12.

Después de que estuve completamente vestida y organizada para salir, me miré en el espejo y traté de esconder el mechón blanco de cabello. Fue muy extraño porque a todos les había dicho que no, y yo no tenía idea de lo que había pasado. Y aunque ciertamente yo no tenía ninguna idea de lo que había pasado, era claro que sí había sido yo la que había congelado a los cazadores. Puse una mano en mi pecho y pensé: esa sensación que había sentido, ese impulso que me había llevado a hacer lo que hice, era parte miedo y parte rabia, en potencia y deseo. Lo entendía muy bien cómo habían sucedido las cosas. Y bueno, tenía que ser porque yo misma vi a los cazadores congelados, y ahora este mechón de cabello que me marcaba. Hubiese pensado que todo era mentira porque parecía increíble de pensar: ¿cómo era que yo había conseguido poderes de hielo? Yo, que ni siquiera mi loba había sido capaz de emerger.

Tal vez era verdad. Tal vez yo sí era la hija de Artemisa. Pero estaba tan confundida que no er
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