El tiempo de visita de Sophie, para los ojos de Samara, fue algo tan efímero que lo pudo comparar con un parpadeo, la diversión y los chismes no parecieron ser suficientes, su estadía terminó en las vísperas del año nuevo, ella ya debía regresar a su país natal para compartir el año nuevo con su familia y su prometido, esa misma noche, justamente después de que Sophie se marchara en la mañana, para Samara, esa noche algo andaba mal, los grillos y animales nocturnos, de un momento a otro, dejaron de cantar y de pulular sus típicos ritmos, las estrellas se apagaron, era como si el mundo se hubiera detenido.
Nada de viento, nada de ruido, nada de nada. Su primer pensamiento de preocupación fue para Sophie, pero su corazón se calmó, ya que iba escoltada, luego de un momento a otro, todo volvió a la normalidad, ¿Cuánto tiempo pasó?, nunca lo supo, sin embargo, varias noches se fue repitiendo lo mismo. Recibió el año nuevo junto a sus padres en una gran celebración, y esa misma noche, cuando se fue a la cama después de celebrar y todos se habían ido a descansar, el silencio volvió, esta vez fue más prolongado, sin embargo, Samara tuvo la osadía de levantarse para contemplar el silencio tan ensordecedor de la noche, ni una rama se movía, con la respiración acelerada y una presión en su pecho, le indicaba de que algo grave estaba pasando, de que su instinto más profundo gritaba que corriera, pero una luz, luz que iluminaba el horizonte, muy, pero muy lejos de aquel lugar, brillaba tanto que lo confundió con un amanecer, lo curioso era que aún faltaban horas para que el sol rompiera el alba.
La luz se apagó, dejando que el mundo volviera a su normalidad, en cambio Samara sintió un fuerte agite en su pecho, que le hizo tambalearse tanto que tuvo que sostenerse del umbral que comunicaba con el balcón, le faltaba el aliento, como si lo que hubiese pasado le quisiera arrancar el alma.
La noche siguiente no se sintió nada, transcurrió con normalidad, llegó el año nuevo y todo se encontraba en calma, sin embargo, esa calma se asemejaba a una calma fúnebre, oscura, ya no había algarabía, los aldeanos más callados que de costumbre, inclusive, algunas personas parecían apresuradas para llegar a sus casas a refugiarse por miedo.
El mundo se volvió a silenciar, sin embargo, un fuerte viento acompañó el silencio, azotando tan fuerte que todos tuvieron que aferrarse a algo, Samara y su madre se apresuraron y se resguardaron en la catedral junto a algunos feligreses que iban a recibir la misa de año nuevo, el viento solo duro unos segundos, tiempo suficiente para hacer algo de estrago y poner nerviosos a los pueblerinos, ¿Qué rayos estaba pasando?, días después, se corrió el rumor de que una aldea galesa había desaparecido por completo, nadie supo que o como, no hubo testigos, solo unos comerciantes que pasaban por allí, a dicha aldea, informndo que lo que encontraron fue… nada, ni una pared, ni un cuerpo, nada, solo tierras áridas y muertas, como si la peste y la muerte hubieran hecho sus festividades en ese lugar, ni rastros de animales en los alrededores.
Ya las noticias de su hermano la llenaron de preocupación, él no tardaba mucho tiempo sin enviarle una carta, su silencio le angustiaba, y aún más al saber de que toda una aldea había desaparecido.
Otra reunión se convocó, esta vez con la intención de enviar una carta a su Majestad, demandando alguna respuesta de lo que estaba ocurriendo, el mensajero partió dejando a todos con la esperanza de recibir respuesta. Ni respuesta, ni mensajero, dando a entender que se encontraban totalmente aislados. Roland Staghorn dio la orden de tomar previsiones y un toque de queda por precaución, a la mañana siguiente enviaron un pequeño grupo de avanzada para verificar los caminos y las fronteras con las otras aldeas y contactar a los otros señores, pasaron semanas y el pequeño grupo de avanzada no regresó; Sophie, fue el primer pensamiento de Samara al sentir de que todo comenzaba a torcerse, ya no le dejaban salir, ni siquiera acercarse a los establos, la guardia fue redoblada. De pronto, en horas de la noche, una visita inesperada llegó, un hombre, un hombre portando una túnica con capucha cubriendo parte de su rostro, apareció en los portones de la casa de la familia Staghorn.
Arqueros con sus armas listas y apuntando desde los barracones en dirección a aquel forastero vestido con túnica negra, éste levanta sus manos en señal de rendición y… ─ ¡Santo y seña! ─ ¡Vengo en paz!, ¡necesito hablar con el señor de esta región! ─ ¡¿Quién solicita?! ─ (silencio) ─ ¡¿Quién solicita?! ─ ¡No tienen mucho tiempo!, ¡tienen que dejarme entrar!, ¡solo soy un emisario con un mensaje para su señor! ─. Solo hubo silencio en respuesta.
Los grandes portones se abren, dando a relucir a un hombre en armadura con el blasón familiar en su pecho, era el general de los guardias de la familia Staghorn. ─ Si eres un emisario, ¿De qué tierras provienes? ─ Unas tierras muy lejanas ─ ¿Lugar? ─ Del norte… muy al norte ─ Mientes, hemos enviado cartas al norte y no hemos recibido respuestas prácticamente en meses ─ Yo soy su respuesta ─ Nombre de quien sirves ─. Exigió el general con los dientes apretados. ─ Sirvo a Samara Staghorn, y el mensaje es para ella ─.
El hombre levanta un poco la mirada, descubriendo un poco de su rostro, el general empalidece y sale despavorido a entregar el mensaje, a los pocos minutos sale Roland a recibir al mensajero. ─ ¿Cuál es el mensaje? ─ Su hija debe salir de aquí cuanto antes ─ ¿Quién lo ordena? ─ (silencio) ─ Mi hija está bien protegida ─ No podrá protegerla con lo que se avecina, deben salir de aquí ─ ¿Me está amenazando? ─ No, solo les estoy advirtiendo, si hacen caso omiso o si tardan, lo lamentarán ─. El padre levanta la mano para ser asistido por sus hombres en arremeter contra el mensajero.
Samara presenciaba todo detrás de su madre, y sin pensarlo dos veces, y sin saber el porqué, corre hasta al mensajero al ver quien era, logrando así interponerse entre el mensajero y su padre dando su argumento entre jadeos por la repentina carrera. ─ Padre, por favor, aunque sea permita escuchar lo que tenga que decir ─ Vino aquí a amenazar a mi familia y a amenazarte a ti ─. Samara mira sobre sus hombros, y se da cuenta de que el extraño hombre no apartaba la vista ni un segundo de su padre. ─ ¿Y si fue Tristán quien lo envió? ─ Ya lo hubiera dicho. ¡Aparta Samara! ─ ¡Creí haber escuchado que venía del norte!, ¡Tristán está en el norte! ─ ¡Samara!, ¡hija! ─. Gritó su madre con la voz quebrada por la angustia.
Samara sintió como el mensajero respira profundamente, aun con las manos al aire. ─ Vengo en son de paz, vengo del norte con un mensaje de advertencia, deben huir de aquí cuanto antes, lo que le pasó a esa aldea, pronto pasará aquí también ─ ¿Cómo sabes lo de la aldea en Gales? ─ Si me permite pasar, le contaré con todo y detalles, aquí afuera hay muchos oídos interesados ─. La mano de Roland bajó lentamente para permitirle el paso, debido a ello, Samara suelta un suspiro de alivio.
Una vez dentro de la casa, Roland le ordena a su hija ir a su habitación inmediatamente, sin embargo, Samara protesta ante aquella demanda, desde luego, el mensajero se pone a favor de Samara ya que el tema como tal le conciernía a todos.
El hombre entra al gran salón comedor junto con toda la familia, o lo que quedaba de ella, conformados por Samara, su madre Marie y su padre Roland; el mensajero se quita la capucha ocultándola detrás del cuello alto de la túnica. Al final, no era una túnica como Samara pensaba, era el abrigo de cuero negro, una vestimenta extraña, nunca la había visto, por lo tanto, lo veía fascinante, una túnica que no necesita trenzado, y la capucha se le convertía en aquel cuello alto.
Roland y Marie toman asiento y Samara al lado de su madre, el mensajero los escudriñaba a cada uno como si viera sus almas, un cazador, con sus ojos azul – plata brillando con el fuego mortecino de la chimenea. ─ Demonio ─. Masculló la madre de Samara en un susurro casi inaudible, el mensajero levanta la mirada, enfocando toda su atención en Marie, m****a él la había escuchado.
─ ¿Qué dijo, madre? ─. El mensajero ladea la cabeza con los ojos bien fijos en Marie, la mujer traga saliva con dificultad, luego mira a su hija. ─ Nada, hija, nada ─ Si, dijiste algo ─ Solo musitaba cosas inútiles, no me hagas caso ─. El mensajero certifica lo ocurrido en la aldea Galesa, desde luego recomienda nuevamente en empacar solo lo necesario para partir cuanto antes de Bristol. ─ Lo que se avecina a estas tierras, sus hombres no podrán frenarlo, sus armas solo los retrasarán, nada más ─ ¿Qué son? ─. Pregunta Roland con el ceño fruncido. ─ Legiones. ─ ¡Bah!, tonterías ─. Refutó Roland con un bufido, el rostro impasible de aquel mensajero no dejaba de observar a Samara, en cambio, Marie no dejaba escudriñar aquellos rasgos de su rostro.
─ Deberían comenzar a empacar de una vez ─ No nos iremos a ningún lugar ─ Entonces su hija vendrá conmigo ─. Roland empalidece de la ira. ─ ¡¿Viene a mi casa a dar un mensaje y termina ofendiendo a mi familia, pasando por encima de mi autoridad?! ─ No tendrá autoridad si es hombre muerto ─ ¡GUARDIAS! ─.
Roland da la orden de arrastrar al mensajero a la celda, los cinco guardias bien armados intentaron sujetarlo, pero los guardias ya estaban inconscientes casi en un abrir y cerrar de ojos, los movimientos de combate que demostró aquel mensajero parecían no ser de este mundo. Por un segundo, la furia bulló en los ojos del extraño mensajero, cuando todos los guardias quedaron fuera de combate, el extraño habló con sus dientes apretados en un tono bajo y amenazador. ─ Si los quisiera muertos, señor Staghorn, ya lo estarían y no se hubieran dado cuenta, solo vine a advertir, si no escucha, tendré que llevarme a su hija, haré lo que sea necesario para ponerla a salvo ─. Roland ahora se encontraba pálido, pero del miedo, ¿Quién era este hombre?, al verlo combatir, era obvio que no era un simple mensajero, derribó a cinco guardias en pocos movimientos y sin moverse mucho de su lugar, sus guardias estaban armados, en cambio él, no tenía ni un cuchillo de untar, y aun así, los derribó con
Samara lucha para quitar la mano que presionaba su boca fuertemente, se estaba ahogando con su propio vomito, el hombre retira su mano haciendo un gesto de guardar silencio, Samara tosía tratando de recuperar su aliento y algo de aire para poder respirar, cuando Samara por fin presta atención a su salvador, se da cuenta de que era el herrero de los establos. ─ Gracias ─. Dijo Samara aun con voz entrecortada y algo ronca, aun tratando de respirar; el herrero asiente, ¿Qué rayos hacía el herrero de los establos en la casa?, de todas maneras no importaba, lo que importaba era que la había salvado de ser devorada por su padre, el herrero asiente en aprobación, sujetándola por los hombros con ternura, luego su agarre fue volviéndose más fuerte y apretado, lastimando sus brazos, Samara se da cuenta de que el rostro del herrero y su mirada se fueron volviendo vacuos, sombríos, cruzando sobre sus labios una sonrisa ansiosa y maníaca; bruscamente el herrero aferra contra su duro cuerpo a
Darrel da la orden para recogerla, unos hombres le ayudan gentilmente a ponerse de pie, los ojos de Samara, fijos en la nada, hacían notar el estado de shock en que se encontraba, no forcejeaba, no luchaba por estar lejos, su hermoso cabello trenzado solo era un manojo de hebras escapadas de su peinado. Su cuerpo tambaleante fue llevado dentro de una carroza, custodiada por muchos guardias con armaduras y armas raras, era la única forma en la que Samara pudo describirlos al momento de que un ápice de su cordura volvió a pisar la realidad, su primer pensamiento, y fue una pregunta que se formuló en su mente, antes de sumirse en la inconsciencia, ¿Dónde estás Tristán? Samara despierta en un dormitorio, obviamente no era el suyo, sin embargo le daba crédito por lo lujoso, acostada en una amplia y grande cama con dosel, con cortinas blancas y encajes dorados, sabanas de seda, un amplio ventanal que albergaba desde el suelo al techo, armarios y mesas de caoba pulida, contaba con
Un estruendo se hizo sentir desde las afueras de la casa, produciendo un ligero temblor, Darrel se sorprende por tal suceso, en cambio Samara sonríe maliciosamente. ─ ¿Te sorprende que te hayan traicionado?, es una pena que tu gente te haya dado la espalda solo por tenerme, tú mismo lo dijiste ─ ¡NO!, ¡Tú eres mía! ─. Un guardia se asoma por la puerta rindiendo informe. ─ La muralla sur fue penetrada, no hay sobreviviente, mi Lord ─. Otra explosión, otro guardia aparece a los pocos minutos informando sobre más cadáveres. ─ ¿Cuántos son? ─ Solo uno, señor ─ ¡¿Uno?! ¡¿Es un chiste?! ─ No señor, es un hombre con una armadura plateada, los está matando a todos ─ ¡Deténganlo!, ¡Ataquen con todo! ¡Quiero su cabeza! ─. Otro fuerte temblor, Samara aprovecha la situación para abalanzarse sobre Darrel, empujándolo y tomar su daga, en lo que se enfila a la huida, nota al lado, un estante de armas, y observa una fina espada con hoja negra y una empuñadura brocada en hilos de oro, los g
El silencio de la noche fría, el cantar de los grillos y el pulular de los animales nocturnos, el cielo estrellado, solos, solos con la compañía de luz de la luna y el crepitar de una fogata para mantener el calor en el medio de la nada, ocultos en un bosque espeso y profundo, una joven muchacha de piel acanelada, de ojos marrones claros y de cabello negro, tan negro como el ébano brillante, los ojos fijos en aquel hombre que le curaba las heridas, aplicaba pomadas elaboradas de extractos de hierbas y otras cosas, las cuales, la joven no pudo identificar, sin embargo, calmaron el dolor de aquellos moretones, cortadas profundas y raspones que bañaban casi todo su cuerpo delgado y delicado. La joven habló en un ligero susurro, ya que la curiosidad la embargaba con un sinfín de preguntas, ─ ¿Por qué me ayudas? ─ (silencio) ─ ¿Cómo te llamas? ─ al no obtener respuestas de aquel extraño hombre, decidió examinarlo para ver si lograba descubrir algo en él. Su armadura aun puesta, extra
Humedeciéndose los labios, miró nuevamente a su alrededor, consideró las posibles rutas y su vestido blanco hecho jirones, desde luego su vestimenta no le ayudaría en su travesía, pero debía moverse o sucumbir en el posible peligro de quedarse, no estaba segura si su guerrero salvador regresaría. ─ O me muevo, o me muero ─ reflexionó Samara en voz alta. Humedeciéndose los labios nuevamente, se armó de valor e inició su marcha dando traspiés entre las gruesas y húmedas raíces de los enormes árboles que habitaban el lugar; no supo cuánto había recorrido, los mosquitos molestos zumbaban cerca de su rostro, abofeteándose más de una vez, o eran las ramas bajas que ella con dificultad trataba de apartar los que la golpeaban; resbalando por leves laderas y raíces húmedas, Samara llegó casi gateando a un claro, cerca de ese claro, un riachuelo, Samara se encontraba sedienta por la larga caminata con sus zapatillas ya desechas, eso no le importó en lo más mínimo, ella solo quería refresc
El rostro de Samara se tornó de un pálido lleno de pánico al ver el rostro de Dragnan, sus ojos, lo blanco de sus ojos desaparecieron para ponerse de un rojo vivo, fundidos con su azul hielo, sus dientes mostraban colmillos, dos pares de colmillo en la parte superior de su boca, Samara cae sobre su trasero al tropezar con una raíz tratando de retroceder, Dragnan se percata del pánico de Samara, éste da un paso hacia ella, pero Samara se arrastra desesperadamente sobre su espalda tratando de alejarse de Dragnan. ─ Te dije que no podía tocar tu daga… y ahora sabes porqué ─ dijo Dragnan mientras su rostro volvía a la normalidad y tomaba asiento cerca de la fogata. ─ No intentes huir, aun te están buscando ─ Dragnan toma una rama del suelo y empuja la daga de nuevo hacia ella. ─ Guárdala, podrías necesitarla en cualquier momento ─ Samara mira su daga con temor a que sea un truco para hacerle daño, sin embargo, el extraño guerrero se dispuso a limpiar el casco de su armadura; muy lent
Otra noche de acampada, Samara se aferra a su túnica de piel de lobo, la noche se mostraba aún más fría e inclemente, Samara no paraba de estornudar, su nariz roja soltaba un río de mocos, se buscó de limpiar con el dorso de su muñeca, pero se percata del brazal, recordando con temor la hoja oculta que contenía, Dragnan le ofrece una sopa. ─ Te dije que te resfriarías si durabas mucho tiempo en el agua ─ No quieras hacer de papá preocupado ─ Es cierto, no lo soy… come ─ Samara toma la taza con una punzada de culpa en su pecho. ─ Lo siento ─ dijo Samara haciendo un mueca, Dragnan solo se mantuvo en silencio contemplando la fogata. ─ Para pasado mañana llegaremos a nuestro destino, te sugiero que descanses ─ fue lo único que dijo sin siquiera mirar. ─ Enséñame a luchar… como tu ─ pidió Samara repentinamente. ─ No creo que en dos días aprendas ─ Solo lo básico, lo necesario, antes mi padre no me dejaba acercarme ni al armero, ni nada que pudiera contener algo que sean armas o armadu