Yo me quedé ahí de pie, esperando un sermón, pero la mujer me señaló el mueble en el que había caído. Me dirigí hacia él un segundo después de que Valentín apoyara con fuerza en el mueble y, con un movimiento hábil, volviera a poner el ducto de ventilación en su lugar. Me sentí un poco apenada por eso, pero ellos tenían que entender que para mí no era fácil comprender aquellas situaciones.Me senté en el mueble y Artemisa se sentó al otro lado. Era una mujer extraña, muy atractiva, pero podía verse completamente lo que era realmente: la Luna de esa manada. Nadie podría negarlo al verla. Era lo primero en que pensaba: una mujer poderosa y fuerte. — Quiero que nos des la oportunidad — me dijo — . En Luna Azul más recibiste que desprecio y maltrato. ¿En serio estabas pensando regresar allá? ¿Allá donde nunca nadie te consideró realmente una miembro?Yo aparté la mirada mientras me abrazaba a mí misma. Valentín estaba de pie, dándonos la espalda mientras observaba por la ventana, como si
Después de que estuve completamente vestida y organizada para salir, me miré en el espejo y traté de esconder el mechón blanco de cabello. Fue muy extraño porque a todos les había dicho que no, y yo no tenía idea de lo que había pasado. Y aunque ciertamente yo no tenía ninguna idea de lo que había pasado, era claro que sí había sido yo la que había congelado a los cazadores. Puse una mano en mi pecho y pensé: esa sensación que había sentido, ese impulso que me había llevado a hacer lo que hice, era parte miedo y parte rabia, en potencia y deseo. Lo entendía muy bien cómo habían sucedido las cosas. Y bueno, tenía que ser porque yo misma vi a los cazadores congelados, y ahora este mechón de cabello que me marcaba. Hubiese pensado que todo era mentira porque parecía increíble de pensar: ¿cómo era que yo había conseguido poderes de hielo? Yo, que ni siquiera mi loba había sido capaz de emerger.Tal vez era verdad. Tal vez yo sí era la hija de Artemisa. Pero estaba tan confundida que no er
El hombre estiró sus manos y envolvió mi cuerpo contra el suyo, correspondiendo el abrazo. Pero entonces supe que estaba haciendo algo indecente: apenas hacía una hora que lo conocía, no podía tener tal arrebato de emoción. Sin embargo, tampoco podía negarme a mí misma que aquel gesto había sido bastante hermoso. Enviar una expedición por el cuerpo de Helen para que yo pudiera enterrarla como se lo merecía era algo increíble, y a pesar de que apenas lo conocía, le agradecería siempre por eso.Pero llegó el momento y me aparté, aunque parecía que él quería conservar el abrazo un rato más. — Muchas gracias, Valentín — le dije con un tono neutro y profesional. Si yo era la hija del Alfa, él simplemente era un miembro de su consejo. — Está bien, vamos. Te enseñaré todo lo que tenemos aquí.No era extraño para mí pasear por las calles y ver lobos por todas partes. Las ciudades de los lobos estaban diseñadas para eso: para albergar aquellas criaturas gigantes en las que la diosa Luna nos
No supe qué sentir al respecto: ¿miedo, ansiedad, ilusión por volver a ver a Mael? Tal vez un poco de eso último. Había pasado toda mi vida enamorada de él. Mis sentimientos no podían cambiar de la noche a la mañana, no cuando aún pensaba — inocentemente — que tal vez todas las acusaciones que ese hombre había levantado en mi contra eran falsas. Que aquella carta no hubiese sido escrita por él. Que aún creía en mi inocencia.Entonces me abracé a mí misma. Me entró una extraña sensación de frío, pero no era un frío físico. El lugar de la ciudad en el que estábamos era cálido, por las huertas y las granjas que había alrededor, y por la cúpula de cristal que separaba la tormenta eterna del interior. Pero de todas formas, sentí como si los huesos se me congelaran.Y entonces lo sentí de nuevo. Esa sensación punzante en el pecho. La misma que había sentido cuando los cazadores me estaban atacando.Suspiré profundo. No era tan fuerte como en esa ocasión, pero ahí estaba. Y entonces me asust
Mis pies temblaron con tanta fuerza que caí sobre el frío suelo marmoleado. Los brazos de Valentín me sostuvieron por los hombros. — Levántate — me dijo — . ¿Puede ser que estés hablando? — ¡Claro que estoy hablando! — le grité, mientras sus pasos me impedían caer al suelo completamente. — Así es, Alicia. Los exploradores dijeron que no encontraron el cuerpo de tu amiga.Yo negué varias veces. — No, seguramente no buscaron en el lugar donde yo la había dejado. ¡Ahí tiene que estar!Pero él me miró con firmeza. — No. Al llegar, encontraron el agujero. Alguien había cavado y se había llevado su cuerpo.Mis ojos se llenaron de lágrimas nuevamente. Ya estaba cansada de sentirme de esa forma: impotente ante todo lo que pasara, ante la vida. Los ojos llenos de lágrimas como una débil. Así que respiré hondo y me contuve. Ya no iba a llorar más. No tenía por qué hacerlo. Me limpié las lágrimas con los puños. — Entonces, ¿dónde está? — No lo sabemos. No dejaron ningún tipo de rastro. Y
Pasó una noche terriblemente intranquila. A pesar de todo lo sucedido y de la conversación con el Alfa, no pude evitar que las dudas me asaltaran durante la noche. La tormenta que arreciaba con fuerza al otro lado de la ventana lo hizo peor, me hizo pensar una y otra vez.La antigua portadora del poder del hielo había creado la tormenta eterna. ¿Por qué? ¿Con qué propósito? ¿Sumergir la ciudad de Flagela en un invierno eterno? Tal vez era porque la ciudad no era buena. Tal vez porque la manada no era buena. Tal vez ella quería aislarlos del resto del mundo.De todas formas, a pesar de mi cansancio, mi cabeza no me permitió descansar con claridad. Toda la noche me la pasé dando vueltas y semiacomodándome, pensando en el cadáver de Helen, en cómo había desaparecido tan misteriosamente… En el poder del hielo que corría por mi cuerpo y que no sabía cómo utilizar. En el caso de que algún día regresara, claro. Tal vez solo había sido un acto esporádico, algo que no volvería a suceder. Tal v
Cuando estaba en el palacio, el abrigo me parecía que conservaba muy bien el calor, pero afuera, en la tormenta eterna, pude notar todo lo contrario. Era tan intenso aquel frío que mis dientes comenzaron a castañetear solo una hora después. A pesar de que el cuerpo del Alfa despedía bastante calor corporal, yo comenzaba a sentir que los dedos entumecidos ya no eran lo suficientemente fuertes como para aferrarme a su blanco pelaje.Artemisa volteó a mirar hacia atrás. — ¿Estás bien? — me preguntó. Apenas pude oírla con el viento golpeando nuestros rostros, pero asentí. — Sí, estoy bien — le dije.De reojo pude ver el lobo de Valentín, pero no quise mirarlo. Ni siquiera cuando me levanté en la mañana y lo vi afuera quise verlo a la cara. ¿Era eso lo que pretendía? ¿Acaso estaba coqueteando conmigo?Él había sido muy claro. Habló sobre las parejas destinadas, y también Bastian me había hablado sobre que algún día yo gobernaría Flagela. Apreté con fuerza el pelaje del Alfa. ¿Acaso lo es
— Tendrá que pasar por encima de mi cadáver el que quiera la cabeza de mi hija — repitió Bastián.Pude notar cómo todos se tensaron al momento, cómo la atmósfera se hizo tan espesa que, casi literalmente, los copos de nieve se detuvieron en el aire. Todos guardamos silencio. Entonces mi madre — o la que alguna vez creí que era mi madre — levantó su afilado dedo hacia mí, señalándome. — Quiero que traigan su cabeza — ordenó con un tono de voz firme que no daba espacio a la negativa.Y entonces vi cómo Mael levantó la cabeza, como si esperara una orden, pero los lobos que saltaron hacia el frente no alcanzaron a escucharla. Todos se transformaron en ese momento. Pude escuchar cómo los huesos crujían, cómo el sonido de las telas al rasgarse llenó el aire. Una mano fuerte se afianzó a mi muñeca y me tiró hacia atrás. Era Artemisa, que me guiaba para protegerme de la batalla. Ambos alfas transformados se lanzaron uno frente a otro. Pude ver cómo la pelea se formó. Pude ver cómo blancos pe