39.

No sabía ciertamente de qué podíamos hablar. Yo ya lo había dejado muy claro: no iba a casarme con Valentín simplemente por designio de quien fuese que lo hubiera designado. Así que me quedé ahí pensándolo por un minuto hasta que al final accedí. Sea lo que sea que quisiera decirme, tenía la oportunidad de hacerlo. Merecía expresar lo que sentía y lo que quería de mí, así como yo también lo hice.

Se colocó dentro de la pequeña tienda. El hombre era tan grande y tan ancho que, cuando se sentó en el suelo, la coronilla de su cabeza rozaba el techo de la tienda. Me sentía extrañamente pequeña a su lado, pero un poco tranquila. A pesar de todo, el hombre no despertaba en mí ningún tipo de necesidad. Sabía que no me haría daño. Pero hasta el momento, inevitablemente, ahí nos quedamos en silencio un largo minuto.

— He peleado con otros lobos, he cazado, he matado, Alicia. Y aunque me siento avergonzado por eso, también he de confesarte que nunca había estado tan nervioso como cuando lleg
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