Es la época de 1472, Inglaterra, las cortes y reinos, finales de la edad medieval, caballeros y castillos, lugares donde los bosques y cantores dieron a relucir tantos guerreros, tantas leyendas que fueron recordados por los años, sin embargo, en un lugar remoto de Bristol, al sur de Inglaterra, una historia que prefirieron olvidar, mezclándolos con el caos de una invasión que nunca sucedió, eso fue lo que les dijeron a los lugareños a tres meses de aquel desastroso momento.
Nunca supieron como comenzó, o quien golpeó primero, solo fue que sucedió. Una reunión con los señores de las otras tierras de Bristol, incluyendo a los Staghorn, en una gran casa, con grandes muros alzándose, delimitando los vastos terrenos de aquella familia, las paredes de grandes ladrillos blancos de mármol, hacían ver la casa imponente, casi un castillo, tres torres se alzaban como vigías con vista al Norte, Oeste y Sur, trabajadores realizando sus labores en los establos de la parte Este de la casa, soldados patrullando las tierras y las aldeas aledañas.
Una joven paseándose por los establos, con un vestido de verde Jade pálido, su cabello negro brillante, sutilmente trenzado, con un cintillo de delicadas flores silvestres blancas, el vestido ceñido al cuerpo al igual que sus largas mangas y sueltas en sus puños y suelto de la cintura para abajo, un vestido sencillo.
Con las manos entrelazadas en su espalda, la joven caminaba como todas las mañanas, saludando y sonriendo a los trabajadores, más allá, oculto en una gran pila de heno, se hallaba un joven de piel blanca y ojos marrones oscuros, cabello negro y sucio a causa del trabajo en los establos, alimentando y limpiando los caballos, la joven no se percata de la presencia de aquel joven que la miraba y la miraba, contando sus pasos.
Al acercarse, en el instante en que ella llega a la pila de heno, el joven salta dándole un gran susto a la joven, esta respinga ahogando sus gritos tapándose la boca, el joven ríe con travesura al ver el rostro de aquella muchacha palidecer. ─ ¿Te asusté? ─. Pregunta el joven entre risas, la muchacha lo golpea por el hombro entre protestas. ─ Eres un idiota, Couslan ─. Dijo la joven con el ceño fruncido, apretando los dientes, luego de ver reír a Couslan, ésta también sonríe. ─ No lo vuelvas hacer o haré que te cuelguen de las bolas ─. Señaló con un dedo en advertencia, en cambio Couslan no le quedó de otra que levantar las manos en gesto de rendición aun sonriendo.
─ Y… ¿Qué hacéis, mi Lady, en estos sucios establos? ─ No es asunto tuyo ─ Es un establo ─. Señaló Couslan abriendo sus brazos para albergar la amplitud del lugar. ─ Lo sé ─. Replicó la joven enarcando una ceja con algo de arrogancia. ─ ¿No deberíais estar con su institutriz? ─ En realidad cancelé mis clases. Me encontraba aburrida ─ Vuestra cara aun dice que lo está ─ No digáis lo que no sabéis ─ Y vuestro padre... ─ Está reunido con los señores de las otras cortes ─.
La joven y Couslan prosiguen su andar manteniendo su conversación. ─ Si, mi padre se empeñó en proponer su salón para realizar esa reunión ─ Y esos Lores… ─ ¡Couslan! ─ ¿Qué? ─. El muchacho enarca las cejas con sorpresa, no esperaba tal reprimenda. ─ Los asuntos de mi padre, son de mi padre. ─ Perdón, es solo que he oído rumores ─ ¿Qué clase de rumores? ─. Unos pasos resonaron acercándose, un hombre vestido de armadura oscura con el blasón de la Familia Staghorn en su escudo postrado sobre su espalda, con su casco sostenido debajo del brazo y su otra mano sobre la empuñadura de su espada.
El joven Couslan se tensa al oír los pasos de aquel soldado. ─ Si siguen hablando de esa manera, padre va a pensar que vosotros estáis conspirando ─. La joven amplía su sonrisa con calidez. ─ ¡Tristán!, ¡hermano! ─. La joven se abalanza sobre el cuello de su adorado hermano para abrazarlo con amor, en cambio el joven Couslan hace una reverencia. ─ ¿Cuándo llegasteis? ─ Acabo de arribar ─ Mi señor… me hubierais llamado para atender vuestro caballo ─ Agradezco tu oferta y tu disposición, Couslan, pero no hacía falta, partiré dentro de poco junto a los otros soldados al alba, escoltaremos al resto de la corte, su Majestad debe ser reportada cuanto antes de los resultados de esta reunión ─.
La joven agacha la mirada al suelo, entristecida por la noticia. ─ Esperaba que te quedaras más tiempo ─ Lo sé… y lo lamento, pero es mi deber como caballero de su Majestad y de esta familia ─ Lo sé ─. Tristán sujeta dulcemente la barbilla de su hermana con su pulgar y su índice para encontrar su mirada con la de ella. ─ Pero calma, hermanita, volveré y pasaremos nuestros mejores momentos ─ ¿Es una promesa? ─ Mi mejor promesa, y sabes que cuando prometo algo… ─ Lo cumples ─. Terminó la joven la frase ampliando su sonrisa. ─ Así es, mi dulce hermana ─. Dijo aquel soldado abrazándola y con delicadeza besando su coronilla.
─ Han llegado a mis oídos que escapasteis de tus clases ─. Añadió Tristán apartando su abrazo para observar con severidad a su hermana, la joven trataba de desviar su mirada a cualquier lugar, menos a la cara de su hermano, luego Tristán resopla esbozando una sonrisa. ─ Te entiendo, sus clases suelen ser una puñalada en el culo ─. La joven levanta la mirada, sorprendida ante aquel comentario. ─ Es impresionante que la hayas aguantado tanto ─ No tenía opción, siempre me quedaba dormido en sus clases, padre fue muy estricto al saber ese… detalle. Acompáñame, quiero hablar contigo… he… ¿Couslan? ─ ¿Si, mi Lord? ─ Te encargo mi caballo ─ Gracias, mi Lord. Con su permiso ─.
Tristán partió al alba tal como lo había dicho, escoltando a los otros señores de la corte de la reina, la joven, esa noche no durmió. Durante el desayuno, sus pensamientos se vieron abstraídos de la realidad. ─ ¿Ocurre algo, hija? ─. La joven parpadea espabilando. ─ Perdón… ¿Decía, padre? ─ No has tocado casi tu desayuno ─ Perdona, yo… ─ ¿Mala noche? ─. La joven asiente con una mueca. ─ Ayer te vieron por los establos con el joven Couslan ─ Perdona, padre, quería dar un paseo, necesitaba aire fresco ─ ¿Acaso el joven Couslan o el paseo son más importante que tus clases? ─. Pregunta el padre de Samara enarcando una ceja. ─ Roland, no deberías presionar tanto a nuestra niña ─ Es una dama, debería comportarse como tal e ir a sus clases, ya está en edad de que el hijo de un Lord la despose ─ ¡Padre! ─. La joven se levanta bruscamente de su silla, sintiéndose ofendida.
─ Tanto tú como Tristán son el futuro de nuestro linaje, hija ─ (resoplido desdeñoso) ¿Y mi futuro es ser alguna clase de cosa que solo sirve para abrirse de piernas y tener herederos? ─ ¡Samara! ─. El padre de Samara se levanta de su silla y le propina una cachetada con el dorso de su mano, Samara se tambalea sosteniéndose la mejilla con un fuerte ardor en los ojos, amenazando con salir las primeras lágrimas de dolor y de rabia.
─ ¡No permitiré que me hables de esa manera, jovencita! ─ Hija, le debes respeto a tu padre ─ ¿Respeto?, ¿Respeto, madre? ¡Prácticamente me está vendiendo! ─ ¡¿Qué estupideces dices?!, seguramente ese campesino te enseña esas cosas, a irrespetar a tu familia ─ Él no me está enseñando nada, padre ─ Ya le daré unas lecciones para mantener sus manos lejos de mi hija ─ ¡Padre!, no… ─ ¡Vete a tu habitación, Samara! ¡Ahora mismo! ─. Samara se retira sin mediar una sola palabra y sin dirigirles una sola mirada a sus padres, con su barbilla en alto sale del comedor, no les daría el gusto de verla correr lloriqueando.
Samara cierra la puerta de su habitación con fuerza, apoya su espalda de la puerta, tapa su rostro con sus manos y lentamente desliza su espalda hasta quedar sentada en el piso, dejando aflorar su llanto, abrazándose a sus rodillas. Mientras tanto en el comedor, el padre de Samara, Roland, se encontraba aun sentado, reflexionando. ─ Creo que fuiste muy severo con Samara ─ Es nuestra única hija, Marie, debo buscar lo mejor para ella, y si muestro algo de debilidad, nuestra hija podría descarriarse, ya ese muchacho de los establos ya le ha metido ideas en la cabeza, tu misma la viste ─ Y… ¿Qué pensáis hacer? ─ A nuestra hija, nada, ya el castigo ya está impuesto, nada de visitas a los establos, nada de salidas sin autorización, vigilada durante sus clases, pero a ese muchacho le espera algo peor ─ Roland, creo que estás exagerando ─ No, Marie, ella debe aprender cual es su lugar ─ Y… ¿Cuál es su lugar? ─ Ser una Staghorn, nuestra hija y futura heredera, nos debe respeto y debe comportarse como tal ─.
Samara se negó ese mismo día salir de su habitación a cenar, así que le llevaron la cena a su habitación, le dejaron la bandeja sobre su escritorio, ella se mantuvo todo el día acurrucada entre las sabanas de su cama, el dosel con su transparente tela de gasa cristal blanco, le daba la cobertura y privacidad que requería, se mantuvo apenas abierto, solo para dar una visión leve de que ella se encontraba en su cama con la vista perdida en la ventana. A la mañana siguiente fue lo mismo, y el siguiente, y el siguiente. Las únicas diferencias, eran sus salidas para visitar la biblioteca y recibir sus clases, tal como había ordenado su padre, fue vigilada por un guardia, la cual, se mantuvo en la puerta, siempre alerta, de camino a su habitación, escuchó los rumores del castigo a su amigo Couslan, había sido azotado y llevado a las mazmorras, Samara empalideció ante la noticia. Una noche, se escabulló para visitar a su amigo, ayudarle o darle ánimos de alguna manera, Samara no p
Domingo por la mañana, hora de la santa misa, dentro de una carroza, Marie y Samara se dirigen hacia la catedral para recibir la palabra, la gente con carretas llenas de mercancías y otros productos, contemplaban desde las ventanillas la pintoresca aldea, el olor a tierra húmeda, sudor y la peste de los animales arrastrando cargamentos de lo que fuera que estuvieran llevando, gente gritando, ofreciendo de sus mercancías, otros conversando con otras personas, otros regateando con mercaderes, toda clase de personas acaparando las calles, mujeres, niños, borrachos, indigentes, todo un bullicio de un pueblo en todo su apogeo y ganas de surgir. Los primeros indicios del invierno acercándose se hicieron sentir, el respirar se volvía niebla en el rostro de Samara, abrigadas con pieles y vestidas con sus joyas, vestidos de algodón y seda de un azul pálido y un collar de esmeraldas adornando sus cuellos, acompañados con un corsé bien ajustado para denotar sus figuras, madre e hija iban a
La nieve comenzó a desatarse sobre la aldea, fue lo primero que vio Samara a través de la ventana al levantarse bien temprano por la mañana, una vista impresionante al apreciar toda aquella nieve delante de ella, el contemplar el cielo encapotado le recordó aquellos ojos de aquel hombre misterioso. Vistiéndose de blanco, abrigada con pieles color ceniza, Samara se enfila para pasear por los jardines, un sirviente dio anuncio de que una carroza había hecho parada delante de la gran casa, por ende, los gritos de advertencias de los sirvientes pasaron a ser ignorados por los oídos de Samara; corrió hasta al frente de la casa para ver quien había llegado, tenía su corazonada, pero quería estar segura, y así fue, su corazonada no le mintió, su amiga Sophie Gerald había llegado esa misma mañana tal cual como había dicho en sus cartas a principio de año, su vestido gris y azul pálido con encajes dorados le resaltaban los rizos de su cabello dorado, sus labios carnosos ligeramente rosado
El tiempo de visita de Sophie, para los ojos de Samara, fue algo tan efímero que lo pudo comparar con un parpadeo, la diversión y los chismes no parecieron ser suficientes, su estadía terminó en las vísperas del año nuevo, ella ya debía regresar a su país natal para compartir el año nuevo con su familia y su prometido, esa misma noche, justamente después de que Sophie se marchara en la mañana, para Samara, esa noche algo andaba mal, los grillos y animales nocturnos, de un momento a otro, dejaron de cantar y de pulular sus típicos ritmos, las estrellas se apagaron, era como si el mundo se hubiera detenido. Nada de viento, nada de ruido, nada de nada. Su primer pensamiento de preocupación fue para Sophie, pero su corazón se calmó, ya que iba escoltada, luego de un momento a otro, todo volvió a la normalidad, ¿Cuánto tiempo pasó?, nunca lo supo, sin embargo, varias noches se fue repitiendo lo mismo. Recibió el año nuevo junto a sus padres en una gran celebración, y esa misma noche,
Roland da la orden de arrastrar al mensajero a la celda, los cinco guardias bien armados intentaron sujetarlo, pero los guardias ya estaban inconscientes casi en un abrir y cerrar de ojos, los movimientos de combate que demostró aquel mensajero parecían no ser de este mundo. Por un segundo, la furia bulló en los ojos del extraño mensajero, cuando todos los guardias quedaron fuera de combate, el extraño habló con sus dientes apretados en un tono bajo y amenazador. ─ Si los quisiera muertos, señor Staghorn, ya lo estarían y no se hubieran dado cuenta, solo vine a advertir, si no escucha, tendré que llevarme a su hija, haré lo que sea necesario para ponerla a salvo ─. Roland ahora se encontraba pálido, pero del miedo, ¿Quién era este hombre?, al verlo combatir, era obvio que no era un simple mensajero, derribó a cinco guardias en pocos movimientos y sin moverse mucho de su lugar, sus guardias estaban armados, en cambio él, no tenía ni un cuchillo de untar, y aun así, los derribó con
Samara lucha para quitar la mano que presionaba su boca fuertemente, se estaba ahogando con su propio vomito, el hombre retira su mano haciendo un gesto de guardar silencio, Samara tosía tratando de recuperar su aliento y algo de aire para poder respirar, cuando Samara por fin presta atención a su salvador, se da cuenta de que era el herrero de los establos. ─ Gracias ─. Dijo Samara aun con voz entrecortada y algo ronca, aun tratando de respirar; el herrero asiente, ¿Qué rayos hacía el herrero de los establos en la casa?, de todas maneras no importaba, lo que importaba era que la había salvado de ser devorada por su padre, el herrero asiente en aprobación, sujetándola por los hombros con ternura, luego su agarre fue volviéndose más fuerte y apretado, lastimando sus brazos, Samara se da cuenta de que el rostro del herrero y su mirada se fueron volviendo vacuos, sombríos, cruzando sobre sus labios una sonrisa ansiosa y maníaca; bruscamente el herrero aferra contra su duro cuerpo a
Darrel da la orden para recogerla, unos hombres le ayudan gentilmente a ponerse de pie, los ojos de Samara, fijos en la nada, hacían notar el estado de shock en que se encontraba, no forcejeaba, no luchaba por estar lejos, su hermoso cabello trenzado solo era un manojo de hebras escapadas de su peinado. Su cuerpo tambaleante fue llevado dentro de una carroza, custodiada por muchos guardias con armaduras y armas raras, era la única forma en la que Samara pudo describirlos al momento de que un ápice de su cordura volvió a pisar la realidad, su primer pensamiento, y fue una pregunta que se formuló en su mente, antes de sumirse en la inconsciencia, ¿Dónde estás Tristán? Samara despierta en un dormitorio, obviamente no era el suyo, sin embargo le daba crédito por lo lujoso, acostada en una amplia y grande cama con dosel, con cortinas blancas y encajes dorados, sabanas de seda, un amplio ventanal que albergaba desde el suelo al techo, armarios y mesas de caoba pulida, contaba con
Un estruendo se hizo sentir desde las afueras de la casa, produciendo un ligero temblor, Darrel se sorprende por tal suceso, en cambio Samara sonríe maliciosamente. ─ ¿Te sorprende que te hayan traicionado?, es una pena que tu gente te haya dado la espalda solo por tenerme, tú mismo lo dijiste ─ ¡NO!, ¡Tú eres mía! ─. Un guardia se asoma por la puerta rindiendo informe. ─ La muralla sur fue penetrada, no hay sobreviviente, mi Lord ─. Otra explosión, otro guardia aparece a los pocos minutos informando sobre más cadáveres. ─ ¿Cuántos son? ─ Solo uno, señor ─ ¡¿Uno?! ¡¿Es un chiste?! ─ No señor, es un hombre con una armadura plateada, los está matando a todos ─ ¡Deténganlo!, ¡Ataquen con todo! ¡Quiero su cabeza! ─. Otro fuerte temblor, Samara aprovecha la situación para abalanzarse sobre Darrel, empujándolo y tomar su daga, en lo que se enfila a la huida, nota al lado, un estante de armas, y observa una fina espada con hoja negra y una empuñadura brocada en hilos de oro, los g