De Plan B a Protagonista de Su Propia Historia
De Plan B a Protagonista de Su Propia Historia
Por: Floria
Capítulo1
—Sé sincero, ¿te acostaste con Sara?

La voz grave se coló por la rendija de la puerta, frenándome en seco justo cuando iba a entrar.

Por la abertura, vi a Carlos recostado en su sillón, con los labios apretados.

—Ella se me insinuó, pero no me interesa.

—Vamos, Carlos, no seas tan quisquilloso. Sara es toda una belleza, muchos andan tras ella —dijo Miguel Soto, el mejor amigo de Carlos y testigo de nuestra historia de una década.

—Es que la conozco demasiado, y no hay ninguna chispa entre nosotros, ¿me entiendes? —repuso Carlos con el ceño fruncido.

A los catorce años me habían enviado a vivir con los Jiménez. Ahí fue que conocí a Carlos, y todos comenzaron a decir que algún día nos casaríamos.

Desde entonces hemos vivido juntos, y así, entre ir y venir, se nos fueron diez años.

—Claro, si trabajan en el mismo lugar, se ven las caras todo el santo día, y encima viven juntos. Seguro hasta saben cuándo el otro va al baño.

Miguel soltó una risita y chasqueó la lengua.

—Ya no estamos para esos amores que nacen con los años. Hoy en día, entre hombre y mujer tiene que haber misterio, ese no sé qué inalcanzable, que prende la llama.

Carlos se quedó callado, sin negar ni afirmar lo que decía Miguel.

—Y entonces, ¿te vas a casar con ella o qué? —La pregunta de Miguel me dejó sin aliento.

Los papás de Carlos querían que nos casáramos, pero él parecía no decidirse, y yo tampoco me había atrevido a preguntarle antes. Miguel estaba haciendo la pregunta por mí.

Carlos no dijo nada, y Miguel sonrió.

—¿No te quieres casar entonces?

—No es eso.

—Ah, entonces sí quieres, pero no estás convencido, ¿verdad? —repuso Miguel, quien conocía a Carlos como la palma de su mano.

—Oye Miguel, ¿conoces ese dicho? —Carlos esbozó una sonrisa.

—¿Cuál?

—Ni chicha ni limonada —respondió Carlos, mientras encendía un cigarro y el humo envolvió el rostro que yo había amado por una década.

Sentí una punzada en el corazón, al pensar que, para él, yo era algo prescindible.

—Bueno, pero ya dilo, ¿vas a casarte con ella o no? —insistió Miguel.

Carlos lo miró de reojo.

—¿Por qué tanto interés? ¿Te gusta? Si quieres, te la cedo.

Así que yo, una persona de carne y hueso, para él no era más que un objeto sin valor que podía regalar como si nada. Ni siquiera a una mascota la trataría de ese modo, después de tanto tiempo. Al menos, le daría lástima. Sin embargo, aquello me confirmó lo obvio: yo no significaba nada para él.

Y pensar que él había sido mi todo durante estos diez años, mi razón de ser.

Sus palabras me hirieron en lo más profundo y sentí cómo la bilis subía por mi garganta...

Bajé la mirada hacia los papeles del Registro Civil que llevaba en las manos mordiéndome el labio con fuerza.

—Ja. —Miguel soltó una risita sarcástica—. ¿Qué es lo que estás diciendo? Con la mujer del amigo no se juega. Yo, Miguel Soto, no estoy tan desesperado como para hacer algo así.

Carlos apagó el cigarro en el cenicero y se puso de pie.

—Ya, mejor lárgate, solo vienes a joderme la vida.

—El que en serio te la jode no soy yo, sino Sara. Si de verdad no sientes nada por ella, díselo de una buena vez y déjala ir. No le arruines la vida impidiéndole encontrar a alguien que sí la quiera.

Dejando caer estas palabras, Miguel agarró su chaqueta del sofá y se dirigió a la salida.

Al abrir la puerta, Miguel se quedó como petrificado al verme. Incómodo, se rascó la nariz y sonrió forzadamente, consciente de que había escuchado absolutamente todo.

—¿Buscas a Carlos? Está adentro.

Mis dedos, aferrados a los papeles del Registro, estaban entumecidos, y parecía que mi lengua también, porque no pude articular palabra alguna.

Miguel echó un vistazo a lo que tenía en las manos. Sus labios temblaron y se acercó un poco.

—Piénsalo bien, ¿qué es lo que realmente quieres? —preguntó y su hombro rozó el mío al pasar.

Los papeles en mis manos, que antes eran ligeros, en ese momento pesaban una tonelada. Tragué saliva y, después de un momento, empujé la puerta para entrar.
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