2.

Sentí que las fuerzas en las piernas me fallaron, el corazón latió con tanta fuerza que tuve que aferrarme a una silla para no caer.

— ¿de qué hablas? — le pregunté a mi padre con la voz rota — eso es mentira, yo no…

— El guardia te vio, querías escapar con esos lobos blancos que atentaron contra la vida de el prometido de tu hermana — yo voltee a mirar alrededor, y en efecto, Mael estaba desnudo, seguro por haberse transformado y cubierto de sangre ayudando a los heridos, la fiesta se había convertido en un caos.

— ¡Cómo puedes pensar algo así! Como puedes pensar que dañaría a mi manada — mi padre recortó la distancia que nos separaba y me tomó con fuerza por el cuello.

— Tú ni siquiera eres una loba… no perteneces a esta manada, ¡lárgate! —me empujó con fuerza y caí al suelo, pero mis ojos se llenaron de lágrimas.

—Papá… — le supliqué, pero él me miró con odio.

— ¡Lilith, tú hermana está exiliada, llévatela de la manada! — Entonces mi  hermana apareció, era una loba de raza superior, más grande y más fuerte de lo normal, me tomó entre sus fauces con fuerza, aunque yo me resistí, pero me sacó de la manada corriendo a toda velocidad entre la nieve.

Corrió tan rápido que el viento helado me apuñaló la piel como mil agujas, y un par de horas después me soltó en medio de la nieve, sus colmillos sobre mi piel sangraban y yo la miré con los ojos llenos de lágrimas.

— Lilith no hagas esto — pero ella me ignoró, dio la vuelta y se fue corriendo sin mirar atrás, siempre me había odiado.

Cuando me puse de pie la sangre manchó la nieve, y al elevar la cabeza noté que estaba en la frontera de la manada, justo dónde iniciaba la manada de los lobos blancos que nunca nadie había visto antes, pero ahí estaban. 

Me puse de pie con el corazón roto, y comencé a avanzar, debía salir del hielo o moriría congelada, aunque, ¿a dónde iría? Ya no tenía un hogar, exiliada de mi familia y mi manada, de mi hogar, lo mejor era que muriera en la nueve, así no molestaría a nadie más, pero algo me motivaba a seguir avanzando, entre la nieve con un corto abrigo que apenas me protegía del frío.

No supe en qué momento perdí el conocimiento, al parecer el hambre y el frío me vencieron y en medio del sueño vi a Mael, con sus ojos claros, su tono de voz que siempre había sido amable conmigo, el amor que había sentido por él durante casi toda mi vida… pero ahora estaba casado con mi hermana.

Cuando abrí los ojos estaba sobre un trineo, y alguien me arrastraba, pude ver su cabello rojizo.

— ¿Quién eres? —le pregunté — ¿a dónde me llevas? — Cuando la mujer se volvió hacia mí, pude notar lo joven que era, tal vez más joven que yo. Abrió la boca pero no salió de ella ninguna palabra, así que hizo un gesto con las manos para indicarme que me calmara. Señaló algo al frente y pude ver una pequeña cabaña a la orilla del bosque.

Cuando entramos en ella, el calor que desprendía la chimenea me sacó un gemido de placer y caminé hacia el fuego.

—¿Por qué me salvaste? —le pregunté, pero ella no contestó, se encogió de hombros, señaló su garganta y negó —¿No puedes hablar? ¿eres muda? —ella asintió, corrió hacia un escritorio y escribió en un papel con carbón.

“Nací sin poder hablar, por eso mis padres me despreciaron. Te salvé por que te vi sola y abandonada, como yo. Mi nombre es Helen”

—Un gusto Helen. Gracias por salvarme.

“¿Tienes a dónde ir”? 

Escribió en el papel pero mis ojos se llenaron de lágrimas.

—No, no tengo a dónde ir —Helen se puso de pie y corrió hacia la estufa, me trajo un gran cuenco con sopa.

“podrías quedarte aquí, necesito compañía, hay hombres merodeando los bosques, podemos protegernos la una a la otra” 

Yo asentí, con los ojos llenos de lágrimas, no quería incomodarla o molestar, pero no tenía dónde más quedarme.

Dormí sobre un cubre helecho de paja, y aunque no era cómodo fue la mejor cama que creí poder encontrar después de ser desterrada.

Helen y yo nos hicimos buenas amigas en los días venideros, y aunque tuve miedo de contarle lo que era, y de dónde venía, resultó que ella, aunque era humana, conocía bien el secreto de los lobos, casi todos los humanos que vivían a los alrededores conocían bien el secreto.

Las semanas comenzaron a pasar, y los cazadores se acercaban cada vez más, eran buscadores de esclavos, y Helen y yo nos veíamos en cada momento escondiéndonos de ellos entre la nieve, o trepando a los árboles. Pero una tarde todo cambió.

Helen los escuchó primero, ella no podía hablar, pero tenía un muy buen oído. Tocó mi brazo y me indicó con las señas de sus manos, que ya comenzaba a entender mejor, que los cazadores estaban cerca.

Pensé que podríamos escapar como siempre, o escondernos, como cada oportunidad, siempre fuimos más inteligentes que ellos, pero ese día algo cambió, nos acechaban, nos tenían rodeadas, y cuando menos lo imaginé, saltaron sobre nosotras como una jauría. 

Helen tomó una rama que estaba cerca y los amenazó.

—¡Déjenos en paz! —les grité, eran más de cinco hombres armados.

— Pero mira nada más, dos preciosas jóvenes, serán vendidas muy caras —dijo uno, de gran bigote que nos apuntó con el arma. Helen me miró, y logré leer en su mirada lo que quería decir, ya había comenzado a conocerla bien, pero negué, era un riesgo muy grande.

Pero no pude hacer nada, Helen lanzó la rama hacia el hombre del bigote y esta golpeó su arma. El disparo golpeó cerca de nosotras, pero ambas nos agarramos de las manos y saltamos hacia el rio que pasaba a nuestro lado. 

Pude escuchar los disparos hacia nosotras y logré ver mientras caíamos la herida en la pierna de Helen. Antes de caer al agua mi último pensamiento fue Mael… ojalá fuera muy feliz con mi hermana…

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