Un estruendo se hizo sentir desde las afueras de la casa, produciendo un ligero temblor, Darrel se sorprende por tal suceso, en cambio Samara sonríe maliciosamente. ─ ¿Te sorprende que te hayan traicionado?, es una pena que tu gente te haya dado la espalda solo por tenerme, tú mismo lo dijiste ─ ¡NO!, ¡Tú eres mía! ─.
Un guardia se asoma por la puerta rindiendo informe. ─ La muralla sur fue penetrada, no hay sobreviviente, mi Lord ─. Otra explosión, otro guardia aparece a los pocos minutos informando sobre más cadáveres. ─ ¿Cuántos son? ─ Solo uno, señor ─ ¡¿Uno?! ¡¿Es un chiste?! ─ No señor, es un hombre con una armadura plateada, los está matando a todos ─ ¡Deténganlo!, ¡Ataquen con todo! ¡Quiero su cabeza! ─.
Otro fuerte temblor, Samara aprovecha la situación para abalanzarse sobre Darrel, empujándolo y tomar su daga, en lo que se enfila a la huida, nota al lado, un estante de armas, y observa una fina espada con hoja negra y una empuñadura brocada en hilos de oro, los guardias buscan de detenerla, sin embargo, otro temblor hizo a los guardias tambalearse y así aprovechar de emprender la huida.
─ ¡ATRÁPENLA! ─. Samara corre por los pasillos sin saber siquiera adónde ir, se topa con Meredith, ésta la sujeta por los hombros, pero Samara fue más rápida, le apuñala con Colmillo por el costado, la daga comienza arder, Meredith grita en agonía aflojando su agarre, Samara no perdió el chance de empujarla y seguir corriendo.
Cruzando por un pasillo largo en dirección al patio, se topa con un hombre de armadura plateada que caminaba en su dirección con espada en mano, Samara se detiene resbalándose y cayendo sobre su trasero, se busca de arrastrar sobre su espalda para mantener una distancia segura de él, de pronto una gran cantidad de guardias hicieron acto de presencia para arremeter contra el hombre, Samara pudo ver cuan diestro era en combate; los despachó a todos dando giros y giros con su espada, cortando, rebanado, evitando, usando las espadas de sus contrincantes para defender y atacar, sosteniendo con su mano sus golpes y arremetiendo con la empuñadura, para luego atacar con las espadas de sus adversarios; dejando al final solo carne muerta a su alrededor.
El hombre se acerca hasta Samara, ésta tiembla de pánico en el piso, no pudo reconocer al hombre detrás del yelmo, solo pudo ver aquellos ojos azules como el hielo brillar dentro, éste le tiende la mano, sin embargo, Samara le aparta y corre en dirección a los cadáveres, por donde había llegado aquel guerrero.
Perdiéndose entre los bosques, Samara cae una y otra vez, tropezando con cuanta raíz se topaba, terminando con arañazos y golpes por todo su cuerpo; hasta que cae por un empinado barranco, quedando bien golpeada y mal trecha, como pudo se levantó, y renqueando prosigue con su huida.
La noche inclemente le abrumaba con el silencio, los gritos de los soldados luchando y muriendo se silenciaron a través de la distancia, supo en ese momento de lo suficientemente lejos y perdida que se encontraba, sin más remedio, se acurruca a los pies de un árbol a llorar desconsoladamente al darse cuenta como su vida se había vuelto una m****a en un abrir y cerrar de ojos.
Una vez que su llanto se vio calmado y su respiración agitada por el miedo cesó, se comenzaron a sentir unos pasos de una armadura acercándose, ¿era el guerrero?, por más que quería saber, no quiso arriesgarse a equivocarse, así que con su respiración agitada y desesperada, se enfiló a la huida con el dolor penetrante en su pierna; levantando un poco la falda pudo ver una gran cortada en su muslo izquierdo, pero no era el momento de quejarse, ni de llorar; habría tiempo luego, una vez que estuviera a salvo, pero ¿Dónde es a salvo?.
Llegando a un claro, es rodeada por varios guardias de Morrel, sus caras decían que harían un montón de cosas antes de regresarla ante su señor. Arrastrándola de nuevo a los bosques, los hombres celebraban y reían con malicia, de pronto una daga de cristal atraviesa el cuello de uno de los soldados que sostenía a Samara, logrando brotar a chorros sangre de su cuello y de su boca, entre gorgoteos, el hombre cae el suelo, muerto, los hombres se ponen en guardia buscando de donde había provenido la daga, uno a uno fueron cayendo a su alrededor, Samara levanta la cara cuando unas botas plateadas se paran al frente.
Samara, sucia y harapienta con el cabello enmarañado, lleno de ramitas y tierra, contempla a su salvador, era el hombre de cabello blanco, el mensajero guerrero, éste le tiende la mano, pero Samara se desmaya.
En el momento que Samara recobra la conciencia, levantándose lentamente se percata de que su salvador se encontraba a su lado aun vistiendo su rara armadura, obviamente no era el mismo sitio donde la había encontrado, lo supo en el momento que recorrió con la mirada el lugar, pero algo era diferente, él se veía diferente, ¿pero qué?, y ¿Dónde lo había visto?, cuando intentó levantarse, se dio cuenta que el mensajero-guardián la había abrigado.
El silencio de la noche fría, el cantar de los grillos y el pulular de los animales nocturnos, el cielo estrellado, solos, solos con la compañía de luz de la luna y el crepitar de una fogata para mantener el calor en el medio de la nada, ocultos en un bosque espeso y profundo, una joven muchacha de piel acanelada, de ojos marrones claros y de cabello negro, tan negro como el ébano brillante, los ojos fijos en aquel hombre que le curaba las heridas, aplicaba pomadas elaboradas de extractos de hierbas y otras cosas, las cuales, la joven no pudo identificar, sin embargo, calmaron el dolor de aquellos moretones, cortadas profundas y raspones que bañaban casi todo su cuerpo delgado y delicado. La joven habló en un ligero susurro, ya que la curiosidad la embargaba con un sinfín de preguntas, ─ ¿Por qué me ayudas? ─ (silencio) ─ ¿Cómo te llamas? ─ al no obtener respuestas de aquel extraño hombre, decidió examinarlo para ver si lograba descubrir algo en él. Su armadura aun puesta, extra
Humedeciéndose los labios, miró nuevamente a su alrededor, consideró las posibles rutas y su vestido blanco hecho jirones, desde luego su vestimenta no le ayudaría en su travesía, pero debía moverse o sucumbir en el posible peligro de quedarse, no estaba segura si su guerrero salvador regresaría. ─ O me muevo, o me muero ─ reflexionó Samara en voz alta. Humedeciéndose los labios nuevamente, se armó de valor e inició su marcha dando traspiés entre las gruesas y húmedas raíces de los enormes árboles que habitaban el lugar; no supo cuánto había recorrido, los mosquitos molestos zumbaban cerca de su rostro, abofeteándose más de una vez, o eran las ramas bajas que ella con dificultad trataba de apartar los que la golpeaban; resbalando por leves laderas y raíces húmedas, Samara llegó casi gateando a un claro, cerca de ese claro, un riachuelo, Samara se encontraba sedienta por la larga caminata con sus zapatillas ya desechas, eso no le importó en lo más mínimo, ella solo quería refresc
El rostro de Samara se tornó de un pálido lleno de pánico al ver el rostro de Dragnan, sus ojos, lo blanco de sus ojos desaparecieron para ponerse de un rojo vivo, fundidos con su azul hielo, sus dientes mostraban colmillos, dos pares de colmillo en la parte superior de su boca, Samara cae sobre su trasero al tropezar con una raíz tratando de retroceder, Dragnan se percata del pánico de Samara, éste da un paso hacia ella, pero Samara se arrastra desesperadamente sobre su espalda tratando de alejarse de Dragnan. ─ Te dije que no podía tocar tu daga… y ahora sabes porqué ─ dijo Dragnan mientras su rostro volvía a la normalidad y tomaba asiento cerca de la fogata. ─ No intentes huir, aun te están buscando ─ Dragnan toma una rama del suelo y empuja la daga de nuevo hacia ella. ─ Guárdala, podrías necesitarla en cualquier momento ─ Samara mira su daga con temor a que sea un truco para hacerle daño, sin embargo, el extraño guerrero se dispuso a limpiar el casco de su armadura; muy lent
Otra noche de acampada, Samara se aferra a su túnica de piel de lobo, la noche se mostraba aún más fría e inclemente, Samara no paraba de estornudar, su nariz roja soltaba un río de mocos, se buscó de limpiar con el dorso de su muñeca, pero se percata del brazal, recordando con temor la hoja oculta que contenía, Dragnan le ofrece una sopa. ─ Te dije que te resfriarías si durabas mucho tiempo en el agua ─ No quieras hacer de papá preocupado ─ Es cierto, no lo soy… come ─ Samara toma la taza con una punzada de culpa en su pecho. ─ Lo siento ─ dijo Samara haciendo un mueca, Dragnan solo se mantuvo en silencio contemplando la fogata. ─ Para pasado mañana llegaremos a nuestro destino, te sugiero que descanses ─ fue lo único que dijo sin siquiera mirar. ─ Enséñame a luchar… como tu ─ pidió Samara repentinamente. ─ No creo que en dos días aprendas ─ Solo lo básico, lo necesario, antes mi padre no me dejaba acercarme ni al armero, ni nada que pudiera contener algo que sean armas o armadu
Samara se acurruca temblando en un rincón al ver a su propio hermano pararse delante de su celda, un silencio incomodo y tenso se produjo entre ambos. ─ ¿Quién eres? ─ pregunta Samara ahogando un sollozo, Tristán o lo que queda de su hermano, cierra los ojos reflexivamente, suspira profundamente, luego los abre para mirar a Samara con melancolía. ─ Soy yo, Samara. Tristán, tu hermano ─ Samara niega imperceptiblemente, con tristeza en los ojos y algo de ira, tratando de no mostrar miedo a su hermano. ─ No, tú no eres mi hermano, ¿Quién eres?, mi hermano nunca me haría daño ─ Tristán con ojos llenos de tristeza agacha la mirada. ─ ¿Qué hiciste con mi hermano?, ¿Qué te hicieron para aceptar el trato? ─ en ese instante Tristán levanta la mirada hacia su hermana, ya con una expresión vacía, inescrutable. ─ No sabes lo que me hicieron, lo que tuve que pasar, Samara, las incontables torturas, ellos miran dentro de ti, rasgan tu alma solo para descubrir tu debilidad, moría por volverte a
Unos pasos lentos hacen acto de presencia asomando el fornido cuerpo de su hermano con una expresión que solo podría describirse como despiadada, con una mano a la altura de sus costillas formando casi un puño. ─ Creo que eso no era lo que habías venido hacer ─ dijo Tristán con voz sombría. ─ ¡Perdóneme mi señor, no volverá a pasar! ─ En eso si estamos de acuerdo, no volverá a pasar ─ Tristán soltó su mágico agarre de aquella endemoniada mujer, la cual ésta salió a zancadas de allí lo que se podría decir sollozando, eso pensó Samara sin siquiera mirar el rostro de Tristán. Levanta sus ojos hacia su hermano, sin embargo, ya no miraba a su hermano, ni con dolor, ni con tristeza, compasión o lastima, ni mucho menos con el amor idolátrico con la cual siempre lo recibía, solo el puro odio emanaba de ella. ─ ¿Cómo pudiste, Tristán? ─ preguntó Samara con los dientes apretados. ─ Eres resistente hermana ─ No soy tu hermana ─ replica Samara aun con los dientes apretados aferrándose aún má
La celda se abre de un gran esfuerzo y un tirón, sin necesidad de una llave, despegándolas de sus goznes, manos salían de las otras celdas pidiendo a gritos poner fin a sus miserables y consumidas vidas, pero éste solo ponía atención en Samara. ─ Dragnan ─ dijo con asombro en un susurro, no sabía si alegrarse o sentirse aterrada, pudo ver que debajo de ese casco dorado con plata, el rostro de Dragnan no se asemejaba ni de cerca de la apariencia humana con la que lo conoció, Samara traga saliva con dificultad, ¿estará alucinando?, ¿será de verdad que Dragnan la vino a sacar de allí?, pudo ver que entre la armadura se hallaban magulladuras y grietas, signos de que una fuerte batalla había librado, un fluido espeso y negro brotaba de ellas. ─ Estás herido ─ dijo Samara en un jadeo preocupado. ─ No hay tiempo para eso. Hay que moverse ─ Samara sin perder tiempo, asiente humedeciéndose los labios secos y partidos, se coloca el hueso tallado en la parte de atrás sujetado con su pantaló
Dragnan comienza a agitar sus alas disminuyendo la velocidad, Samara cae sobre su trasero al momento en que ella toca suelo, se apoya sobre sus codos fulminándolo con la mirada, Dragnan cae postrado sobre una rodilla un par de metros más allá, viéndose muy débil y su respiración irregular. Samara corre en su auxilio, rodeando a Dragnan por la cintura y el brazo de él por su cuello, lo ayuda a levantarse y caminar adentrándose a las profundidades del bosque. Era de noche, las estrellas brillantes, millones de ellas, y ellos bajo un cielo hermosamente despejado, sin embargo el frío dejaba por sentado su presencia, Samara cae agotada junto a un Dragnan moribundo. ─ Pesas demasiado ─ protestó Samara resollando, quejándose mientras trataba de incorporarse, arrastra a su demonio protector hasta recostarlo sobre un árbol, la armadura de Dragnan se va evaporando lentamente hasta solo quedar con su túnica negra y el rostro humano y encantador con la que lo había conocido, solo la sangre o