La única persona en mi vida que me había besado era Ismael. A veces se colaba en mi habitación por la ventana. Siempre había sido un hombre muy ágil, incluso en su forma humana, más fuerte que los demás. Por eso había sido elegido para ser el próximo Alfa. Su poder físico era arrollador, al igual que su poder mental. Él, su amigo Ángel y otro más que abandonó la manada habían sido entrenados por uno de los ancianos del Consejo porque había visto en sus mentes la capacidad para desarrollar una habilidad inigualable, como ningún lobo podría entender completamente.Y a pesar de eso, a pesar de ser tan popular en la manada, a pesar de que nuestro compromiso era obligatorio por decisión del Alfa, él elegía venir todas las noches hacia mi casa y trepar por el árbol, entrando por la ventana. El árbol verdoso de hojas anchas y frutas dulces que crecía junto a mi ventana. Ahí había sido mi primer beso. Había sentido aún el sabor dulce de la fruta en la saliva de Ismael, había sentido su calor
Sirius llevaba las galletas en una bolsita debajo del brazo. Llegamos a la mesa, estábamos al fondo de la cafetería, y nos sentamos ahí. El joven me observó, esperando que yo le dijera algo, pero me quedé callada un momento, analizando lo que me rodeaba.La cafetería era muy bonita, construida completamente en madera, como casi todo lo de la ciudad. Podía verse pintoresca, coloreada con cal y algunas especies que la hacían lucir un poco infantil a mi parecer, pero el mostrador estaba lleno de panes recién horneados que despedían un agradable olor.El joven levantó sus cejas hacia mí, presionándome para que hablara, y yo suspiré profundo. — Es que no sé si debería contarte esto. Él me observó. — Bueno, el Alfa Bastian me encargó cuidarte, apoyarte y ser tu amigo de ser necesario. Creo que esto último no es una orden. Sí, me gustaría ser tu amigo. ¿Acaso no te gustaría que fuéramos amigos? ¿Has tenido algún amigo alguna vez? Yo me encogí de hombros. — La verdad, sí. Por poco tie
Entendía que era algo grave. Claro que sí. Los vampiros y los lobos eran como los perros y los gatos: teníamos una enemistad natural. O bueno, al menos tenían los que eran lobos. Pero, aunque era una noticia importante, me pareció que la actitud de todos los presentes fue un poco sobreactuada. Muchos habían palidecido cuando los lobos que estaban en la panadería informaron a los demás del comunicado que había pasado de mente a mente, hasta que toda la ciudad, en un par de segundos, supo la noticia.Sus rostros también parecían... Miré alrededor, y entonces le pregunté a Sirius, arrugando la nariz: — ¿No lo comprendes, verdad?Yo negué. — Claro que no. — No lo comprendes porque no has vivido aquí, no te han contado las historias. Los vampiros son nuestros enemigos. — Eso lo sé. Pero... cuando un vampiro se cruzaba en Luna Azul, ¿no lo asesinaban de inmediato? Si es tan grave, ¿por qué? — Sí, por el aquelarre. Y el aquelarre está cerca. Su ciudad también está bajo la tormenta ete
El lobo de Sirius era relativamente más pequeño que los demás. Los lobos, al igual que sus portadores, seguían creciendo. Cuando un niño hacía su primer cambio a los ocho o diez años, su lobo era pequeño, y ambos crecían juntos hasta llegar a la adultez. Y aunque Sirius era un joven que estaba más del lado adulto que del lado adolescente, solo debía crecer un poco más. De todas formas, era suficientemente fuerte y rápido para llevarme al palacio principal de la ciudad en una carrera de unos 40 minutos.Cuando lo hicimos, había un grupo de hombres afuera que me tomaron de los brazos y prácticamente me arrastraron dentro del hogar. No entendía lo que pasaba. — Mi nuevo esquema de seguridad — habían dicho — , habían relegado a Sirius, pero bien apartado, unos metros más allá. Mientras me llevaban por los pasillos, pregunté: — ¿Qué es lo que está pasando? Pero ninguno contestó. Me llevaron hacia el salón principal. Cuando entré, el consejo de ancianos estaba reunido ahí. Bastian tamb
— No — dijo el Alfa con firmeza, y todos en el salón se estremecieron — . Es demasiado peligroso.Cuando un Alfa asumía el cargo, algo cambiaba dentro de ellos. Era algo que no habíamos sabido explicar, que las antiguas generaciones de lobos, más creyentes en la diosa luna, asumían como un don. Ese poder les daba voz de autoridad. Cuando un Alfa asumía el cargo, se hacía más fuerte; cada cosa que decía era aceptada rotundamente, su voz de mando se hacía innegablemente poderosa. Tal vez era algo interno, o tal vez el poder de la diosa luna influía. De todas formas, cuando un Alfa daba su veredicto con certeza, no había quien dijera lo contrario.Y en ese momento, pude ver cómo la voz de mando de Bastian acalló cualquier posible queja o reclamo. Pero yo no era un lobo. No sentía los instintos corriendo por mis venas. Así que la voz de mando del Alfa no producía en mí nada.Entonces fui yo la que levanté el pecho y negué con la cabeza. — Me imagino que han intentado interrogarlos de mu
Nunca había visto un vampiro. Ni siquiera había podido leer mucho sobre ellos, prácticamente nada. Lo único que sabía era lo que Sirius me había contado en la cafetería esa mañana. No sabía cómo lucirían, no sabía cómo hablaban, si siseaban como una serpiente... Y todo aquello me llenó el cuerpo de ansiedad. Ahora, tal vez, pensaba que Valentín tenía razón. ¿Qué podría yo decirles a ellos? ¿Cómo podría sacarles información? No tenía idea. Ni siquiera había hablado con un vampiro en mi vida, y ahora pretendía ser capaz de sacar la información.Pero lo cierto era que, si había alguna persona que podía hacerlo, era yo. Si ellos me querían a mí, tal vez podría encontrar esa razón. Si era lo suficientemente astuta. Pero ¿sería lo suficientemente astuta? Probablemente no. No era muy buena socialmente. La mayor parte de mi vida la había pasado encerrada en la biblioteca o en mi habitación, leyendo los pocos libros que mi padre me permitía leer. Y ahora estaba ahí, a punto de hablar con un gr
— Vampiros... — murmuré mientras metía la punta metalizada de la pluma en la vela. — ¿Estás seguro de eso? — le pregunté a mi amigo.Ángel asintió mientras me arrebataba la pluma de la mano para que no la arruinara con el fuego. Se llenó los dedos de saliva y cuando presionó en la punta, se escuchó el sonido irritante de líquido al ser evaporado. — Claro que sí. Tú nunca fuiste muy bueno con la telepatía. — — Sigo siendo mejor que el 99% de los lobos de esta manada. — — Sí, pero yo soy ese otro uno por ciento. Las mentes de los demás son muy fáciles. Un humano que nunca tiene control sobre su poder mental se lee como un libro abierto. Pero para los lobos que están más... desde pequeño nos han entrenado precisamente para eso, para evitar este tipo de ataques. Y de no ser por nuestro maestro, ninguno hubiera logrado hacer nada. Pero pude verlo en sus recuerdos: vi a un hombre de ojos rojos. Fue un pestañeo fugaz, pero lo vi. Y la única criatura que conocemos de ojos rojos es un
— Lilith, por favor — , le dije. Ya no quería pelear. Estaba cansado de eso. — Debo hacer algo importante esta noche. Iré a ver a mi maestro, así que por favor no me molestes. — Cuando traté de cruzar por su lado, aferró con fuerza su mano en mi muñeca. Intenté escapar, pero ella era muy fuerte. A pesar de que yo era el Alfa y de que era uno de los lobos más fuertes de la manada — sino el más fuerte — , Lilith me superaba. Era una loba de raza superior. Incluso en su forma humana podría igualar mi fuerza, pero ambos transformados me ganaría. Por suerte o por desgracia, prefería pasar la mayor parte de su tiempo como humana. Odiaba rasgar sus vestidos y decía que sentía pulgas cuando su lobo aparecía. Me parecía extraño cómo una persona con los genes de cántropos pensaría de esa forma. La mayoría deseaba pasar tanto tiempo transformados como fuese posible. De hecho, había una razón biológica que nos lo impedía: una energía que se iba concentrando en nuestro estómago hasta que explota