siquiera mi loba había sido capaz de emerger.Tal vez era verdad. Tal vez yo sí era la hija de Artemisa. Pero estaba tan confundida que no er
El hombre estiró sus manos y envolvió mi cuerpo contra el suyo, correspondiendo el abrazo. Pero entonces supe que estaba haciendo algo indecente: apenas hacía una hora que lo conocía, no podía tener tal arrebato de emoción. Sin embargo, tampoco podía negarme a mí misma que aquel gesto había sido bastante hermoso. Enviar una expedición por el cuerpo de Helen para que yo pudiera enterrarla como se lo merecía era algo increíble, y a pesar de que apenas lo conocía, le agradecería siempre por eso.Pero llegó el momento y me aparté, aunque parecía que él quería conservar el abrazo un rato más. — Muchas gracias, Valentín — le dije con un tono neutro y profesional. Si yo era la hija del Alfa, él simplemente era un miembro de su consejo. — Está bien, vamos. Te enseñaré todo lo que tenemos aquí.No era extraño para mí pasear por las calles y ver lobos por todas partes. Las ciudades de los lobos estaban diseñadas para eso: para albergar aquellas criaturas gigantes en las que la diosa Luna nos
No supe qué sentir al respecto: ¿miedo, ansiedad, ilusión por volver a ver a Mael? Tal vez un poco de eso último. Había pasado toda mi vida enamorada de él. Mis sentimientos no podían cambiar de la noche a la mañana, no cuando aún pensaba — inocentemente — que tal vez todas las acusaciones que ese hombre había levantado en mi contra eran falsas. Que aquella carta no hubiese sido escrita por él. Que aún creía en mi inocencia.Entonces me abracé a mí misma. Me entró una extraña sensación de frío, pero no era un frío físico. El lugar de la ciudad en el que estábamos era cálido, por las huertas y las granjas que había alrededor, y por la cúpula de cristal que separaba la tormenta eterna del interior. Pero de todas formas, sentí como si los huesos se me congelaran.Y entonces lo sentí de nuevo. Esa sensación punzante en el pecho. La misma que había sentido cuando los cazadores me estaban atacando.Suspiré profundo. No era tan fuerte como en esa ocasión, pero ahí estaba. Y entonces me asust