36.

Yo abrí la boca para decir algo, pero sinceramente no encontré las palabras que pudieran expresar lo que sentía en ese momento.

— ¿De qué hablas? — le pregunté.

El hombre lanzó un gran suspiro mientras miraba el cielo a través de la ventana de cristal.

— Bebe — me dijo — . El té va a calmarte.

— Yo estoy calmado — dije, tal vez levantando un poco el tono de voz. Pero entonces bebí del té. Estaba caliente, raspando mi garganta, tal vez porque tomé un trago más grande de lo debido, y tuve que toser un par de veces.

— Así como lo oyes. Tú llegaste a Luna Azul de una forma inesperada. Tú estabas destinado desde el principio a ser el Alfa de aquí, a que yo te enseñara lo que sabes. Ángel... pues simplemente fue una coincidencia hermosa del destino que también tuviera ese talento. Espectacular, de hecho. Su talento es mejor que el mío.

— Por eso venía a verte. Porque logró ver en la mente de los lobos que mataron a nuestro Alfa algo, y quería preguntarte al respecto. Pero ahora ya no s
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