CAPÍTULO 4.

Demasiado había tenido que soportar para que algo así me ocurriera. Las vacaciones de verano estaban matándome y haciéndome sentir como si me estuviera pudriendo en vida. Al estar acostado en la cama y solo mirando al techo pensando en qué haría en las próximas horas que iban transcurriendo en el reloj. Al asomar mi cabeza por un rincón de la habitación, veo que estaba Loui hablando por teléfono. De nuevo, el aburrimiento se hizo presente y lo único que podía hacer era mirar al techo otra vez.

Hasta que el sonido de mi teléfono me sobresaltó y de una forma algo brusca, lo tomé para saber a qué se debía.

Número desconocido sin registrar.

Las mariposas no viven mucho tiempo.

Encuentran un lugar donde posarse para descansar, y así es como logran descansar después de haber emprendido una larga travesía.

Enviado a las 11:30 a.m.

Todavía me parecía inquietante y a la vez curiosa la manera en cómo me había escrito dicho mensaje, ni sabía que responder respecto a lo que me había enviado.

—¿Tienes el número de teléfono de Andrew? —le pregunté a Loui mientras llevaba una pila de ropa de mi cama a la cesta de ropa sucia.

—¿Andrew tiene teléfono? —desvía la pregunta que hice después de que me mirada a través del reflejo del espejo.

Suspiré y miré el reloj que estaba colgado en la pared. Sentía como mis ganas de querer salir y llamar a Andrew para besarlo de nuevo… aunque fuera por unos cinco minutos más. Pero nunca me pasó por la cabeza el hecho de que no lo conocía lo suficiente como para pedirle su número de teléfono.

La otra incógnita provenía de los mensajes que estaba recibiendo.

—Ya déjate de bromas Loui y dime. —él se peinó el cabello hacia adelante y luego se hacía otro peinado.

—Estás haciéndome perder la paciencia. —me miró con un semblante y petulante mirada que ocasionó que no le mirase de nuevo.

Llamé a Amelia y ella, sin descartar el hecho de que todavía podía darse el lujo de venir a nuestro departamento en cualquier momento, había venido tan rápido que al escuchar el sonido del timbre, me había dado un pequeño susto y había dado un pequeño brinco en la cama. Amelia es una de esas pocas amigas a las que Loui y yo teníamos la costumbre de hablarle de todo. Y ella, al ser muy confidencial, siempre mantenía todo en secreto. Y cuando digo todo, es que si, todo lo guardaba y nada salía a la luz. Digamos que el crédito en ese aspecto se lo llevaba Loui, ya que él fue quien me la presentó, cosa que agradecía, ya que nunca había tenido una amiga mujer.

No sé cómo Loui lograba hacer amigos así de rápido, supongo que eso era una de sus principales cualidades; además de que su habilidad siempre resultaba salirle muy bien, y más que nada, de forma natural.

───────⊰· 🦋 ·⊱───────

—Oí que estabas aburrido. —Andrew apoyó su mano sobre mi cabeza y dio suaves palmadas en ella.

—¿Quién te dijo? —le pregunté levantando suavemente la mirada.

—Tu mirada. —respondió sin decir más.

Tal vez estaba exagerando, tal vez estaba empleando un uso prohibido de palabras que sólo él y yo sólo entendíamos mejor que nadie. Pero por aquellas metáforas que sólo él empleaba, y éstas eran con la intención de que yo las entendiera de golpe.

—¿Sabías que las mariposas solo se aparean una vez en su vida antes de morir? —yo me sorprendí por aquello, sintiendo que algo comenzaba a cuadrar.

—No lo sabía… —meneé suavemente la cabeza y él sonrió.

—Ahora… aprendiste algo nuevo. —la forma en cómo sonreía me parecía linda y encantadora.

La conexión que surgía entre nosotros parecía ser algo más peculiar que otra cosa. En ese momento, al estar pasando uno de ls momentos más inusuales pero más lindos en mi vida, Andrew llevó su mano hasta mi pecho y lo acarició como si quisiera averiguar el tipo de tela que usaba como ropa. No sabía que sería más raro, si sentir su mano en mi pecho tocar la prenda o poder percibir y sentir como mi respiración se agitaba un poco y él parecía notarlo.

—¿Por qué estás respirando así? —me mira y luego inclinó su cuerpo y acercó su cabeza a mi pecho y acarició con su oído mi pecho y escuchaba atentamente a los latidos de mi corazón. —Tu corazón late muy rápido, puede que estés muy tenso. —lleva sus manos a mis hombros y los acaricia suavemente.

—No estoy tenso. —al sentir como apretó suavemente mis hombros se me escapó un pequeño chillido. —¡Ah! —lo miré y él sonrió de nuevo. —¡¿Qué rayos estás haciéndome?! —él palpó suave el área de mis hombros después de haber  disimulado.

—Y con eso ahora entiendo porqué. —su sonrisa torcida provocó que me sonrojara un poco. —Oye, estate tranquilo. —susurró y me dio un suave masaje en el área donde sentía esa supuesta área de tensión en mi cuerpo.

Andrew tenía la pequeña pero suficiente confianza para decirme exactamente lo que sentía y quería escuchar. La supuesta tensión que sentía alrededor de mis hombros y mi nunca jamás pensé que me delataría. Pero ese masaje provocó que me relajara lo suficiente. Amelia y Loui notaban desde una cierta distancia lo que Andrew y yo estábamos haciendo.

De cierta forma, y probablemente ellos quisieran saber qué pasaba.

—¿Le estás aplicando algún método de tortura al pobrecito de Gregory? —le preguntó Amelia a Andrew y éste la miró con una notable confusión que disimuló de forma veloz con una sonrisa.

—De alguna u otra forma me pareció buena idea ayudarlo. —dijo apoyando amablemente sus manos en mi cuello y me dio una suave caricia.

—Ése es su punto débil. —le susurró Loui a Andrew.

—Tengo entendido de que sí, —Andrew le susurró también a Loui. —lo cuidaré bien. —dijo y se acercó a mí. —Ven, vamos a caminar un rato. —asentí sin decir mucho y nos fuimos de allí.

Al caminar por el pasillo, Andrew estaba caminando por mi lado, y notaba que cada vez que podía, él estaba mirándome con una sonrisa. Su comportamiento tranquilo pero serio, me transmitía una seguridad muy evidente y clara de que quería decirme algo. El ambiente estaba más que sereno, estaba ayudando de algo y en ese momento cuando ya estábamos por salir del pasillo que unía a algunos departamentos de la institución, la mano de Andrew se posó sobre mi espalda y comenzó a acariciar la de forma suave.

Más allá de sentirme tranquilo con su compañía, podía sentir lo mucho que me hacía falta dicha palmada en la espalda. Aunque ésta fuera una suave caricia que por si fuera poco, no podía dejar de pensar en lo bien que se sentía.

—Ten. —sacó de su bolsillo una tarjeta y me extiende.

—Gracias. —miré la tarjeta con más detenimiento y sonreí. —¿Iremos a comer a este lugar? —le pregunté.

—Si, pensaba en que… si tuviéramos que ir y planificar algo, pensaba ir el fin de semana. —él se sentó en una banca y yo me senté a su lado.

—Suena bien. —veo los datos de contacto en la tarjeta.

—Iremos el fin de semana. —me miró de reojo, esperando a que reaccionara.

—¿I… ir? —él asintió con una tierna mirada y sonrió de nuevo.

En el momento más inoportuno de todos, le agradecí a Andrew por la idea que se le acababa de ocurrir. Y también por el hecho de tener que aceptar una cita con él.

Nuestras personalidades eran algo similares, y aún así, la atracción que desarrollaba hacia Andrew era cada vez más grande. No podía ocultarlo, pero para momentos así, tenía que actuar como si no hubiera pasado nada entre nosotros.

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