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CAPÍTULO 1. (PARTE 1)

Por fin llegó el primer día de vacaciones y en cuanto anunciaron que no volveríamos a ver clases hasta los próximos seis meses no pude evitar sentir un alivio. Seis meses eran más que suficientes para disfrutar de muchas formas diferentes. Loui estaba celebrando como si no hubiera un mañana, y eso explica porque la mitad de nuestros compañeros de clases lo miraron y se rieron porque, era más que obvio, también compartían su misma felicidad.

—¡Me muero por ir a beber mi primer trago de cerveza! —exclamó Loui de manera eufórica después de abandonar el salón de clases.

—Loui. —le llamó Francis, otro de nuestros compañeros de clases que estudiaba en nuestro mismo salón. —Ya que lo mencionas, podemos ir a mi casa y celebrarlo allá. —le susurró. —Trae a Gregory, estoy seguro que no dejaría pasar la oportunidad. —le guiñó un ojo de forma disimulada.

Por supuesto que ya sabía mediante sus expresiones y gestos faciales que deseaban que fuera a participar en una de esas “rondas” donde haríamos un duelo de tragos. Y si, ya sé por dónde van esas cosas. Pero no era muy fan de la idea de embriagarme enfrente de mí grupo pequeño de amigos y compañeros de clases. En cuanto escuché que harían la “celebración” de ir a beber en la casa de Francis, unas alarmas mentales se encendieron en mi cabeza porque había escuchado claramente como las chicas también aceptaron unirse; ¿desde cuándo las mujeres participaban en ese tipo de juegos? Todavía no lo podía creer. Pero al saber que estaría aquel chico con él que tuve mis pequeños encuentros por mera coincidencia, él también iba a estar participando en esto.

¡Rayos! ¡¿Qué hago ahora?! ¡¿Qué se supone que debería decir?! ¡Relájate, Gregory, no suena descabellada la idea! Intenta calmarte un poco, muy bien… eso es.

La poca posibilidad de negarme ahora era más que obvia, sin embargo; acepté la idea de querer ir y simplemente eso, ir y ver qué pasaba. Pero cuando ya había sabido que él iría, también tendría la oportunidad de acercarme y dejar de ser tímido. Pero no lo niego, él tenía un aire de ser una persona sumamente interesante y, tal vez de mente abierta. Tal vez él tenga un poco de eso, pero me daba miedo en cierta parte no poder abrirme de forma sincera y explicar más o menos como me sentía cuando lo veía de reojo y a veces llegábamos a intercambiar miradas.

Al llegar al departamento que compartía, por supuesto y ni más ni menos que con Loui, él me abrazó y me dio suaves caricias en el cabello. Ya sabía a qué se debía tal muestra de afecto, y rápidamente reaccioné.

—Estás muy cariñoso, —expresé con una ligera sonrisa después de caminar hacia la cocina. —y ya puedo saber por qué. —abrí el refrigerador y saqué una caja de leche para servirme en un vaso de vidrio.

—Si, no hacía falta que te lo dijera. —se encogió de hombros después de seguirme y mirarme con una ladina sonrisa.

—Loui… ya sabes que no soy una persona a la cual le guste beber mucho. —él asintió, sin decir nada mientras veía el vaso de leche que estaba por tomarme.

—Anímate un poco. —acarició mi hombro. —Tal vez quieras beber un sorbo de vodka o tequila, —fue a revisar en el estante donde había guardado algunas botellas. —porque nuestros compañeros vendrán en la noche y, ya sabes, habrá fiesta. —me lanzó una mirada pícara.

—Espero que no vayan hacer nada raro con sus locuras, y ya sabes a cuales me refiero. —guardé el envase de cartón de leche en el refrigerador y fui a lavar mi vaso.

—Probablemente tratarán de controlarse. —sacó una botella de vino junto con otras botellas de otros tipos de alcohol que no supe identificar y observó cómo los iba llevando a la mesa. —Si llegan a cometer algún acto de locura, los detendré enseguida. —hizo una seña con la mano, imitando un gesto militar.

Yo dudé un poco de aquello. Pero ya sabía por dónde iban a ir las cosas, y si Loui era un poco revoltoso y alocado cuando llegaba a tener mucha confianza con los demás, suponía que en algún momento tendría que ponerles un paro lo más pronto posible. Yo era el típico caso del joven tímido que siempre evitaba rodearse de mucha gente.

La verdad tras todo eso de la timidez, es que padezco de ansiedad social. De niño me fue muy complicado interactuar o relacionarme amistosamente con otros niños, y de entre ellos, solo conseguía ser un blanco de burlas. Era siempre lo mismo, hasta que cumplí la mayoría de edad y tomé la iniciativa de conseguir un lugar apropiado para defenderme de los que una vez se burlaron de mí.

Literalmente tuve que mudarme de casa. Y gracias a que tuve el apoyo de mi querida madre, ella me apoyó y me brindó consejos sabios que ninguna otra persona me daría.

Al ser un chico introvertido, me fue difícil adaptarme a la nueva ciudad cuando mi padre también tuvo la brillante idea de acompañarnos. Pero no iba a ser fácil. Desde que empecé la universidad, he tenido un poco más de ayuda en cuanto a relacionarme y vencer el pánico a hablar con las personas. Ya que, sí, también me daba pánico hablar con ellos.

Pero todo eso cambió gracias a Loui, y si; nuestra historia sobre cómo nos hicimos amigos es bastante curiosa. Sobre todo porque yo le agradezco de que se haya cruzado en mi camino y me haya concedido ser su primera amistad. Aunque de algo si puedo estar seguro, y es que él se convirtió en mi primer y verdadero gran amigo.

Fui a mi habitación a revisar mi teléfono y noté que otra vez me había llegado una notificación.

Era un mensaje de un número desconocido, ¿era esto una especie de broma de mal gusto? Porque de ser así, ya me estaba asustando, y además, preocupando mucho.

Loui notó el sonido incesante de su teléfono y fue a responder, estábamos compartiendo la misma habitación pero dormíamos en camas separadas e individuales. Ahí noté como recogía su teléfono y atendía la llamada.

—¿Si? ¿Diga? —comenzó a tener una conversación con aquella persona y para no ser un entrometido, decidí irme de la habitación.

Escuché el sonido del timbre en ese momento y fui a ver quién era, todo esto ya era extraño. Y de por sí, me parecía más extraño el simple hecho de que alguien estuviera haciendo todo por el simple hecho de querer molestarme o por el contrario, con la mala intención de molestar a Loui también.

Al observar por la mirilla, me di cuenta de que era Amelia. La otra compañera que estudiaba con nosotros. Rápidamente abrí la puerta y la dejé pasar, ella conocía mi condición de ser una persona con ansiedad social.

—¡Gregory! —su voz eufórica casi retumbó en mis oídos. —¡Qué bueno verte! —dijo emocionada, su tono característico de siempre.

—Amelia… —mi voz suavemente llegó a escucharse de forma cálida en los oídos de Amelia. —¿Qué haces aquí tan temprano? —le pregunté después de notar lo que llevaba entre sus manos.

—Vine en cuanto supe que Loui haría la fiesta. —me enseñó las bolsas de plástico que tenía entre sus manos y me dispuse a ayudarla con ellas.

—Todavía no es la hora… —dije sorprendido por la cantidad de cosas que trajo.

—Igual quise traerte algo, ya sabes que me gusta pensar en los demás y regalar cosas. —al dejar las bolsas sobre la mesa, miró las botellas de alcohol y sus ojos se abrieron un poco. —¿Se van a beber todo eso? —señaló las botellas.

—Yo no quiero beber. —negué mientras iba sacando las cosas de cada bolsa.

—Bueno, mejor todavía. —sacó de una caja unos envoltorios dulces y me los dio, sacándome de la sala y haciéndome la persona más feliz del mundo.

Loui salió de la habitación al escuchar nuestras voces conversando, se acercó a Amelia para darle la típica bienvenida mediante sus muestras de afecto, las cuales eran… los abrazos. Ellos se conocían muy bien, demasiado bien. Después de sacar las cosas, revisé cada una de ellas y me doy cuenta de que Amelia había comprado más de lo habitual, yo sentía como si mi mundo se fuera a caer y directo a mí, gastó demasiado. Francamente sabía que Amelia era de una familia pudiente y adinerada, pero el hecho de querer gastar así, me hacía querer devolver todo lo que había comprado.

Aparentando que no me molestaba en lo absoluto ver todo aquello que había comprado para la fiesta de esta noche.

—Amelia llegaste demasiado temprano, ¿por qué? —le preguntó Loui después de notar la cantidad de cosas que trajo.

—Siempre es mejor llegar temprano que llegar tarde. —sonrió y llevó las bolsas de frituras a la cocina. —Además… se olvidaron de que soy una decoradora compulsiva. —miró las paredes y pensó rápidamente en una idea para decorarlas sin que esto fuese la gran cosa.

—Cierto, olvidé ese detalle. —claramente esos dos se entendían muy bien en cuanto a manías.

Saqué de mi bolsillo el teléfono y revisé el mensaje que me había llegado antes. Eran dos, y no me dio el tiempo para responder cuando me llegó otro.

Número desconocido.

Sin registrar.

🦋 Mariposa monarca. 🦋

Enviado a las 13:00 p.m.

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