14.

No supe qué sentir al respecto: ¿miedo, ansiedad, ilusión por volver a ver a Mael? Tal vez un poco de eso último. Había pasado toda mi vida enamorada de él. Mis sentimientos no podían cambiar de la noche a la mañana, no cuando aún pensaba — inocentemente — que tal vez todas las acusaciones que ese hombre había levantado en mi contra eran falsas. Que aquella carta no hubiese sido escrita por él. Que aún creía en mi inocencia.

Entonces me abracé a mí misma. Me entró una extraña sensación de frío, pero no era un frío físico. El lugar de la ciudad en el que estábamos era cálido, por las huertas y las granjas que había alrededor, y por la cúpula de cristal que separaba la tormenta eterna del interior. Pero de todas formas, sentí como si los huesos se me congelaran.

Y entonces lo sentí de nuevo. Esa sensación punzante en el pecho. La misma que había sentido cuando los cazadores me estaban atacando.

Suspiré profundo. No era tan fuerte como en esa ocasión, pero ahí estaba. Y entonces me asust
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