La verdad no quería hablar con él. A pesar de que siempre había sido amable conmigo y de que, en efecto, tal vez era mi padre, yo sabía de qué hablaría. El mechón de cabello que ahora cubría mi cabeza era más grande y notorio. Y Sirius, previendo que tal vez era lo que yo pensaba, sacó de uno de los cajones — que habían llenado con ropa para mí — un pequeño gorrito que me entregó. Me hizo sentir un poco más cómoda poder cubrir mi cabello. Aparte, el frío que entraba por las ventanas de los pasillos no era precisamente muy agradable. Tampoco lo era hacia el salón del trono. Cuando abrí la puerta, el Alfa inmediatamente no estaba en el pedestal del centro, como la vez pasada que hablamos. Estaba en la ventana al fondo, una ventana enorme que había visto pero que yo pensaba tenía una vista a la tormenta eterna. También era por el salón; las botas de cuero resonaban mientras caminaba. Cuando el emisario señaló mi ropa, supe que Sirius sería un buen compañero. — Te queda bien — le dije
Por alguna extraña razón, me sentí muy feliz de ver a Valentín. Me había asustado bastante el hecho de que tal vez lo hubiera matado, y aunque Sirius me dijo que estaba vivo, no me sentí tan tranquila hasta que lo vi entrar por la puerta. Cuando llegó conmigo, le di un corto abrazo. — ¡Qué bueno que estés bien! Él sonrió. Luego, la mirada de Bastian y la suya se cruzaron. No tenía que ser una bruja ni tener sangre de ningún tipo para darme cuenta de que tramaban algo. Ambos sonrieron, y Valentín me tendió el brazo. — Bien, vamos. Te llevaré con Ariadna. Es mejor que me acompañes porque esa mujer me da miedo — dijo el Alfa antes de retirarse conmigo colgando del brazo. Yo le di una última mirada al Alfa, y él asintió con calidez. Y yo le sonreí de vuelta. Cuando salimos, Sirius nos estaba esperando afuera. — Esta vez voy con ustedes — sentenció el joven. Valentín le dio una fiera mirada, pero el muchacho se encogió de hombros. — Dejaste de ser mi maestro hace como cinco año
Los tres nos quedamos prácticamente paralizados en la entrada de la puerta. La mujer nos observó uno a uno. — ¿Se van a quedar ahí parados todo el día o van a entrar? — dijo después de un gemido. Entró a la casa y Sirius fue el primero en entrar. Lo primero que percibí al cruzar el umbral de la puerta fue el olor a incienso y canela, algo que me extrañó. La casa estaba bien ordenada, aunque no era extraño que hubiera cosas esotéricas en el lugar: atrapasueños, imágenes un poco demoníacas colgando de los cuadros en las paredes. Pero al fin de cuentas, no parecía una casa tan "de bruja". Supongo que mi pensamiento fue muy prejuicioso. Pero Ariadna tampoco parecía ser una mujer de ese estilo. Era escalofriantemente joven para lo que yo me había imaginado. Fácilmente podrías pensar que tenía unos 40 años pero aparentaba al menos 30. Se veía aseada y limpia, con unos vibrantes ojos verdes como esmeraldas. Pero me extrañó no ver su cabello blanco como la mayoría de la gente de la manada
Todos nos quedamos en silencio un largo minuto, sin saber muy bien qué decir. El café que sostenía en mis manos comenzó a temblar, así que lo dejé sobre la mesa y apreté los puños para que nadie viera cómo temblaban mis manos. — ¿La gente del bosque? — pregunté — . ¿Creen que mi poder venga de allá? La bruja simplemente se encogió de hombros, dándole un sorbo al café. — Tal vez. Es la única opción que tenemos, es lo único que se me ha podido ocurrir desde que el Alfa llegó a mi casa esta semana para pedir mi consejo sobre ti y tu poder. Y no solo es peligroso, como ya lo puedes demostrar, si no sabes controlarlo, sino que también es deseado. Muchacha, no sabes cuántas especies del Submundo podrían convocar ejércitos, crear genocidios por ti. — Pero yo no lo entiendo — dije, poniéndome de pie y caminando por la pequeña casa. Necesitaba moverme para que no notaran que me temblaban las piernas — . Por una extraña razón, aquello que genera muchísimo miedo... solamente expulso frío
Todo el consejo de guerra estaba reunido en el mismo lugar, debatiendo sobre lo mismo. Yo, sinceramente, ya estaba comenzando a sentirme aburrido. Estábamos dando vueltas sin sentido una y otra vez sin llegar a una conclusión completa. — Ya se los dije — dijo uno de los ancianos, quien siempre había sido el más sabio compañero del antiguo Alfa y que, en el poco tiempo que yo llevaba liderando la manada, había sido un gran consejero para mí — . No podemos atacar Flagela. No sabemos cómo ocultarnos en la Tormenta Eterna ni cómo guiarnos hacia la ciudad. Incluso si logramos encontrarla, ¿cómo vamos a atacar? El Domo que separa la ciudad de la tormenta es prácticamente impenetrable. No existe una forma en que podamos entrar por ella sin que nos vean. — Tal vez sí — dijo otro de los ancianos — . Enviar un grupo de élite de este viaje: los mejores de los mejores, incluyendo a nuestro Alfa Mael. Ellos se infiltrarán en Flagela y podrán acabar con la vida de la traidora.Yo permanecía ahí s
Apreté con fuerza los puños mientras caminaba por los estrechos pasillos de las celdas. Estaban diseñados específicamente para eso: para que cualquier lobo que quisiera entrar o salir del lugar debía hacerlo en su forma humana, en su forma más vulnerable. Mi pecho y mi espalda rozaban con las paredes, pero al fin, cuando logré liberarme del estrecho pasillo y se abrieron las catacumbas del fondo, sentí que la claustrofobia se espantaba un poco.Apreté con fuerza los ojos después de que Ángel apareciera con la antorcha. El lugar se iluminó; permanecía en una perpetua oscuridad para fracturar a los prisioneros en la oscuridad y el silencio. Caminamos hacia la celda donde estaban los lobos, y allí estaban, transformados, acurrucados uno sobre otro. Tres lobos blancos, tan pálidos que reflejaban la luz de las antorchas.Ángel encendió un par de antorchas más al lado de la celda y nos paramos a observarlos. Ellos nos observaron a nosotros con sus ojos claros, trabados en los nuestros. Exte
La única persona en mi vida que me había besado era Ismael. A veces se colaba en mi habitación por la ventana. Siempre había sido un hombre muy ágil, incluso en su forma humana, más fuerte que los demás. Por eso había sido elegido para ser el próximo Alfa. Su poder físico era arrollador, al igual que su poder mental. Él, su amigo Ángel y otro más que abandonó la manada habían sido entrenados por uno de los ancianos del Consejo porque había visto en sus mentes la capacidad para desarrollar una habilidad inigualable, como ningún lobo podría entender completamente.Y a pesar de eso, a pesar de ser tan popular en la manada, a pesar de que nuestro compromiso era obligatorio por decisión del Alfa, él elegía venir todas las noches hacia mi casa y trepar por el árbol, entrando por la ventana. El árbol verdoso de hojas anchas y frutas dulces que crecía junto a mi ventana. Ahí había sido mi primer beso. Había sentido aún el sabor dulce de la fruta en la saliva de Ismael, había sentido su calor
Sirius llevaba las galletas en una bolsita debajo del brazo. Llegamos a la mesa, estábamos al fondo de la cafetería, y nos sentamos ahí. El joven me observó, esperando que yo le dijera algo, pero me quedé callada un momento, analizando lo que me rodeaba.La cafetería era muy bonita, construida completamente en madera, como casi todo lo de la ciudad. Podía verse pintoresca, coloreada con cal y algunas especies que la hacían lucir un poco infantil a mi parecer, pero el mostrador estaba lleno de panes recién horneados que despedían un agradable olor.El joven levantó sus cejas hacia mí, presionándome para que hablara, y yo suspiré profundo. — Es que no sé si debería contarte esto. Él me observó. — Bueno, el Alfa Bastian me encargó cuidarte, apoyarte y ser tu amigo de ser necesario. Creo que esto último no es una orden. Sí, me gustaría ser tu amigo. ¿Acaso no te gustaría que fuéramos amigos? ¿Has tenido algún amigo alguna vez? Yo me encogí de hombros. — La verdad, sí. Por poco tie