Capítulo 394
—¡Señor Carlos, no hay tiempo!

La azafata dio de inmediato el aviso.

Sabía que incluso los aviones privados tenían rutas y horarios establecidos. Si llamaba, causaría un retraso.

—Olvídalo —dije acomodándome.

—Un minuto —dijo Carlos.

Le hablaba a la azafata mientras me entregaba su teléfono.

Me sorprendió demasiado que me permitiera hacer la llamada.

Por cualquier razón, personal o profesional, podría haberse negado.

Lo miré aún sin entender. Desde su regreso, parecía diferente.

Ante mi mirada confundida, Carlos no dio explicación alguna, solo se volteó hacia la ventana.

—Despeguen —dije, devolviéndole el teléfono a la azafata.

Carlos me miró sorprendido, y la azafata lo miró a él para confirmación, pues era el dueño del avión.

Después de unos segundos, Carlos apartó su mirada de mí y dijo con frialdad: —Despeguen.

La azafata transmitió la orden por el intercomunicador y el avión comenzó a moverse.

En ese preciso momento, sonó el teléfono de Carlos.

Miró el número y luego a mí. Quizás
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