34.

— Vampiros... — murmuré mientras metía la punta metalizada de la pluma en la vela. — ¿Estás seguro de eso? — le pregunté a mi amigo.

Ángel asintió mientras me arrebataba la pluma de la mano para que no la arruinara con el fuego. Se llenó los dedos de saliva y cuando presionó en la punta, se escuchó el sonido irritante de líquido al ser evaporado. — Claro que sí. Tú nunca fuiste muy bueno con la telepatía. —

— Sigo siendo mejor que el 99% de los lobos de esta manada. —

— Sí, pero yo soy ese otro uno por ciento. Las mentes de los demás son muy fáciles. Un humano que nunca tiene control sobre su poder mental se lee como un libro abierto. Pero para los lobos que están más... desde pequeño nos han entrenado precisamente para eso, para evitar este tipo de ataques. Y de no ser por nuestro maestro, ninguno hubiera logrado hacer nada. Pero pude verlo en sus recuerdos: vi a un hombre de ojos rojos. Fue un pestañeo fugaz, pero lo vi. Y la única criatura que conocemos de ojos rojos es un
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