Darrel da la orden para recogerla, unos hombres le ayudan gentilmente a ponerse de pie, los ojos de Samara, fijos en la nada, hacían notar el estado de shock en que se encontraba, no forcejeaba, no luchaba por estar lejos, su hermoso cabello trenzado solo era un manojo de hebras escapadas de su peinado.
Su cuerpo tambaleante fue llevado dentro de una carroza, custodiada por muchos guardias con armaduras y armas raras, era la única forma en la que Samara pudo describirlos al momento de que un ápice de su cordura volvió a pisar la realidad, su primer pensamiento, y fue una pregunta que se formuló en su mente, antes de sumirse en la inconsciencia, ¿Dónde estás Tristán?
Samara despierta en un dormitorio, obviamente no era el suyo, sin embargo le daba crédito por lo lujoso, acostada en una amplia y grande cama con dosel, con cortinas blancas y encajes dorados, sabanas de seda, un amplio ventanal que albergaba desde el suelo al techo, armarios y mesas de caoba pulida, contaba con su propio cuarto de baño, la habitación era casi el doble que su habitación, contaba con propio librero y cuarto de entretenimiento, un cuarto para una persona ostentosa, los pensamientos y las preguntas golpean a Samara trayéndola al presente, ¿Qué demonios hacía ella allí?, ¿Quién la llevó a ese lugar?, ¿De quién era éste lugar?, ¿Qué pasó con sus padres?, un nombre se le asomó en su cabeza, Darrel, en ese instante recordó todo aquel desastre en su casa, su padre devorando a su madre, el herrero poseído, y Couslan sin ojos, con su pecho atravesado, y por último, el rostro de Darrel preguntándole si se encontraba herida.
Por un instante creyó ver la preocupación en su rostro, pero las náuseas y escalofríos golpearon todo su cuerpo, Samara se levanta sentándose en la cama frotándose los brazos, se da cuenta de que la ropa que traía puesta no era la misma la que tenía cuando todo se fue a la m****a en su casa y en la aldea. Una bata blanca bastante decente, una simple bata para dormir y su cabello suelto; abrumada por los recuerdos y la sensación de pérdida, un sollozo golpeó en su pecho, no pudo creer que su propio padre haya devorado las entrañas de su madre como una bestia y haya querido matarla, su amigo Couslan, ¡Couslan!, ¿Qué le pasó?, ¿Dónde estaban sus ojos?
Dos toques a la puerta llamaron la atención de Samara, cortando sus sollozos, miraba con incertidumbre a la puerta, pensaba la forma de defenderse o de escapar, pero lo único que hizo fue aferrarse a las sábanas.
Una cabeza se asoma, era una mujer mayor, a pesar de su complexión, era de la misma edad de su madre muerta en manos de su padre, ¡Dios!, pensando en que su madre había sido asesinada, era algo que no se podía asimilar a la ligera, mucho menos cuando el autor era Roland, su padre que se la devoraba, por tal recuerdo, no pudo evitar que su estómago se revolviera.
Tratando de desviar su atención de aquellos acontecimientos, se enfocó en aquella extraña que le sonreía, sin embargo, esta mujer era de piel oscura y hermoso rostro, sus ojos azul casi grises, le recordaron al mensajero-cazador.
─ Ya despertaste, niña, bien, supongo que tenéis muchas preguntas ─ ¿Dónde estoy? ─. Fue la primera pregunta que soltó Samara, incluso antes de pensarla. ─ Estáis en la casa de la familia Morrel ─. La sorpresa y el pavor invadieron los ojos de Samara.
La mujer entra cautelosamente a la habitación. ─ Tranquila, niña, estáis a salvo aquí ─. Samara mira a todas direcciones, buscando algo, el colmillo, ¿Dónde está el colmillo? ─ El joven Morrel desea verte ─. Samara detiene su búsqueda de inmediato. ─ ¿Darrel… quiere verme? ─. Preguntó estrechando la mirada, la mujer asiente, ésta se dirige al armario sacando un sencillo vestido. ─ Será mejor que uséis esto, no creo que sea apropiado que llevéis un vestido para dormir para entrevistarse con el joven señor ─.
La mujer tira en la cama un vestido blanco de algodón y seda con bordados dorados y nácar en la cintura y pecho, ajustado al cuerpo, era de la talla de Samara, lo supo cuando se lo probó, ajustándose donde debía estar ajustado, a sus finas líneas y curvas de su delicado cuerpo, unas zapatillas haciendo juego esperaban por ella al lado de la cama.
─ Por cierto, soy Meredith ─. Se presentó la mujer. ─ Mientras estéis aquí, yo seré su doncella asignada a su cuidado ─ Soy Samara ─. se presentó viéndose el vestido en el espejo, la mujer esboza una sonrisa contestando. ─ Ya lo sé, ahora, si me permitís, os déjeme guiar hasta el estudio del joven Darrel ─.
Darrel se encontraba sentado en un sillón de alto espaldar, se aemejaba a un trono, sus patas moldeadas en cedro, el espaldar y el cojin eran rojos aterciopelados, él sostenía un libro, parecía que la lectura le aburría, al notar la presencia de Samara, enarca el ceño con asombro.
─ ¡Samara! Te esperaba. Es curioso, que una joven como tu conozca este tipo de… artefactos ─. Dijo Darrel dejando el libro sobre la mesita, tomando en su lugar el puñal blanco, Colmillo, Samara observa su daga, sin embargo, se mantuvo impasible y silenciosa. ─ ¿Nada que decir?, ¿Sabes lo que significa?, ¿Quién te lo dio? ─ Solo fue un regalo de mi hermano, me lo trajo en uno de sus viajes, me dijo que se lo compró a un viajero que vende baratijas ─.
Darrel se quedó un par de segundos reflexionando la respuesta de Samara, estrechando la mirada sobre el puñal, de pronto… ─ No te creo. Si el vendedor supiera lo que hizo, te aseguro que hubiera pedido más por él ─ De seguro que el vendedor era un idiota, ¿Acaso sabéis cuánto cuesta? ─ No lo sé, ¿Tu si? ─ No, nunca le pregunto esas cosas a mi hermano ─ ¿Solo aceptas sin más?, ¿Sin saber de quien fue?, ¿Ni cómo llegó a sus manos?, creo que tu hermano sabe más de lo que te dijo ─ ¡Mi hermano no es un mentiroso! ─ No lo sé, ni me interesa ─ Devuélvemelo, es mío ─ Es muy poco… apropiado ver a una dama con un arma como esta en su poder. Creo que lo conservaré para… tu protección… y la mía desde luego ─. Comentaba Darrel contemplando la daga con fascinación e ironía.
─ ¿Por qué mataste a Couslan? ─ ¿Couslan?, ¡ah si!, el de la caballeriza. Ese muchacho ya no era tu amigo. Ya no ─ ¿Qué te hizo para que lo asesinaras? ─ Nada, pero él ya no era Couslan, tu misma lo viste ─. La imagen del cadáver de su amigo le golpea su mente, produciendo náuseas y arcadas. ─ Por favor, si vas a vomitar, que no sea en la alfombra, ¿Quieres? ─. El rostro de Samara empalidece, sosteniéndose del barandal que daban hacia la parte superior del estudio, y a su vez, fulminándolo con la mirada.
Darrel avanza hacia Samara prosiguiendo su relato, Samara parece no entender lo que sucedía. ─ Esa gente, la gente del pueblo, ya no son ellos mismos, han sido… ¿Cómo lo diría?, tomados ─ ¿Tomados? ─ Si, ni sus cuerpos, ni sus mentes ya no les pertenecen, son esclavos y dan todo por quien los tomó, y ellos dieron sus vidas para entregarte, ninguno es tomado sin una buena razón o… un buen trato ofrecido, un trato muy tentador para dejarla pasar por alto a cambio de sus vidas, pero una vez que ya el trato está hecho, ya dejan de ser ellos mismos y se olvidan de todo, trato, precio… todo, solo sirven para su nuevo amo ─ Y… ¿Cómo sabes tu todo eso?, ¿Acaso te ofreció algo? ─ No, y mi vida vale mucho para cambiarla por cualquier cosa que yo mismo puedo obtener por mis medios, y mi única cosa que anhelo es a ti, Samara ─ ¿Yo?, ¿Por qué? ─ ¿Aun no lo ves?, eres especial, Samara, y por ser especial, tu lugar es estar aquí, a mi lado ─ No le pertenezco a nadie ─ De hecho, tu padre cerró un trato conmigo antes de… ─ ¿Trato? ─ ¿He dicho trato?, que descuidado soy, (risa sardónica) ─ ¿Fuiste tu quien hizo que mi padre…? ─.
Los ojos de Samara desprendían furia y lágrimas. ─ No fui yo, el trato fue enviado a través de mi ─ Eres un maldito hijo de puta ─. Reprochó Samara entrecerrando los ojos, con las manos hechas puños y los dientes apretados. ─ (sonrisa socarrona) ¡Pero que palabras!, eso no es propio de una dama ─ ¡Acabas de matar a mis padres y tu solo piensas en ti! ─ Si, lo admito, soy egoísta ─.
Un estruendo se hizo sentir desde las afueras de la casa, produciendo un ligero temblor, Darrel se sorprende por tal suceso, en cambio Samara sonríe maliciosamente. ─ ¿Te sorprende que te hayan traicionado?, es una pena que tu gente te haya dado la espalda solo por tenerme, tú mismo lo dijiste ─ ¡NO!, ¡Tú eres mía! ─. Un guardia se asoma por la puerta rindiendo informe. ─ La muralla sur fue penetrada, no hay sobreviviente, mi Lord ─. Otra explosión, otro guardia aparece a los pocos minutos informando sobre más cadáveres. ─ ¿Cuántos son? ─ Solo uno, señor ─ ¡¿Uno?! ¡¿Es un chiste?! ─ No señor, es un hombre con una armadura plateada, los está matando a todos ─ ¡Deténganlo!, ¡Ataquen con todo! ¡Quiero su cabeza! ─. Otro fuerte temblor, Samara aprovecha la situación para abalanzarse sobre Darrel, empujándolo y tomar su daga, en lo que se enfila a la huida, nota al lado, un estante de armas, y observa una fina espada con hoja negra y una empuñadura brocada en hilos de oro, los g
El silencio de la noche fría, el cantar de los grillos y el pulular de los animales nocturnos, el cielo estrellado, solos, solos con la compañía de luz de la luna y el crepitar de una fogata para mantener el calor en el medio de la nada, ocultos en un bosque espeso y profundo, una joven muchacha de piel acanelada, de ojos marrones claros y de cabello negro, tan negro como el ébano brillante, los ojos fijos en aquel hombre que le curaba las heridas, aplicaba pomadas elaboradas de extractos de hierbas y otras cosas, las cuales, la joven no pudo identificar, sin embargo, calmaron el dolor de aquellos moretones, cortadas profundas y raspones que bañaban casi todo su cuerpo delgado y delicado. La joven habló en un ligero susurro, ya que la curiosidad la embargaba con un sinfín de preguntas, ─ ¿Por qué me ayudas? ─ (silencio) ─ ¿Cómo te llamas? ─ al no obtener respuestas de aquel extraño hombre, decidió examinarlo para ver si lograba descubrir algo en él. Su armadura aun puesta, extra
Humedeciéndose los labios, miró nuevamente a su alrededor, consideró las posibles rutas y su vestido blanco hecho jirones, desde luego su vestimenta no le ayudaría en su travesía, pero debía moverse o sucumbir en el posible peligro de quedarse, no estaba segura si su guerrero salvador regresaría. ─ O me muevo, o me muero ─ reflexionó Samara en voz alta. Humedeciéndose los labios nuevamente, se armó de valor e inició su marcha dando traspiés entre las gruesas y húmedas raíces de los enormes árboles que habitaban el lugar; no supo cuánto había recorrido, los mosquitos molestos zumbaban cerca de su rostro, abofeteándose más de una vez, o eran las ramas bajas que ella con dificultad trataba de apartar los que la golpeaban; resbalando por leves laderas y raíces húmedas, Samara llegó casi gateando a un claro, cerca de ese claro, un riachuelo, Samara se encontraba sedienta por la larga caminata con sus zapatillas ya desechas, eso no le importó en lo más mínimo, ella solo quería refresc
El rostro de Samara se tornó de un pálido lleno de pánico al ver el rostro de Dragnan, sus ojos, lo blanco de sus ojos desaparecieron para ponerse de un rojo vivo, fundidos con su azul hielo, sus dientes mostraban colmillos, dos pares de colmillo en la parte superior de su boca, Samara cae sobre su trasero al tropezar con una raíz tratando de retroceder, Dragnan se percata del pánico de Samara, éste da un paso hacia ella, pero Samara se arrastra desesperadamente sobre su espalda tratando de alejarse de Dragnan. ─ Te dije que no podía tocar tu daga… y ahora sabes porqué ─ dijo Dragnan mientras su rostro volvía a la normalidad y tomaba asiento cerca de la fogata. ─ No intentes huir, aun te están buscando ─ Dragnan toma una rama del suelo y empuja la daga de nuevo hacia ella. ─ Guárdala, podrías necesitarla en cualquier momento ─ Samara mira su daga con temor a que sea un truco para hacerle daño, sin embargo, el extraño guerrero se dispuso a limpiar el casco de su armadura; muy lent
Otra noche de acampada, Samara se aferra a su túnica de piel de lobo, la noche se mostraba aún más fría e inclemente, Samara no paraba de estornudar, su nariz roja soltaba un río de mocos, se buscó de limpiar con el dorso de su muñeca, pero se percata del brazal, recordando con temor la hoja oculta que contenía, Dragnan le ofrece una sopa. ─ Te dije que te resfriarías si durabas mucho tiempo en el agua ─ No quieras hacer de papá preocupado ─ Es cierto, no lo soy… come ─ Samara toma la taza con una punzada de culpa en su pecho. ─ Lo siento ─ dijo Samara haciendo un mueca, Dragnan solo se mantuvo en silencio contemplando la fogata. ─ Para pasado mañana llegaremos a nuestro destino, te sugiero que descanses ─ fue lo único que dijo sin siquiera mirar. ─ Enséñame a luchar… como tu ─ pidió Samara repentinamente. ─ No creo que en dos días aprendas ─ Solo lo básico, lo necesario, antes mi padre no me dejaba acercarme ni al armero, ni nada que pudiera contener algo que sean armas o armadu
Samara se acurruca temblando en un rincón al ver a su propio hermano pararse delante de su celda, un silencio incomodo y tenso se produjo entre ambos. ─ ¿Quién eres? ─ pregunta Samara ahogando un sollozo, Tristán o lo que queda de su hermano, cierra los ojos reflexivamente, suspira profundamente, luego los abre para mirar a Samara con melancolía. ─ Soy yo, Samara. Tristán, tu hermano ─ Samara niega imperceptiblemente, con tristeza en los ojos y algo de ira, tratando de no mostrar miedo a su hermano. ─ No, tú no eres mi hermano, ¿Quién eres?, mi hermano nunca me haría daño ─ Tristán con ojos llenos de tristeza agacha la mirada. ─ ¿Qué hiciste con mi hermano?, ¿Qué te hicieron para aceptar el trato? ─ en ese instante Tristán levanta la mirada hacia su hermana, ya con una expresión vacía, inescrutable. ─ No sabes lo que me hicieron, lo que tuve que pasar, Samara, las incontables torturas, ellos miran dentro de ti, rasgan tu alma solo para descubrir tu debilidad, moría por volverte a
Unos pasos lentos hacen acto de presencia asomando el fornido cuerpo de su hermano con una expresión que solo podría describirse como despiadada, con una mano a la altura de sus costillas formando casi un puño. ─ Creo que eso no era lo que habías venido hacer ─ dijo Tristán con voz sombría. ─ ¡Perdóneme mi señor, no volverá a pasar! ─ En eso si estamos de acuerdo, no volverá a pasar ─ Tristán soltó su mágico agarre de aquella endemoniada mujer, la cual ésta salió a zancadas de allí lo que se podría decir sollozando, eso pensó Samara sin siquiera mirar el rostro de Tristán. Levanta sus ojos hacia su hermano, sin embargo, ya no miraba a su hermano, ni con dolor, ni con tristeza, compasión o lastima, ni mucho menos con el amor idolátrico con la cual siempre lo recibía, solo el puro odio emanaba de ella. ─ ¿Cómo pudiste, Tristán? ─ preguntó Samara con los dientes apretados. ─ Eres resistente hermana ─ No soy tu hermana ─ replica Samara aun con los dientes apretados aferrándose aún má
La celda se abre de un gran esfuerzo y un tirón, sin necesidad de una llave, despegándolas de sus goznes, manos salían de las otras celdas pidiendo a gritos poner fin a sus miserables y consumidas vidas, pero éste solo ponía atención en Samara. ─ Dragnan ─ dijo con asombro en un susurro, no sabía si alegrarse o sentirse aterrada, pudo ver que debajo de ese casco dorado con plata, el rostro de Dragnan no se asemejaba ni de cerca de la apariencia humana con la que lo conoció, Samara traga saliva con dificultad, ¿estará alucinando?, ¿será de verdad que Dragnan la vino a sacar de allí?, pudo ver que entre la armadura se hallaban magulladuras y grietas, signos de que una fuerte batalla había librado, un fluido espeso y negro brotaba de ellas. ─ Estás herido ─ dijo Samara en un jadeo preocupado. ─ No hay tiempo para eso. Hay que moverse ─ Samara sin perder tiempo, asiente humedeciéndose los labios secos y partidos, se coloca el hueso tallado en la parte de atrás sujetado con su pantaló