Cuando cerré la rejilla del ducto de ventilación, me quedé ahí un segundo. No sabía si estaba haciendo lo correcto, pero tenía que confiar en mis instintos. Tenía que hacerlo. Eran los que me habían guiado toda la vida, los instintos que me decían qué era lo que debía hacer y qué no. Eran los que me habían mantenido viva durante todo el tiempo que viví en la manada de Luna Azul. Ahora tenía que confiar en ellos, tenía que confiar en que lo que me decían era verdad, que Kael no me mentía, que esa mujer no era mi madre ni ese hombre mi padre.¿Cómo podría ser verdad todo aquello? La mentira era peor que la anterior, se sentía más reforzada, más sucia. Así que, después de suspirar por un momento, comencé a avanzar. En algún momento, aquel ducto debía terminar en el exterior. Solo tenía que saltar y huir, aunque no sabía si podría llegar a hacerlo. La tormenta eterna azotaba aquel lado del bosque con violencia. No estaba segura si podría sobrevivir a ella, pero... pero había que intentarl
Me quedé observando la fotografía un largo minuto. Lo que pensé, sinceramente, era que aquello no podría significar nada. Que podría significar tal vez que ambas lunas sí habían sido amigas en el pasado, pero eso no significaba que toda la historia que me había contado Artemisa fuese real. Que mi madre -o mejor dicho Elena- hubiese enloquecido por la muerte de su hija y me hubiese arrancado de los brazos de mi verdadera madre. A pesar de que sus tratos hacia mí nunca habían sido los mejores, jamás llegué a imaginar que pudiera hacer una cosa como esa. ¿Realmente podría llegar a ser una cosa como esa? Quise creer que no.Le devolví la foto nuevamente al hombre. — Mi nombre es Valentín — dijo él presentándose, estirando su mano hacia mí.Yo tuve el impulso de salir corriendo en vez de tomarla, pero al final lo hice. Era grande y extrañamente cálida. — Soy el maestro del Consejo de Ancianos. Bueno, uno de los maestros al menos. — ¿Qué significa eso? — parpadeé un momento — . No tienen
Yo me quedé ahí de pie, esperando un sermón, pero la mujer me señaló el mueble en el que había caído. Me dirigí hacia él un segundo después de que Valentín apoyara con fuerza en el mueble y, con un movimiento hábil, volviera a poner el ducto de ventilación en su lugar. Me sentí un poco apenada por eso, pero ellos tenían que entender que para mí no era fácil comprender aquellas situaciones.Me senté en el mueble y Artemisa se sentó al otro lado. Era una mujer extraña, muy atractiva, pero podía verse completamente lo que era realmente: la Luna de esa manada. Nadie podría negarlo al verla. Era lo primero en que pensaba: una mujer poderosa y fuerte. — Quiero que nos des la oportunidad — me dijo — . En Luna Azul más recibiste que desprecio y maltrato. ¿En serio estabas pensando regresar allá? ¿Allá donde nunca nadie te consideró realmente una miembro?Yo aparté la mirada mientras me abrazaba a mí misma. Valentín estaba de pie, dándonos la espalda mientras observaba por la ventana, como si
Después de que estuve completamente vestida y organizada para salir, me miré en el espejo y traté de esconder el mechón blanco de cabello. Fue muy extraño porque a todos les había dicho que no, y yo no tenía idea de lo que había pasado. Y aunque ciertamente yo no tenía ninguna idea de lo que había pasado, era claro que sí había sido yo la que había congelado a los cazadores. Puse una mano en mi pecho y pensé: esa sensación que había sentido, ese impulso que me había llevado a hacer lo que hice, era parte miedo y parte rabia, en potencia y deseo. Lo entendía muy bien cómo habían sucedido las cosas. Y bueno, tenía que ser porque yo misma vi a los cazadores congelados, y ahora este mechón de cabello que me marcaba. Hubiese pensado que todo era mentira porque parecía increíble de pensar: ¿cómo era que yo había conseguido poderes de hielo? Yo, que ni siquiera mi loba había sido capaz de emerger.Tal vez era verdad. Tal vez yo sí era la hija de Artemisa. Pero estaba tan confundida que no er
El hombre estiró sus manos y envolvió mi cuerpo contra el suyo, correspondiendo el abrazo. Pero entonces supe que estaba haciendo algo indecente: apenas hacía una hora que lo conocía, no podía tener tal arrebato de emoción. Sin embargo, tampoco podía negarme a mí misma que aquel gesto había sido bastante hermoso. Enviar una expedición por el cuerpo de Helen para que yo pudiera enterrarla como se lo merecía era algo increíble, y a pesar de que apenas lo conocía, le agradecería siempre por eso.Pero llegó el momento y me aparté, aunque parecía que él quería conservar el abrazo un rato más. — Muchas gracias, Valentín — le dije con un tono neutro y profesional. Si yo era la hija del Alfa, él simplemente era un miembro de su consejo. — Está bien, vamos. Te enseñaré todo lo que tenemos aquí.No era extraño para mí pasear por las calles y ver lobos por todas partes. Las ciudades de los lobos estaban diseñadas para eso: para albergar aquellas criaturas gigantes en las que la diosa Luna nos
No supe qué sentir al respecto: ¿miedo, ansiedad, ilusión por volver a ver a Mael? Tal vez un poco de eso último. Había pasado toda mi vida enamorada de él. Mis sentimientos no podían cambiar de la noche a la mañana, no cuando aún pensaba — inocentemente — que tal vez todas las acusaciones que ese hombre había levantado en mi contra eran falsas. Que aquella carta no hubiese sido escrita por él. Que aún creía en mi inocencia.Entonces me abracé a mí misma. Me entró una extraña sensación de frío, pero no era un frío físico. El lugar de la ciudad en el que estábamos era cálido, por las huertas y las granjas que había alrededor, y por la cúpula de cristal que separaba la tormenta eterna del interior. Pero de todas formas, sentí como si los huesos se me congelaran.Y entonces lo sentí de nuevo. Esa sensación punzante en el pecho. La misma que había sentido cuando los cazadores me estaban atacando.Suspiré profundo. No era tan fuerte como en esa ocasión, pero ahí estaba. Y entonces me asust
Mis pies temblaron con tanta fuerza que caí sobre el frío suelo marmoleado. Los brazos de Valentín me sostuvieron por los hombros. — Levántate — me dijo — . ¿Puede ser que estés hablando? — ¡Claro que estoy hablando! — le grité, mientras sus pasos me impedían caer al suelo completamente. — Así es, Alicia. Los exploradores dijeron que no encontraron el cuerpo de tu amiga.Yo negué varias veces. — No, seguramente no buscaron en el lugar donde yo la había dejado. ¡Ahí tiene que estar!Pero él me miró con firmeza. — No. Al llegar, encontraron el agujero. Alguien había cavado y se había llevado su cuerpo.Mis ojos se llenaron de lágrimas nuevamente. Ya estaba cansada de sentirme de esa forma: impotente ante todo lo que pasara, ante la vida. Los ojos llenos de lágrimas como una débil. Así que respiré hondo y me contuve. Ya no iba a llorar más. No tenía por qué hacerlo. Me limpié las lágrimas con los puños. — Entonces, ¿dónde está? — No lo sabemos. No dejaron ningún tipo de rastro. Y
Pasó una noche terriblemente intranquila. A pesar de todo lo sucedido y de la conversación con el Alfa, no pude evitar que las dudas me asaltaran durante la noche. La tormenta que arreciaba con fuerza al otro lado de la ventana lo hizo peor, me hizo pensar una y otra vez.La antigua portadora del poder del hielo había creado la tormenta eterna. ¿Por qué? ¿Con qué propósito? ¿Sumergir la ciudad de Flagela en un invierno eterno? Tal vez era porque la ciudad no era buena. Tal vez porque la manada no era buena. Tal vez ella quería aislarlos del resto del mundo.De todas formas, a pesar de mi cansancio, mi cabeza no me permitió descansar con claridad. Toda la noche me la pasé dando vueltas y semiacomodándome, pensando en el cadáver de Helen, en cómo había desaparecido tan misteriosamente… En el poder del hielo que corría por mi cuerpo y que no sabía cómo utilizar. En el caso de que algún día regresara, claro. Tal vez solo había sido un acto esporádico, algo que no volvería a suceder. Tal v