Tal vez era un instinto, supongo, lo que me llevó a agacharme y tomar una rama que tenía cercana. Pero era una idiota. ¿Cómo se suponía que aquello podría salvarme contra un lobo de dos metros de altura, que podía desgarrar barras de hierro si quisiera con sus fauces?Con fuerza, tomé la rama.Entonces Mael comenzó a avanzar hacia mí. El viento sopló y su pelaje fue acariciado con la brisa, derribando los copos de nieve que habían aterrizado sobre él. Cuando estaba a unos tres o cuatro metros de mí, extendí mi vara hacia él, como si fuese una espada. — ¿Así es como va a terminar todo? — pregunté — . ¿Así es como va a terminar el cariño que un día dijiste tenerme?Eso lo hizo detenerse.Regresó a su forma humana y me miró a los ojos. Su cabello castaño, despeinado por la transformación, su cuerpo desnudo brillando con la luz que se reflejaba en la nieve. — ¿Por qué piensas que ese cariño ya se desvaneció? — me dijo.Pero apretaba con fuerza los puños, a pesar de que sus palabras y su
Caí al suelo, en medio de la nieve. Qué amor, te comenté. El viento levantó una capa de nieve que cayó sobre nosotros mientras los dos hombres se cernían uno sobre el otro, peleando. Tuve miedo. Ambos cuerpos chocaron. Me sorprendió que de inmediato no se transformaran. Pelearon como humanos, desnudos, uno sobre el otro. — ¡No te la vas a llevar! — le gritó Valentín.Mael le dio una patada en el estómago que lo lanzó un par de metros atrás, y ambos se pusieron de pie, uno frente al otro. Yo, casi en medio de los dos. — Tampoco voy a permitir que se la lleven ustedes, para que la sigan usando y manipulando como lo están haciendo. ¿Acaso crees que ella está en el cielo como para dejarse manipular? Ella está con nosotros porque quiere. — No importa — dijo Mael, apretando los puños — . Si te la vas a llevar, vas a tener que pasar por encima de mi cadáver.Valentín lo observó fijamente. Sus ojos claros se oscurecieron por la rabia que llenaba su cuerpo en ese momento. — Lo mismo te dig
Tuve un sueño tranquilo, espeso y profundo. Fue extraño porque no tuve ningún tipo de pesadilla, ningún sueño, pero tampoco estuve completo y absolutamente sumergida en la inconsciencia. Sabía que estaba ahí, flotando en una especie de limbo sin encontrarme. Cuando al fin comencé a recuperar la conciencia, antes de abrir los ojos, lo primero que vino a mí fue aquel pensamiento oscuro: — Los maté — dije — . Cuando el poder del hielo escapó de mí, pude ver cómo la onda los alcanzó... a Valentín y a Ismael. Los había matado. Así como había matado a los cazadores. Ahora sus cuerpos congelados yacían a un metro de donde había enterrado el cuerpo congelado de mi amiga. A ese lugar donde había pasado tantas horas alegres... aquella cabaña ahora se convertía en una maldición de muerte. Ya no podía recordar los buenos momentos porque se congelaron ahí, porque los iba a asociar con aquellas muertes, con aquel dolor. Cuando abrí los ojos, era de día, pero era imposible distinguir qué hora er
La verdad no quería hablar con él. A pesar de que siempre había sido amable conmigo y de que, en efecto, tal vez era mi padre, yo sabía de qué hablaría. El mechón de cabello que ahora cubría mi cabeza era más grande y notorio. Y Sirius, previendo que tal vez era lo que yo pensaba, sacó de uno de los cajones — que habían llenado con ropa para mí — un pequeño gorrito que me entregó. Me hizo sentir un poco más cómoda poder cubrir mi cabello. Aparte, el frío que entraba por las ventanas de los pasillos no era precisamente muy agradable. Tampoco lo era hacia el salón del trono. Cuando abrí la puerta, el Alfa inmediatamente no estaba en el pedestal del centro, como la vez pasada que hablamos. Estaba en la ventana al fondo, una ventana enorme que había visto pero que yo pensaba tenía una vista a la tormenta eterna. También era por el salón; las botas de cuero resonaban mientras caminaba. Cuando el emisario señaló mi ropa, supe que Sirius sería un buen compañero. — Te queda bien — le dije
Por alguna extraña razón, me sentí muy feliz de ver a Valentín. Me había asustado bastante el hecho de que tal vez lo hubiera matado, y aunque Sirius me dijo que estaba vivo, no me sentí tan tranquila hasta que lo vi entrar por la puerta. Cuando llegó conmigo, le di un corto abrazo. — ¡Qué bueno que estés bien! Él sonrió. Luego, la mirada de Bastian y la suya se cruzaron. No tenía que ser una bruja ni tener sangre de ningún tipo para darme cuenta de que tramaban algo. Ambos sonrieron, y Valentín me tendió el brazo. — Bien, vamos. Te llevaré con Ariadna. Es mejor que me acompañes porque esa mujer me da miedo — dijo el Alfa antes de retirarse conmigo colgando del brazo. Yo le di una última mirada al Alfa, y él asintió con calidez. Y yo le sonreí de vuelta. Cuando salimos, Sirius nos estaba esperando afuera. — Esta vez voy con ustedes — sentenció el joven. Valentín le dio una fiera mirada, pero el muchacho se encogió de hombros. — Dejaste de ser mi maestro hace como cinco año
Los tres nos quedamos prácticamente paralizados en la entrada de la puerta. La mujer nos observó uno a uno. — ¿Se van a quedar ahí parados todo el día o van a entrar? — dijo después de un gemido. Entró a la casa y Sirius fue el primero en entrar. Lo primero que percibí al cruzar el umbral de la puerta fue el olor a incienso y canela, algo que me extrañó. La casa estaba bien ordenada, aunque no era extraño que hubiera cosas esotéricas en el lugar: atrapasueños, imágenes un poco demoníacas colgando de los cuadros en las paredes. Pero al fin de cuentas, no parecía una casa tan "de bruja". Supongo que mi pensamiento fue muy prejuicioso. Pero Ariadna tampoco parecía ser una mujer de ese estilo. Era escalofriantemente joven para lo que yo me había imaginado. Fácilmente podrías pensar que tenía unos 40 años pero aparentaba al menos 30. Se veía aseada y limpia, con unos vibrantes ojos verdes como esmeraldas. Pero me extrañó no ver su cabello blanco como la mayoría de la gente de la manada
Todos nos quedamos en silencio un largo minuto, sin saber muy bien qué decir. El café que sostenía en mis manos comenzó a temblar, así que lo dejé sobre la mesa y apreté los puños para que nadie viera cómo temblaban mis manos. — ¿La gente del bosque? — pregunté — . ¿Creen que mi poder venga de allá? La bruja simplemente se encogió de hombros, dándole un sorbo al café. — Tal vez. Es la única opción que tenemos, es lo único que se me ha podido ocurrir desde que el Alfa llegó a mi casa esta semana para pedir mi consejo sobre ti y tu poder. Y no solo es peligroso, como ya lo puedes demostrar, si no sabes controlarlo, sino que también es deseado. Muchacha, no sabes cuántas especies del Submundo podrían convocar ejércitos, crear genocidios por ti. — Pero yo no lo entiendo — dije, poniéndome de pie y caminando por la pequeña casa. Necesitaba moverme para que no notaran que me temblaban las piernas — . Por una extraña razón, aquello que genera muchísimo miedo... solamente expulso frío
Todo el consejo de guerra estaba reunido en el mismo lugar, debatiendo sobre lo mismo. Yo, sinceramente, ya estaba comenzando a sentirme aburrido. Estábamos dando vueltas sin sentido una y otra vez sin llegar a una conclusión completa. — Ya se los dije — dijo uno de los ancianos, quien siempre había sido el más sabio compañero del antiguo Alfa y que, en el poco tiempo que yo llevaba liderando la manada, había sido un gran consejero para mí — . No podemos atacar Flagela. No sabemos cómo ocultarnos en la Tormenta Eterna ni cómo guiarnos hacia la ciudad. Incluso si logramos encontrarla, ¿cómo vamos a atacar? El Domo que separa la ciudad de la tormenta es prácticamente impenetrable. No existe una forma en que podamos entrar por ella sin que nos vean. — Tal vez sí — dijo otro de los ancianos — . Enviar un grupo de élite de este viaje: los mejores de los mejores, incluyendo a nuestro Alfa Mael. Ellos se infiltrarán en Flagela y podrán acabar con la vida de la traidora.Yo permanecía ahí s