Samara lucha para quitar la mano que presionaba su boca fuertemente, se estaba ahogando con su propio vomito, el hombre retira su mano haciendo un gesto de guardar silencio, Samara tosía tratando de recuperar su aliento y algo de aire para poder respirar, cuando Samara por fin presta atención a su salvador, se da cuenta de que era el herrero de los establos.
─ Gracias ─. Dijo Samara aun con voz entrecortada y algo ronca, aun tratando de respirar; el herrero asiente, ¿Qué rayos hacía el herrero de los establos en la casa?, de todas maneras no importaba, lo que importaba era que la había salvado de ser devorada por su padre, el herrero asiente en aprobación, sujetándola por los hombros con ternura, luego su agarre fue volviéndose más fuerte y apretado, lastimando sus brazos, Samara se da cuenta de que el rostro del herrero y su mirada se fueron volviendo vacuos, sombríos, cruzando sobre sus labios una sonrisa ansiosa y maníaca; bruscamente el herrero aferra contra su duro cuerpo a Samara, tratando de evitar todo movimiento.
Entre el forcejeo, Samara recordó un obsequio que le fue dado por su hermano Tristán en uno de sus viajes. ─ Cierra los ojos, hermanita ─. Solicitó su hermano después de haber sido recibido con los brazos abiertos por su hermana, Samara cierra los ojos muy emocionada, ella sabía de que recibiría un obsequio de su hermano como siempre lo hacía de regreso de sus viajes, ¿Qué sería esta vez?, cuando sintió por fin el objeto frío en sus manos, abrió los ojos y arrugó el ceño por tan extraño obsequio. ─ ¿Un colmillo? ─.
Un gran colmillo blanco, tan blanco como la nieve, un blanco como si nunca hubiera sido usado, brillante, pulido. A pesar de ese detalle, Samara arruga la nariz en un gesto de desaprobación y grima por el extraño regalo en su mano, un colmillo que medía unos veinte centímetros. ─ ¿Para qué quiero un colmillo? ─ Perteneció a una bestia que maté ─. Dijo su hermano algo nervioso. ─ Creí que te gustaría, lo maté con mis propias manos ─ ¿Y esto es lo que me traes? ─ Me gustó, y esperé que te gustara, era extraño ya que no era una bestia común, nunca la había visto y sus colmillos… ─. Relataba su hermano, haciendo énfasis, arrugando su ceño, recordando aquel momento algo extraño. ─ Lo acepto, ya que viene de ti, de tu caza y arriesgaste tu vida por traérmelo y eso lo valoro muchísimo y… ─ ¿Y? ─ Porque te amo y eres mi hermano ─. Decía Samara con una tierna sonrisa juguetona, Tristán esboza una sonrisa con la mirada llena de brillo y amor por su hermana, levantando su mentón con solemnidad.
Después, al pasar de los días, Samara no sabía qué hacer con el colmillo, inesperadamente, en sus días de paseo por los jardines, se topa con Couslan que aparecía en los momentos más extraños de su vida, siempre sorprendiéndola, asustándola, pero esta vez fue él el sorprendido. ─ ¿Qué es eso? ─. Pregunta Couslan con el ceño fruncido, intrigado por el extraño objeto en la mano de Samara. ─ ¿Esto? ─ Si ─ Un colmillo ─ (resoplido) Ya lo sé ─ Entonces, ¿Por qué preguntas? ─. Replica Samara sacando la lengua. ─ ¿De dónde lo sacaste? ─ Mi hermano me lo dio ─.
Couslan se lo quita de las manos y Samara lucha en protesta para que se lo devuelva, en cambio Couslan se reía burlándose de sus intentos e inesperadamente se detiene un momento, contemplando el colmillo, como si se hubiera hipnotizado por el regalo. ─ Es hermoso ─ Dámelo, Coulan… (Gruñido), da-me-lo ─ ¡Tengo una idea! ─. Dijo Couslan con brillo en sus ojos. ─ Dámelo y después mi dices tu idea ─. Espetó Samara con el ceño fruncido, apoyando su peso en una pierna, dando golpecitos de impaciencia con el otro pie, una mano sobre su cadera y su otra mano extendida, demandado que su colmillo fuese entregado.
Couslan se lo regresa rodando la mirada, dejándola en blanco. ─ ¿Qué tal si se lo llevo a mi padre? ─ ¿Para qué? ─. Pregunta Samara arrebatando de las manos de Couslan el colmillo. ─ Él sabrá qué hacer. Es un artesano experto ─. Samara sopesó la idea, después de un par de latidos, le entrega el colmillo, una semana después, Couslan le entrega el colmillo, forjada y formada en un puñal blanco con cacha de marfil, Samara queda fascinada por el trabajo que había realizado el padre de Couslan.
Detalla el puñal hecho con el colmillo, entrecerrando los ojos de manera inquisitiva. ─ Solo le falta algo ─ (resoplido), ¿Ahora eres una experta? ─ Tengo mis trucos ─. Espetó con divertida arrogancia.
En la noche, Samara le hizo unos grabados al puñal en la hoja; al finalizar su trabajo, contempla el puñal como si la obra hubiera sido al fin completada, observó con una sonrisa de aprobación y llena de satisfacción, sin embargo, los grabados eran extraños, ella no los entendía, nunca los había visto, no obstante, le parecían familiares, los grabados bailaban en su cabeza tan claras, que no pudo evitar plasmarlos en el puñal, siempre mantuvo oculto el arma a la vista de sus padres.
Ese mismo puñal, ella lo mantuvo hasta ese momento en que su vida se vio amenazada por el herrero, sacó el puñal oculto en una funda de cuero de su muñeca, la cual, la manga de su vestido tapaba muy bien. Incrustó el puñal en la pierna del herrero poseído, los grabados brillaron con tal intensidad, que el lugar donde fue enterrado, ardió de tal manera que la herida comenzó a emanar humo, el herrero gritó de dolor desesperado, cayendo de rodillas, aflojando el agarre de Samara; ésta empuja con fuerza apartándose de él y se enfila otra vez a la carrera, el herrero se abalanza hacia Samara, pero ésta esquiva con facilidad para así el herrero caer estrepitosamente por las escaleras, un fuerte crack se escucha al final de la caída, el cuerpo del herrero queda inmóvil.
No se registró más bulla, ni de guardias a los alrededores, ningún sirviente, nada, Samara baja lentamente hasta el herrero, aun éste seguía tendido en el suelo, Samara se da cuenta que los ojos del herrero miraban fijamente a la nada con la cabeza en una posición imposible, estaba muerto, como pudo, Samara sorteó el inerte cuerpo, tomando su puñal, y en silencio salió de la casa, para su sorpresa, las calles de la aldea eran un total caos, gente corriendo de un lado otro, gritando, matando, mutilando y violando, incendiando sus hogares, el mundo se había vuelto loco.
Una mano la sujeta por la muñeca con fuerza y ella da un respingo acompañado de un jadeo por el susto. ─ Por aquí ─. Era la voz de Couslan llevándola lejos del desastre, durante su carrera, pudo ver como el tiempo se detenía.
Mientras corría, pudo ver con alto detalle todo lo que pasaba a su alrededor, no pudo evitar sus lágrimas salir por todo el infierno desatado en la aldea de Bristol. ─ Hay que salir de aquí ─. Sugirió Couslan sin mirar atrás.
Al llegar a un claro, lejos del caos y la desesperación, donde la bulla agónica sonaba ahogada y lejana, Couslan se detiene en un instante, se gira hacia Samara. ─ ¿Couslan? ─. Nombró Samara con temor, tentativamente a que su amigo enloqueciera de repente, Couslan enmarca el rostro de Samara con sus manos, traga con dificultad, al parecer estuvo corriendo por todos lados para encontrarla, con su respiración agitada y empapado en sudor y suciedad. ─ Escúchame bien, Samara, tenemos que correr, no importa lo que oigas, no importa lo que pase, nunca mires atrás, ¿Me oíste? ─. Samara, aun jadeando, asiente con los ojos abiertos de par en par, estaba aterrada.
En el instante en que Couslan se gira para proseguir con su huida, una espada le atraviesa el pecho, Couslan emite un grito ahogado, el filo de aquella espada sale por su espalda, la hoja de la espada era tan negra como el ébano, la espada gira en el pecho de Couslan, éste da un jadeo agonizante, hasta que la espada sale de su pecho, bañando el rostro de sangre a Samara, Couslan cae al suelo, Samara parecía no poder respirar, sus labios y todo su cuerpo temblando de terror, de pronto, la luz del fuego que cubría la aldea en la lejanía o tal vez eran antorchas, no lo sabía, iluminó el rostro del hombre que acababa de asesinar a su mejor amigo, Darrel Morrel.
Los pies de Samara se encontraban congelados, ella trataba de luchar contra el impulso de quedarse allí parada, quería correr, pero su cuerpo no respondía, Darrel se pasa una mano por su cabello suspirando de alivio. ─ Creí que nunca llegaría ─. Samara lo miraba con terror, su voz en su pecho se apagó ante la idea de que ella era la próxima. ─ ¿Estás bien?, ¿Estás herida? ─. Samara aun no podía hablar, Darrel le da una patada al cuerpo de Couslan corroborando si estaba bien muerto, cuando Samara vio el cadáver de su amigo, la sorpresa no pudo evitar que cayera de rodillas, los ojos de Couslan, ¿Dónde estaban?, no había nada allí, era como si se los hubieran arrancado, y su sangre, no era su sangre, era algo viscoso y negro, ¿Qué mierdas estaba pasando?
Darrel da la orden para recogerla, unos hombres le ayudan gentilmente a ponerse de pie, los ojos de Samara, fijos en la nada, hacían notar el estado de shock en que se encontraba, no forcejeaba, no luchaba por estar lejos, su hermoso cabello trenzado solo era un manojo de hebras escapadas de su peinado. Su cuerpo tambaleante fue llevado dentro de una carroza, custodiada por muchos guardias con armaduras y armas raras, era la única forma en la que Samara pudo describirlos al momento de que un ápice de su cordura volvió a pisar la realidad, su primer pensamiento, y fue una pregunta que se formuló en su mente, antes de sumirse en la inconsciencia, ¿Dónde estás Tristán? Samara despierta en un dormitorio, obviamente no era el suyo, sin embargo le daba crédito por lo lujoso, acostada en una amplia y grande cama con dosel, con cortinas blancas y encajes dorados, sabanas de seda, un amplio ventanal que albergaba desde el suelo al techo, armarios y mesas de caoba pulida, contaba con
Un estruendo se hizo sentir desde las afueras de la casa, produciendo un ligero temblor, Darrel se sorprende por tal suceso, en cambio Samara sonríe maliciosamente. ─ ¿Te sorprende que te hayan traicionado?, es una pena que tu gente te haya dado la espalda solo por tenerme, tú mismo lo dijiste ─ ¡NO!, ¡Tú eres mía! ─. Un guardia se asoma por la puerta rindiendo informe. ─ La muralla sur fue penetrada, no hay sobreviviente, mi Lord ─. Otra explosión, otro guardia aparece a los pocos minutos informando sobre más cadáveres. ─ ¿Cuántos son? ─ Solo uno, señor ─ ¡¿Uno?! ¡¿Es un chiste?! ─ No señor, es un hombre con una armadura plateada, los está matando a todos ─ ¡Deténganlo!, ¡Ataquen con todo! ¡Quiero su cabeza! ─. Otro fuerte temblor, Samara aprovecha la situación para abalanzarse sobre Darrel, empujándolo y tomar su daga, en lo que se enfila a la huida, nota al lado, un estante de armas, y observa una fina espada con hoja negra y una empuñadura brocada en hilos de oro, los g
El silencio de la noche fría, el cantar de los grillos y el pulular de los animales nocturnos, el cielo estrellado, solos, solos con la compañía de luz de la luna y el crepitar de una fogata para mantener el calor en el medio de la nada, ocultos en un bosque espeso y profundo, una joven muchacha de piel acanelada, de ojos marrones claros y de cabello negro, tan negro como el ébano brillante, los ojos fijos en aquel hombre que le curaba las heridas, aplicaba pomadas elaboradas de extractos de hierbas y otras cosas, las cuales, la joven no pudo identificar, sin embargo, calmaron el dolor de aquellos moretones, cortadas profundas y raspones que bañaban casi todo su cuerpo delgado y delicado. La joven habló en un ligero susurro, ya que la curiosidad la embargaba con un sinfín de preguntas, ─ ¿Por qué me ayudas? ─ (silencio) ─ ¿Cómo te llamas? ─ al no obtener respuestas de aquel extraño hombre, decidió examinarlo para ver si lograba descubrir algo en él. Su armadura aun puesta, extra
Humedeciéndose los labios, miró nuevamente a su alrededor, consideró las posibles rutas y su vestido blanco hecho jirones, desde luego su vestimenta no le ayudaría en su travesía, pero debía moverse o sucumbir en el posible peligro de quedarse, no estaba segura si su guerrero salvador regresaría. ─ O me muevo, o me muero ─ reflexionó Samara en voz alta. Humedeciéndose los labios nuevamente, se armó de valor e inició su marcha dando traspiés entre las gruesas y húmedas raíces de los enormes árboles que habitaban el lugar; no supo cuánto había recorrido, los mosquitos molestos zumbaban cerca de su rostro, abofeteándose más de una vez, o eran las ramas bajas que ella con dificultad trataba de apartar los que la golpeaban; resbalando por leves laderas y raíces húmedas, Samara llegó casi gateando a un claro, cerca de ese claro, un riachuelo, Samara se encontraba sedienta por la larga caminata con sus zapatillas ya desechas, eso no le importó en lo más mínimo, ella solo quería refresc
El rostro de Samara se tornó de un pálido lleno de pánico al ver el rostro de Dragnan, sus ojos, lo blanco de sus ojos desaparecieron para ponerse de un rojo vivo, fundidos con su azul hielo, sus dientes mostraban colmillos, dos pares de colmillo en la parte superior de su boca, Samara cae sobre su trasero al tropezar con una raíz tratando de retroceder, Dragnan se percata del pánico de Samara, éste da un paso hacia ella, pero Samara se arrastra desesperadamente sobre su espalda tratando de alejarse de Dragnan. ─ Te dije que no podía tocar tu daga… y ahora sabes porqué ─ dijo Dragnan mientras su rostro volvía a la normalidad y tomaba asiento cerca de la fogata. ─ No intentes huir, aun te están buscando ─ Dragnan toma una rama del suelo y empuja la daga de nuevo hacia ella. ─ Guárdala, podrías necesitarla en cualquier momento ─ Samara mira su daga con temor a que sea un truco para hacerle daño, sin embargo, el extraño guerrero se dispuso a limpiar el casco de su armadura; muy lent
Otra noche de acampada, Samara se aferra a su túnica de piel de lobo, la noche se mostraba aún más fría e inclemente, Samara no paraba de estornudar, su nariz roja soltaba un río de mocos, se buscó de limpiar con el dorso de su muñeca, pero se percata del brazal, recordando con temor la hoja oculta que contenía, Dragnan le ofrece una sopa. ─ Te dije que te resfriarías si durabas mucho tiempo en el agua ─ No quieras hacer de papá preocupado ─ Es cierto, no lo soy… come ─ Samara toma la taza con una punzada de culpa en su pecho. ─ Lo siento ─ dijo Samara haciendo un mueca, Dragnan solo se mantuvo en silencio contemplando la fogata. ─ Para pasado mañana llegaremos a nuestro destino, te sugiero que descanses ─ fue lo único que dijo sin siquiera mirar. ─ Enséñame a luchar… como tu ─ pidió Samara repentinamente. ─ No creo que en dos días aprendas ─ Solo lo básico, lo necesario, antes mi padre no me dejaba acercarme ni al armero, ni nada que pudiera contener algo que sean armas o armadu
Samara se acurruca temblando en un rincón al ver a su propio hermano pararse delante de su celda, un silencio incomodo y tenso se produjo entre ambos. ─ ¿Quién eres? ─ pregunta Samara ahogando un sollozo, Tristán o lo que queda de su hermano, cierra los ojos reflexivamente, suspira profundamente, luego los abre para mirar a Samara con melancolía. ─ Soy yo, Samara. Tristán, tu hermano ─ Samara niega imperceptiblemente, con tristeza en los ojos y algo de ira, tratando de no mostrar miedo a su hermano. ─ No, tú no eres mi hermano, ¿Quién eres?, mi hermano nunca me haría daño ─ Tristán con ojos llenos de tristeza agacha la mirada. ─ ¿Qué hiciste con mi hermano?, ¿Qué te hicieron para aceptar el trato? ─ en ese instante Tristán levanta la mirada hacia su hermana, ya con una expresión vacía, inescrutable. ─ No sabes lo que me hicieron, lo que tuve que pasar, Samara, las incontables torturas, ellos miran dentro de ti, rasgan tu alma solo para descubrir tu debilidad, moría por volverte a
Unos pasos lentos hacen acto de presencia asomando el fornido cuerpo de su hermano con una expresión que solo podría describirse como despiadada, con una mano a la altura de sus costillas formando casi un puño. ─ Creo que eso no era lo que habías venido hacer ─ dijo Tristán con voz sombría. ─ ¡Perdóneme mi señor, no volverá a pasar! ─ En eso si estamos de acuerdo, no volverá a pasar ─ Tristán soltó su mágico agarre de aquella endemoniada mujer, la cual ésta salió a zancadas de allí lo que se podría decir sollozando, eso pensó Samara sin siquiera mirar el rostro de Tristán. Levanta sus ojos hacia su hermano, sin embargo, ya no miraba a su hermano, ni con dolor, ni con tristeza, compasión o lastima, ni mucho menos con el amor idolátrico con la cual siempre lo recibía, solo el puro odio emanaba de ella. ─ ¿Cómo pudiste, Tristán? ─ preguntó Samara con los dientes apretados. ─ Eres resistente hermana ─ No soy tu hermana ─ replica Samara aun con los dientes apretados aferrándose aún má