—¡Oh, Dios mío! —exclamó sorprendido Loui cuando vio cómo estaba vestido. —¡Te ves demasiado genial! —decía todavía con aquella voz emocionado.
—Gracias. —sonreí después de acercarme y ver mi reflejo en el espejo. —¿No crees que me veo un poco exagerado? —le pregunté con un poco de vergüenza.
—Para nada, te ves genial. —sonrió también y fue a buscar la gabardina. —Te faltó esto, —me la tendió. —no querrás morirte de frío allá afuera. —dijo de forma sarcástica.
—Tienes razón, —dije con una sonrisa. —gracias, Loui. —me acerqué a él para abrazarlo y él enseguida correspondió.
Pocas veces tuve esas oportunidades de abrazar a mi amigo, y como le quería demostrar mi aprecio; ése significativo abrazo fue lo que más quería darle, aparte de que tenía también qu
—Me va a doler. —observé como estábamos a nada de soltarnos. —¿Cierto? —traté de levantar la mirada pero su barbilla me lo impedía. —No lo creo. —su barbilla estaba puesta sobre mí cabeza y sus brazos alrededor de mi nuca. —No quiero que esto termine tan pronto. —mi voz sonaba llorosa, y con mucha razón. —Lo sé. —me lo decía con un aire de que tampoco quería alejarse de mí. —Pero ya debemos irnos, —dijo Andrew acariciando mi mejilla con sus dedos. —no quiero que te metas en problemas, ni hoy ni nunca. —me decía después de separarse poco a poco de mí. —Te voy a extrañar por cada día y por cada semana que transcurra. —dije sollozando. —Y lo sabes. —él asintió y se acercó a mi rostro para limpiar mis lágrimas. —Yo suponía que esto iba a ser difícil para ti. —me decía Andrew con un tono de voz bastante serio pero manteniendo el realismo en cada palabra. —Quiero que sepas que con esas cartas que te enviaba y escribía era para revelarte lo que realmente quería tener contigo. —decía mientras se acercaba a mí, arrodillándose y poniendo su mano sobre mi rodilla. —No voy a dejarte de lado, —su mano acarició mi rodilla y observé cómo sus dedos hacían ese suave movimiento. —te hice una promesa, ¿cierto? —yo levanté la mirada y asentí. —Pues voy a cumplirla. Voy a cumplir con mi promesa. —se acercó a mis labios y me dio un suave pero apasionado beso sobre ellos. Aquel alivio que sentí en mi pecho supuse que sería gracias a él. Ése amoroso detalle de dejarme una carta tras otra, fue sin lugar a dudas; uno de los mejores detalles que podía hacer. Y para ser más CAPÍTULO 27.
—¿Hay algo que te preocupa? —la voz de Andrew me sacó repentinamente de mis pensamientos por un momento.—No, por el momento… no. —disimulé lo más que podía pero al tenerlo enfrente de mí, no me era nada fácil.—No eres bueno diciendo la verdad. —sus palabras me hicieron abrir un poco más los ojos, prestando atención y notando que era cierto.No le estaba diciendo la verdad, y él tenía razón. Y por supuesto que no podía mantener el contacto visual con él. Su forma de mirarme, ya parecía como la de un robot, pero aún así Andrew trataba de comportarse como un humano enfrente de mí y me demostraba sus sentimientos como si fuera el hombre m
Estaba concentrado en aquel examen de álgebra, intentando recordar cada fórmula que había estudiado la noche previa cuando Andrew se ofreció a ayudarme con aquellas fórmulas que no lograba entender. Pero así como quería concentrarme, obtener un diez por mi calificación y merecido esfuerzo; un recuerdo estilo sueño lúcido me hizo distraerme por un par de minutos. Y fue precisamente aquel recuerdo de Andrew tocándome los hombros como si de un masaje se tratase. —¡Rayos! —fue lo que le decía cuando sentí su mano tocar mi hombro izquierdo y apretarlo con cierta ligereza. —¿Te duele mucho el hombro? —él acercó su otra mano y comenzó a acariciar suavemente el área de donde provenía el dolor y comenzó a darle golpecitos suaves hasta que sentía que me estaba aliviando de alguna forma.
Las cartas de Andrew que alguna vez me escribía y obsequiaba, dejé de recibirlas. Por alguna razón que jamás llegué a entender, me parecía un poco extraño en todo el sentido anglosajón de la palabra. A veces, incluso algunos días, ya no obtenía respuesta de él. Sólo podía estar pensando en qué estaría ocurriendo con él. Pero jamás llegué a saberlo. Nunca supe que le pasó. Al final del día, y después de que empezamos el último semestre. Noté a Andrew caminar solo por uno de los pasillos de la universidad, algo le ocurría, con su grupo con el que una vez estuvo ya no había nadie a su alrededor. Probablemente signifique algo, por supuesto que nunca me atreví a preguntarle si estaba bien. Fue un error que más tarde acepté y que debí haber tomado acción en el momento. —Relájate. —escuché la voz de Loui acercarse a mi oído y acarició mis cabellos.
—Ve al baño… —escuché el susurro estar casi directamente en mi oído. —te esperaré allí. —escuché que se levantaba de la silla y se iba alejando lentamente. El impulso me ganó, y claro, ¿a qué tipo de ser humano se le ocurriría la incompetente idea de estar allí en un baño en el día más importante de su vida? Sí, a mí. Pedí permiso para levantarme y entre la multitud de los estudiantes logré salir de aquel enorme espacio donde estaba, ya que era donde la graduación tuvo lugar y busco con la mirada donde se encontraban los baños. Y veo una luz parpadeando precisamente donde estaban estos anteriormente mencionados. Escuchaba la voz de Andrew llamarme, y no podía dudarlo ni por un segundo; pensaba que me estaría pidiendo algo, tal vez estaba pidiendo ayuda. Aún así, corrí y veo que entre los faroles habían algunas mariposas monarca volando alrededo
Siete meses después… El silencio llegó a mi vida de una manera tan veloz, que me lo tomé como si aquello fuera lo que me estaba dando la bienvenida de alguna u otra forma. No había nada más que eso, silencio en una habitación donde antes dormía plácidamente, y ya no tendría que salir de allí hasta por lo menos, un par de meses después. Los objetos que les obsequiaron a los graduados, incluyéndome, estaban guardados en una parte secreta de mi armario. Las fotografías grupales no podían faltar. Era bonito el tener que recordar aquello. Habían pasado unos seis o siete meses desde que ocurrió la famosa graduación, y fue el momento más difícil de olvidar para mí. Andrew me había hecho sentir en el cielo en ese preciso momento. Nunca me había sentido tan contento desde ese día, pero como todo lo bueno que vivimos, ya suponía que al
Durante la temporada de inscripciones de la temporada de otoño, estaba claro de que todo iba a ser menos divertido para mí. Era una nueva etapa de mi vida, mis padres estaban contentos después de haber aceptado mi decisión de querer estudiar en una de las universidades de “alto renombre”. Era una universidad reconocida por sus reglas estrictas y donde el uniforme era el más "cool" de todos. El simple pero poco favorable hecho de usar el uniforme clásico ya para todos parecía una molestia difícil de tolerar. De seguro nos querían humillar si lo llegábamos a usar de las formas más inapropiadas e incorrectas.Me sentía como un niño a pesar de que ya tenía mis veinte años, en las inscripciones siempre hacían filas largas y mi padre, como toda buena persona que es, me pidió que esperara en el auto. No quise hacerlo, porque él no iba a aguantar quedarse solo por horas. Detrás de mis quejas, habían una y varias razones para no dejar a mi padre solo en esa larga fila. Me bajé del auto y fui a