El rostro de Samara se tornó de un pálido lleno de pánico al ver el rostro de Dragnan, sus ojos, lo blanco de sus ojos desaparecieron para ponerse de un rojo vivo, fundidos con su azul hielo, sus dientes mostraban colmillos, dos pares de colmillo en la parte superior de su boca, Samara cae sobre su trasero al tropezar con una raíz tratando de retroceder, Dragnan se percata del pánico de Samara, éste da un paso hacia ella, pero Samara se arrastra desesperadamente sobre su espalda tratando de alejarse de Dragnan. ─ Te dije que no podía tocar tu daga… y ahora sabes porqué ─ dijo Dragnan mientras su rostro volvía a la normalidad y tomaba asiento cerca de la fogata. ─ No intentes huir, aun te están buscando ─ Dragnan toma una rama del suelo y empuja la daga de nuevo hacia ella. ─ Guárdala, podrías necesitarla en cualquier momento ─ Samara mira su daga con temor a que sea un truco para hacerle daño, sin embargo, el extraño guerrero se dispuso a limpiar el casco de su armadura; muy lent
Otra noche de acampada, Samara se aferra a su túnica de piel de lobo, la noche se mostraba aún más fría e inclemente, Samara no paraba de estornudar, su nariz roja soltaba un río de mocos, se buscó de limpiar con el dorso de su muñeca, pero se percata del brazal, recordando con temor la hoja oculta que contenía, Dragnan le ofrece una sopa. ─ Te dije que te resfriarías si durabas mucho tiempo en el agua ─ No quieras hacer de papá preocupado ─ Es cierto, no lo soy… come ─ Samara toma la taza con una punzada de culpa en su pecho. ─ Lo siento ─ dijo Samara haciendo un mueca, Dragnan solo se mantuvo en silencio contemplando la fogata. ─ Para pasado mañana llegaremos a nuestro destino, te sugiero que descanses ─ fue lo único que dijo sin siquiera mirar. ─ Enséñame a luchar… como tu ─ pidió Samara repentinamente. ─ No creo que en dos días aprendas ─ Solo lo básico, lo necesario, antes mi padre no me dejaba acercarme ni al armero, ni nada que pudiera contener algo que sean armas o armadu
Samara se acurruca temblando en un rincón al ver a su propio hermano pararse delante de su celda, un silencio incomodo y tenso se produjo entre ambos. ─ ¿Quién eres? ─ pregunta Samara ahogando un sollozo, Tristán o lo que queda de su hermano, cierra los ojos reflexivamente, suspira profundamente, luego los abre para mirar a Samara con melancolía. ─ Soy yo, Samara. Tristán, tu hermano ─ Samara niega imperceptiblemente, con tristeza en los ojos y algo de ira, tratando de no mostrar miedo a su hermano. ─ No, tú no eres mi hermano, ¿Quién eres?, mi hermano nunca me haría daño ─ Tristán con ojos llenos de tristeza agacha la mirada. ─ ¿Qué hiciste con mi hermano?, ¿Qué te hicieron para aceptar el trato? ─ en ese instante Tristán levanta la mirada hacia su hermana, ya con una expresión vacía, inescrutable. ─ No sabes lo que me hicieron, lo que tuve que pasar, Samara, las incontables torturas, ellos miran dentro de ti, rasgan tu alma solo para descubrir tu debilidad, moría por volverte a
Unos pasos lentos hacen acto de presencia asomando el fornido cuerpo de su hermano con una expresión que solo podría describirse como despiadada, con una mano a la altura de sus costillas formando casi un puño. ─ Creo que eso no era lo que habías venido hacer ─ dijo Tristán con voz sombría. ─ ¡Perdóneme mi señor, no volverá a pasar! ─ En eso si estamos de acuerdo, no volverá a pasar ─ Tristán soltó su mágico agarre de aquella endemoniada mujer, la cual ésta salió a zancadas de allí lo que se podría decir sollozando, eso pensó Samara sin siquiera mirar el rostro de Tristán. Levanta sus ojos hacia su hermano, sin embargo, ya no miraba a su hermano, ni con dolor, ni con tristeza, compasión o lastima, ni mucho menos con el amor idolátrico con la cual siempre lo recibía, solo el puro odio emanaba de ella. ─ ¿Cómo pudiste, Tristán? ─ preguntó Samara con los dientes apretados. ─ Eres resistente hermana ─ No soy tu hermana ─ replica Samara aun con los dientes apretados aferrándose aún má
La celda se abre de un gran esfuerzo y un tirón, sin necesidad de una llave, despegándolas de sus goznes, manos salían de las otras celdas pidiendo a gritos poner fin a sus miserables y consumidas vidas, pero éste solo ponía atención en Samara. ─ Dragnan ─ dijo con asombro en un susurro, no sabía si alegrarse o sentirse aterrada, pudo ver que debajo de ese casco dorado con plata, el rostro de Dragnan no se asemejaba ni de cerca de la apariencia humana con la que lo conoció, Samara traga saliva con dificultad, ¿estará alucinando?, ¿será de verdad que Dragnan la vino a sacar de allí?, pudo ver que entre la armadura se hallaban magulladuras y grietas, signos de que una fuerte batalla había librado, un fluido espeso y negro brotaba de ellas. ─ Estás herido ─ dijo Samara en un jadeo preocupado. ─ No hay tiempo para eso. Hay que moverse ─ Samara sin perder tiempo, asiente humedeciéndose los labios secos y partidos, se coloca el hueso tallado en la parte de atrás sujetado con su pantaló
Dragnan comienza a agitar sus alas disminuyendo la velocidad, Samara cae sobre su trasero al momento en que ella toca suelo, se apoya sobre sus codos fulminándolo con la mirada, Dragnan cae postrado sobre una rodilla un par de metros más allá, viéndose muy débil y su respiración irregular. Samara corre en su auxilio, rodeando a Dragnan por la cintura y el brazo de él por su cuello, lo ayuda a levantarse y caminar adentrándose a las profundidades del bosque. Era de noche, las estrellas brillantes, millones de ellas, y ellos bajo un cielo hermosamente despejado, sin embargo el frío dejaba por sentado su presencia, Samara cae agotada junto a un Dragnan moribundo. ─ Pesas demasiado ─ protestó Samara resollando, quejándose mientras trataba de incorporarse, arrastra a su demonio protector hasta recostarlo sobre un árbol, la armadura de Dragnan se va evaporando lentamente hasta solo quedar con su túnica negra y el rostro humano y encantador con la que lo había conocido, solo la sangre o
Una carroza llena de artistas, transportaban cuadros y esculturas hacia un pueblo lejano, una mujer daba a luz dentro de una de las carrozas de la caravana ─ ¡Puja mujer!, ¡puja! ─ motivaba la matrona asistiendo el parto, el esposo de aquella mujer, sostenía la mano de su amada con fuerza brindándole apoyo, la mujer hace un gran esfuerzo pujando siguiendo las instrucciones de la partera. ─ ¡Puja, Carlota!, ¡con fuerza! ─ La mujer pujó con fuerza trayendo al mundo un nuevo ser, una niña nació, pero no se movía, no respiraba, por un momento la partera mira con desconcierto y tristeza al esposo de Carlota, cuando estuvo a punto de dar la noticia, la bebé da unos espasmos soltando un gran llanto en los brazos de la partera. ─ Es una hermosa niña ─ anunció la partera con asombro por el milagro, entregándola a los brazos de sus amorosos padres con una gran sonrisa llena de satisfacción, ambos la miran con un amor inmenso, la madre la toma entre sus brazos como si fuera una muñeca de la
Pietro se tomó un momento, no solo para calmarse, sino para estudiar cada frasco seleccionado por Paola, aún era casi imposible digerir que su hija haya hecho estos hallazgos con premeditada intención con tan solo nueve años de edad. ─ Ahora, mi bella bambina, ¿recuerdas el orden en que los mezclaste? ─ la niña mira los frascos, luego a su padre, vuelve asentir, y ya esto era el colmo de las bendiciones o casualidades, su padre no aguanta tanta emoción, ¡tanto en un solo lugar!, esto no podía estarle pasando, ¡es casi un milagro!, se levanta bruscamente mordiéndose el nudillo de su dedo índice y una mano en la cintura mientras caminaba de un lugar a otro, la niña ya estaba algo asustada, ¿será que su papá se estaba volviendo loco? ─ ¿Papi? ─ llama la niña temerosa ─ Dame un segundo, querida mía, tengo… tengo que pensar, si, tengo que pensar ─ se sienta un momento aun mordiéndose el nudillo, tamborileando con el talón del pie, nervioso y una expresión de angustia, lanzaba miradas