El hombre estiró sus manos y envolvió mi cuerpo contra el suyo, correspondiendo el abrazo. Pero entonces supe que estaba haciendo algo indecente: apenas hacía una hora que lo conocía, no podía tener tal arrebato de emoción. Sin embargo, tampoco podía negarme a mí misma que aquel gesto había sido bastante hermoso. Enviar una expedición por el cuerpo de Helen para que yo pudiera enterrarla como se lo merecía era algo increíble, y a pesar de que apenas lo conocía, le agradecería siempre por eso.Pero llegó el momento y me aparté, aunque parecía que él quería conservar el abrazo un rato más. — Muchas gracias, Valentín — le dije con un tono neutro y profesional. Si yo era la hija del Alfa, él simplemente era un miembro de su consejo. — Está bien, vamos. Te enseñaré todo lo que tenemos aquí.No era extraño para mí pasear por las calles y ver lobos por todas partes. Las ciudades de los lobos estaban diseñadas para eso: para albergar aquellas criaturas gigantes en las que la diosa Luna nos
No supe qué sentir al respecto: ¿miedo, ansiedad, ilusión por volver a ver a Mael? Tal vez un poco de eso último. Había pasado toda mi vida enamorada de él. Mis sentimientos no podían cambiar de la noche a la mañana, no cuando aún pensaba — inocentemente — que tal vez todas las acusaciones que ese hombre había levantado en mi contra eran falsas. Que aquella carta no hubiese sido escrita por él. Que aún creía en mi inocencia.Entonces me abracé a mí misma. Me entró una extraña sensación de frío, pero no era un frío físico. El lugar de la ciudad en el que estábamos era cálido, por las huertas y las granjas que había alrededor, y por la cúpula de cristal que separaba la tormenta eterna del interior. Pero de todas formas, sentí como si los huesos se me congelaran.Y entonces lo sentí de nuevo. Esa sensación punzante en el pecho. La misma que había sentido cuando los cazadores me estaban atacando.Suspiré profundo. No era tan fuerte como en esa ocasión, pero ahí estaba. Y entonces me asust
Mis pies temblaron con tanta fuerza que caí sobre el frío suelo marmoleado. Los brazos de Valentín me sostuvieron por los hombros. — Levántate — me dijo — . ¿Puede ser que estés hablando? — ¡Claro que estoy hablando! — le grité, mientras sus pasos me impedían caer al suelo completamente. — Así es, Alicia. Los exploradores dijeron que no encontraron el cuerpo de tu amiga.Yo negué varias veces. — No, seguramente no buscaron en el lugar donde yo la había dejado. ¡Ahí tiene que estar!Pero él me miró con firmeza. — No. Al llegar, encontraron el agujero. Alguien había cavado y se había llevado su cuerpo.Mis ojos se llenaron de lágrimas nuevamente. Ya estaba cansada de sentirme de esa forma: impotente ante todo lo que pasara, ante la vida. Los ojos llenos de lágrimas como una débil. Así que respiré hondo y me contuve. Ya no iba a llorar más. No tenía por qué hacerlo. Me limpié las lágrimas con los puños. — Entonces, ¿dónde está? — No lo sabemos. No dejaron ningún tipo de rastro. Y
Pasó una noche terriblemente intranquila. A pesar de todo lo sucedido y de la conversación con el Alfa, no pude evitar que las dudas me asaltaran durante la noche. La tormenta que arreciaba con fuerza al otro lado de la ventana lo hizo peor, me hizo pensar una y otra vez.La antigua portadora del poder del hielo había creado la tormenta eterna. ¿Por qué? ¿Con qué propósito? ¿Sumergir la ciudad de Flagela en un invierno eterno? Tal vez era porque la ciudad no era buena. Tal vez porque la manada no era buena. Tal vez ella quería aislarlos del resto del mundo.De todas formas, a pesar de mi cansancio, mi cabeza no me permitió descansar con claridad. Toda la noche me la pasé dando vueltas y semiacomodándome, pensando en el cadáver de Helen, en cómo había desaparecido tan misteriosamente… En el poder del hielo que corría por mi cuerpo y que no sabía cómo utilizar. En el caso de que algún día regresara, claro. Tal vez solo había sido un acto esporádico, algo que no volvería a suceder. Tal v
Cuando estaba en el palacio, el abrigo me parecía que conservaba muy bien el calor, pero afuera, en la tormenta eterna, pude notar todo lo contrario. Era tan intenso aquel frío que mis dientes comenzaron a castañetear solo una hora después. A pesar de que el cuerpo del Alfa despedía bastante calor corporal, yo comenzaba a sentir que los dedos entumecidos ya no eran lo suficientemente fuertes como para aferrarme a su blanco pelaje.Artemisa volteó a mirar hacia atrás. — ¿Estás bien? — me preguntó. Apenas pude oírla con el viento golpeando nuestros rostros, pero asentí. — Sí, estoy bien — le dije.De reojo pude ver el lobo de Valentín, pero no quise mirarlo. Ni siquiera cuando me levanté en la mañana y lo vi afuera quise verlo a la cara. ¿Era eso lo que pretendía? ¿Acaso estaba coqueteando conmigo?Él había sido muy claro. Habló sobre las parejas destinadas, y también Bastian me había hablado sobre que algún día yo gobernaría Flagela. Apreté con fuerza el pelaje del Alfa. ¿Acaso lo es
— Tendrá que pasar por encima de mi cadáver el que quiera la cabeza de mi hija — repitió Bastián.Pude notar cómo todos se tensaron al momento, cómo la atmósfera se hizo tan espesa que, casi literalmente, los copos de nieve se detuvieron en el aire. Todos guardamos silencio. Entonces mi madre — o la que alguna vez creí que era mi madre — levantó su afilado dedo hacia mí, señalándome. — Quiero que traigan su cabeza — ordenó con un tono de voz firme que no daba espacio a la negativa.Y entonces vi cómo Mael levantó la cabeza, como si esperara una orden, pero los lobos que saltaron hacia el frente no alcanzaron a escucharla. Todos se transformaron en ese momento. Pude escuchar cómo los huesos crujían, cómo el sonido de las telas al rasgarse llenó el aire. Una mano fuerte se afianzó a mi muñeca y me tiró hacia atrás. Era Artemisa, que me guiaba para protegerme de la batalla. Ambos alfas transformados se lanzaron uno frente a otro. Pude ver cómo la pelea se formó. Pude ver cómo blancos pe
Tal vez era un instinto, supongo, lo que me llevó a agacharme y tomar una rama que tenía cercana. Pero era una idiota. ¿Cómo se suponía que aquello podría salvarme contra un lobo de dos metros de altura, que podía desgarrar barras de hierro si quisiera con sus fauces?Con fuerza, tomé la rama.Entonces Mael comenzó a avanzar hacia mí. El viento sopló y su pelaje fue acariciado con la brisa, derribando los copos de nieve que habían aterrizado sobre él. Cuando estaba a unos tres o cuatro metros de mí, extendí mi vara hacia él, como si fuese una espada. — ¿Así es como va a terminar todo? — pregunté — . ¿Así es como va a terminar el cariño que un día dijiste tenerme?Eso lo hizo detenerse.Regresó a su forma humana y me miró a los ojos. Su cabello castaño, despeinado por la transformación, su cuerpo desnudo brillando con la luz que se reflejaba en la nieve. — ¿Por qué piensas que ese cariño ya se desvaneció? — me dijo.Pero apretaba con fuerza los puños, a pesar de que sus palabras y su
Caí al suelo, en medio de la nieve. Qué amor, te comenté. El viento levantó una capa de nieve que cayó sobre nosotros mientras los dos hombres se cernían uno sobre el otro, peleando. Tuve miedo. Ambos cuerpos chocaron. Me sorprendió que de inmediato no se transformaran. Pelearon como humanos, desnudos, uno sobre el otro. — ¡No te la vas a llevar! — le gritó Valentín.Mael le dio una patada en el estómago que lo lanzó un par de metros atrás, y ambos se pusieron de pie, uno frente al otro. Yo, casi en medio de los dos. — Tampoco voy a permitir que se la lleven ustedes, para que la sigan usando y manipulando como lo están haciendo. ¿Acaso crees que ella está en el cielo como para dejarse manipular? Ella está con nosotros porque quiere. — No importa — dijo Mael, apretando los puños — . Si te la vas a llevar, vas a tener que pasar por encima de mi cadáver.Valentín lo observó fijamente. Sus ojos claros se oscurecieron por la rabia que llenaba su cuerpo en ese momento. — Lo mismo te dig