La nieve comenzó a desatarse sobre la aldea, fue lo primero que vio Samara a través de la ventana al levantarse bien temprano por la mañana, una vista impresionante al apreciar toda aquella nieve delante de ella, el contemplar el cielo encapotado le recordó aquellos ojos de aquel hombre misterioso.
Vistiéndose de blanco, abrigada con pieles color ceniza, Samara se enfila para pasear por los jardines, un sirviente dio anuncio de que una carroza había hecho parada delante de la gran casa, por ende, los gritos de advertencias de los sirvientes pasaron a ser ignorados por los oídos de Samara; corrió hasta al frente de la casa para ver quien había llegado, tenía su corazonada, pero quería estar segura, y así fue, su corazonada no le mintió, su amiga Sophie Gerald había llegado esa misma mañana tal cual como había dicho en sus cartas a principio de año, su vestido gris y azul pálido con encajes dorados le resaltaban los rizos de su cabello dorado, sus labios carnosos ligeramente rosados, sus cejas finamente delineadas y unos ojos hermosamente azules, asemejándose a la reina de las nieves.
Ambas corren al encuentro de la otra, sumergiéndose en un gran abrazo; euforia, gritos y risas de alegría. ─ ¿Cuánto tiempo, Sophie? ─ Yo, también, te he extrañado mucho, no has cambiado nada desde que vine a vuestro cumpleaños ─ Tampoco habéis cambiado nada ─ De hecho, Samara, si he cambiado en algo ─. Charlaban de camino a la casa, una prendida del brazo de la otra, el acento extranjero de su tierra natal, Francia, no podía ocultarlo así no más.
Caminando hacia el calor del hogar, Sophie se quita el guante que le mantenía la mano tibia para mostrarle el anillo de diamantes más hermoso que jamás había visto, una sortija de compromiso, Samara se queda sin aliento, con la boca abierta llena de asombro. ─ ¿Te vas a casar? ─ En primavera, con Sir Rowan D`pardeu ─. El rubor se subió a las mejillas de Sophie, demostrando que no podía ocultar su emoción, Samara no tenía palabras para expresar lo que sentía, su confusión, su sorpresa, ¿fue arreglada su boda?, ¿fue amor a primera vista?, no sabía si sentir lástima por su amiga o felicidad, solo parpadear ante aquella joya en su dedo con las cejas enarcadas, Sophie inclina un poco su cabeza en busca de los ojos de Samara, en espera de alguna respuesta. ─ Yo… yo… wau, es impresionante de verdad… hem… me alegro por ti, Sophie ─. Samara abraza muy cariñosamente a su amiga por la noticia y Sophie le corresponde al abrazo dándole las gracias.
Pidiendo a sus sirvientes traer algo de té y panecillos a su habitación, Samara y Sophie se ponían al día con chismes y cosas de chicas; por una vez en la vida, Marie sintió un alivio en el pecho al ver a su hija sonreír de verdad después de mucho tiempo. ─ ¿Cuándo regresa tu hermano? ─. Pregunta Sophie tomando un sorbo de té, Samara no dejaba de lanzar miradas disimuladas a la mano donde su mejor amiga tenía la sortija de compromiso. ─ A decir verdad no lo sé, (sorbo de té), ya debería haber respuesta de él antes de las festividades ─ Admito que tu hermano me encantaba ─ ¿Pero…? ─ Las cosas cambian, supongo… (Suspiro de melancolía), ¿Aun no se ha comprometido? ─ Su compromiso es con la corona por los momentos y con padre ─ Se lo ha ganado, pero ya debería considerar una esposa o llegará a viejo sin herederos ─ Dejemos que mi hermano decida, él sabrá cuando ─ Y veo que vos ha seguido su ejemplo ─ ¿Qué quieres decir? ─. Samara toma un sorbo de té disimulando una sonrisa. ─ He oído rumores que habéis rechazado a todos los pretendientes que vuestros padres os han fijado ─. Samara desvía la mirada por la ventana, como si viera algo en particular.
─ ¿Acaso ninguno os cubrís vuestras expectativas o sentís que no estáis a la altura de ellos? ─. Samara lanza un bufido al aire con una amplia sonrisa, restándole importancia a la pregunta. ─ Para nada, Sophie, es que… no lo sé… ellos son… son tan… vacíos… tan llenos de nada… y a lo mejor dirás que estoy soñando demasiado, pero… ─ ¿Pero...? ─. Samara agita su cabeza quitando todo pensamiento de su mente. ─ No, nada, olvídalo ─ A no, ahora vos tenéis que contarme, es de mala educación dejar un chisme a la mitad ─. Protestó Sophie levantando el mentón con solemnidad, permitiendo que ambas soltaran carcajadas cómplices.
Samara vuelve a fijar la vista en el horizonte muy reflexivamente. ─ No lo sé, Sophie, pero… siento que un mundo se me está negando más allá de estas tierras, siento que yo no pertenezco aquí ─ Es normal cuando no te la lleváis bien con tus padres (media sonrisa) ─ No es eso, no sé como explicarte. Siento que hay algo allá afuera, algo que espera por mi ─ Un hermoso caballero con una resplandeciente armadura esperando por vos para llevarla lejos ─. Samara casi se ahoga con su té. ─ No te burles, Sophie, estoy hablando en serio ─. Sophie suelta una carcajada por la reacción de su mejor amiga, haberla tomado con la guardia baja fue lo mejor. ─ ¡Aja!, si ya tienes a tu caballero, cuéntame, ¿Cómo es él? ─ Mi… ¿Mi caballero? ─. En ese instante se le vino a la mente la imagen de aquel hombre, las mejillas se le llenan de rubor ante la idea, lo cual, Sophie sonríe con complicidad y picardía.
─ Con que te lo quieres guardar para ti sola, eso es muy egoísta de tu parte ─ No, no, para nada, es que yo… ─ ¿Temes a que vengan y te lo quiten? ─ ¡No! ─. Sophie enarca una fina y delicada ceja, sonriendo en complicidad, desde luego para Samara las conclusiones de Sophie no tenían nada que ver con lo que realmente sentía, pero por alguna razón en especial, creía que parte de ello tenía que ver con aquel hombre misterioso. ─ Está haciendo calor de pronto, ¿Quieres dar un paseo? ─ Okay, pero creo que estás evitando la conversación ─ Es solo que… ─. Samara susurra. ─. Las paredes tienen oídos ─ Ah… okay… entiendo ─.
La conversación se profundizó en los jardines, le habló del caballero de ojos azul-plata y el momento en que se cruzaron de miradas, omitió el punto de diferencias de edades, desde luego, Sophie quedó encantada con la descripción, sacando conclusiones del como haría Samara para conocer a su misterioso amigo, todas conduciendo a un romance seguro.
En la noche se planificó la fiesta en conmemoración a la visita de Sophie, invitados de varias partes de Bristol asistieron a la celebración, el mesón del gran salón fue cubierto por una gran variedad de comida, tartas de frutas, cordero, entremeses, música para amenizar el momento, y ambas amigas bailando con los invitados, Samara con su vestido de seda y gasa amarillo pálido y blanco, adornado con pequeñas piezas de brillantes piedras en los bordes, y el corsé haciendo juego, portando un peinado clásico francés para dar honor a su amiga que la visitaba de tan lejos, ambas vestían de la misma manera para jugar a ser hermanas, sin embargo, la asistencia de alguien inesperado y no deseado frustró la amena noche.
─ Me honraría si me permite ésta pieza ─. Una mano tendida aparece delante de Samara, ésta frunce el ceño con los labios tensos en una fina línea, levantando su vestido con una mano, Samara aparta a un lado a aquel joven que quedó plantado en pleno salón de baile aun a la espera de que su invitación fuese concedida.
Aquel joven de facciones arrogantes y prepotentes, de ojos negros y barbilla afilada, de cabello negro bien peinado, enarca una ceja, tratando de disimular su sorpresa y ver sobre su hombro como se alejaba Samara a zancadas del salón, Sophie se percata de ello dejando su copa en una de las mesas para seguir a su amiga por los pasillos de la gran casa señorial.
Los oscuros corredores revelados por la luz de la luna que se filtraban por los grandes ventanales, Sophie llamaba a su amiga llena de preocupación, sin embargo, su raudo caminar no se vio sosegado hasta llegar a los jardines del ala sur y sentir como el frío se le colaba por debajo de la falda.
Samara no supo donde estuvo hasta que el frío comenzó a azotarle los huesos, Sophie, con abrigo en mano, cubre a su amiga, ella llevaba ya uno puesto sobre sus hombros. ─ ¿Qué ocurre? ─ Nada ─. Contestó Samara disimulando su frustración y la respiración agitada. ─ Samara, soy tu amiga y puedes confiar en mí, puedes contarme lo que sea ─. Dijo Sophie frotando sus brazos para hacerla entrar en calor, sus alientos y sus respiraciones se volvían niebla delante de sus narices. ─ Es… es Darrel Morrel, papá insiste en que debo casarme con él ─ ¿Por qué? ─ Prefiero besar a un cerdo que casarme con… Darrel ─ Pues ese cerdo tendrá que hacer fila, mi querida Samara ─. Una voz masculina resonó desde el otro extremo del jardín, Samara observa con el ceño fruncido, llena de ira, era Darrel Morrel caminando con pasos lentos y perezosos, con una amplia sonrisa arrogante en su rostro, apreciando y devorando con la vista lo que tenía en frente de él, a Samara Staghorn.
─ ¿Qué haces aquí?, hasta donde recuerde, no te invité a la fiesta de Mi amiga ─ Me invitó tu padre. Que considerado de su parte en que Yo asistiera ─. Darrel se detuvo a pocos pasos de Samara con Sophie de por medio. ─ Pronto, mi amada Samara, muy pronto aprenderás cual es tu lugar ─. Darrel prosiguió su camino hacia la fiesta con su barbilla en alto, con toda su arrogancia, dejándola flotar a flor de piel.
Cuando la figura de Darrel desapareció de los jardines, Samara soltó un respiro de alivio, sus rodillas le traicionaron, tiritando por el miedo y la impotencia, pero sobre todo por rabia.
Logrando a duras penas sostenerse de unas de las columnas que comunicaban con el resto del jardín, apretando sus puños, deja escapar un sollozo, Sophie trata de consolarla llevándola a su habitación.
Una vez allí, Samara le cuenta a su amiga el motivo del arreglo de la boda con Darrel Morrel, por un instante, Sophie sintió pena por su amiga, estar atada a alguien que desprecia era lo peor que podía pasarle, y todo por salvar la vida de un amigo.
La noche de la fiesta prosiguió sin la presencia de la invitada de honor, ella fingió sentirse algo mal, pero solo para hacerle compañía a su amiga, ambas durmieron en la misma cama de la misma forma de cuando eran pequeñas, recordando cuando una se fugaba de su habitación, escabulléndose para dormir en compañía de la otra, risas llenas de añoranzas resonaron en la habitación, obviamente Sophie era dos años menor que Samara. ─ ¿Cómo conociste a Rowan? ─. Pregunta Samara con la mirada perdida en el dosel de la cama. ─ Bueno… fue en una cena familiar, mi tío Claude lo presentó como un invitado inesperado, eso fue hace cuatro años, lo recuerdo como si fuera ayer, (risa risueña), el cómo me miraba, esos ojos verde mar que me inundaron y me desnudaron el alma, fue… unique, magnifique. Inteligente, fuerte, caballeroso… con el tiempo se dieron cuenta de las cartas que nos enviábamos y mis padres arreglaron todo ─ Ten envidio ─ No te niego… estoy asustada ─. Samara buscó la mano de su amiga, apretándola con dulzura. ─ Tu boda será la mejor del mundo, todos te envidiarán lo feliz que serás ─. Consoló Samara, Sophie sonríe en respuesta. ─ ¿Cómo lo sabes? ─ Simplemente lo sé ─.
El tiempo de visita de Sophie, para los ojos de Samara, fue algo tan efímero que lo pudo comparar con un parpadeo, la diversión y los chismes no parecieron ser suficientes, su estadía terminó en las vísperas del año nuevo, ella ya debía regresar a su país natal para compartir el año nuevo con su familia y su prometido, esa misma noche, justamente después de que Sophie se marchara en la mañana, para Samara, esa noche algo andaba mal, los grillos y animales nocturnos, de un momento a otro, dejaron de cantar y de pulular sus típicos ritmos, las estrellas se apagaron, era como si el mundo se hubiera detenido. Nada de viento, nada de ruido, nada de nada. Su primer pensamiento de preocupación fue para Sophie, pero su corazón se calmó, ya que iba escoltada, luego de un momento a otro, todo volvió a la normalidad, ¿Cuánto tiempo pasó?, nunca lo supo, sin embargo, varias noches se fue repitiendo lo mismo. Recibió el año nuevo junto a sus padres en una gran celebración, y esa misma noche,
Roland da la orden de arrastrar al mensajero a la celda, los cinco guardias bien armados intentaron sujetarlo, pero los guardias ya estaban inconscientes casi en un abrir y cerrar de ojos, los movimientos de combate que demostró aquel mensajero parecían no ser de este mundo. Por un segundo, la furia bulló en los ojos del extraño mensajero, cuando todos los guardias quedaron fuera de combate, el extraño habló con sus dientes apretados en un tono bajo y amenazador. ─ Si los quisiera muertos, señor Staghorn, ya lo estarían y no se hubieran dado cuenta, solo vine a advertir, si no escucha, tendré que llevarme a su hija, haré lo que sea necesario para ponerla a salvo ─. Roland ahora se encontraba pálido, pero del miedo, ¿Quién era este hombre?, al verlo combatir, era obvio que no era un simple mensajero, derribó a cinco guardias en pocos movimientos y sin moverse mucho de su lugar, sus guardias estaban armados, en cambio él, no tenía ni un cuchillo de untar, y aun así, los derribó con
Samara lucha para quitar la mano que presionaba su boca fuertemente, se estaba ahogando con su propio vomito, el hombre retira su mano haciendo un gesto de guardar silencio, Samara tosía tratando de recuperar su aliento y algo de aire para poder respirar, cuando Samara por fin presta atención a su salvador, se da cuenta de que era el herrero de los establos. ─ Gracias ─. Dijo Samara aun con voz entrecortada y algo ronca, aun tratando de respirar; el herrero asiente, ¿Qué rayos hacía el herrero de los establos en la casa?, de todas maneras no importaba, lo que importaba era que la había salvado de ser devorada por su padre, el herrero asiente en aprobación, sujetándola por los hombros con ternura, luego su agarre fue volviéndose más fuerte y apretado, lastimando sus brazos, Samara se da cuenta de que el rostro del herrero y su mirada se fueron volviendo vacuos, sombríos, cruzando sobre sus labios una sonrisa ansiosa y maníaca; bruscamente el herrero aferra contra su duro cuerpo a
Darrel da la orden para recogerla, unos hombres le ayudan gentilmente a ponerse de pie, los ojos de Samara, fijos en la nada, hacían notar el estado de shock en que se encontraba, no forcejeaba, no luchaba por estar lejos, su hermoso cabello trenzado solo era un manojo de hebras escapadas de su peinado. Su cuerpo tambaleante fue llevado dentro de una carroza, custodiada por muchos guardias con armaduras y armas raras, era la única forma en la que Samara pudo describirlos al momento de que un ápice de su cordura volvió a pisar la realidad, su primer pensamiento, y fue una pregunta que se formuló en su mente, antes de sumirse en la inconsciencia, ¿Dónde estás Tristán? Samara despierta en un dormitorio, obviamente no era el suyo, sin embargo le daba crédito por lo lujoso, acostada en una amplia y grande cama con dosel, con cortinas blancas y encajes dorados, sabanas de seda, un amplio ventanal que albergaba desde el suelo al techo, armarios y mesas de caoba pulida, contaba con
Un estruendo se hizo sentir desde las afueras de la casa, produciendo un ligero temblor, Darrel se sorprende por tal suceso, en cambio Samara sonríe maliciosamente. ─ ¿Te sorprende que te hayan traicionado?, es una pena que tu gente te haya dado la espalda solo por tenerme, tú mismo lo dijiste ─ ¡NO!, ¡Tú eres mía! ─. Un guardia se asoma por la puerta rindiendo informe. ─ La muralla sur fue penetrada, no hay sobreviviente, mi Lord ─. Otra explosión, otro guardia aparece a los pocos minutos informando sobre más cadáveres. ─ ¿Cuántos son? ─ Solo uno, señor ─ ¡¿Uno?! ¡¿Es un chiste?! ─ No señor, es un hombre con una armadura plateada, los está matando a todos ─ ¡Deténganlo!, ¡Ataquen con todo! ¡Quiero su cabeza! ─. Otro fuerte temblor, Samara aprovecha la situación para abalanzarse sobre Darrel, empujándolo y tomar su daga, en lo que se enfila a la huida, nota al lado, un estante de armas, y observa una fina espada con hoja negra y una empuñadura brocada en hilos de oro, los g
El silencio de la noche fría, el cantar de los grillos y el pulular de los animales nocturnos, el cielo estrellado, solos, solos con la compañía de luz de la luna y el crepitar de una fogata para mantener el calor en el medio de la nada, ocultos en un bosque espeso y profundo, una joven muchacha de piel acanelada, de ojos marrones claros y de cabello negro, tan negro como el ébano brillante, los ojos fijos en aquel hombre que le curaba las heridas, aplicaba pomadas elaboradas de extractos de hierbas y otras cosas, las cuales, la joven no pudo identificar, sin embargo, calmaron el dolor de aquellos moretones, cortadas profundas y raspones que bañaban casi todo su cuerpo delgado y delicado. La joven habló en un ligero susurro, ya que la curiosidad la embargaba con un sinfín de preguntas, ─ ¿Por qué me ayudas? ─ (silencio) ─ ¿Cómo te llamas? ─ al no obtener respuestas de aquel extraño hombre, decidió examinarlo para ver si lograba descubrir algo en él. Su armadura aun puesta, extra
Humedeciéndose los labios, miró nuevamente a su alrededor, consideró las posibles rutas y su vestido blanco hecho jirones, desde luego su vestimenta no le ayudaría en su travesía, pero debía moverse o sucumbir en el posible peligro de quedarse, no estaba segura si su guerrero salvador regresaría. ─ O me muevo, o me muero ─ reflexionó Samara en voz alta. Humedeciéndose los labios nuevamente, se armó de valor e inició su marcha dando traspiés entre las gruesas y húmedas raíces de los enormes árboles que habitaban el lugar; no supo cuánto había recorrido, los mosquitos molestos zumbaban cerca de su rostro, abofeteándose más de una vez, o eran las ramas bajas que ella con dificultad trataba de apartar los que la golpeaban; resbalando por leves laderas y raíces húmedas, Samara llegó casi gateando a un claro, cerca de ese claro, un riachuelo, Samara se encontraba sedienta por la larga caminata con sus zapatillas ya desechas, eso no le importó en lo más mínimo, ella solo quería refresc
El rostro de Samara se tornó de un pálido lleno de pánico al ver el rostro de Dragnan, sus ojos, lo blanco de sus ojos desaparecieron para ponerse de un rojo vivo, fundidos con su azul hielo, sus dientes mostraban colmillos, dos pares de colmillo en la parte superior de su boca, Samara cae sobre su trasero al tropezar con una raíz tratando de retroceder, Dragnan se percata del pánico de Samara, éste da un paso hacia ella, pero Samara se arrastra desesperadamente sobre su espalda tratando de alejarse de Dragnan. ─ Te dije que no podía tocar tu daga… y ahora sabes porqué ─ dijo Dragnan mientras su rostro volvía a la normalidad y tomaba asiento cerca de la fogata. ─ No intentes huir, aun te están buscando ─ Dragnan toma una rama del suelo y empuja la daga de nuevo hacia ella. ─ Guárdala, podrías necesitarla en cualquier momento ─ Samara mira su daga con temor a que sea un truco para hacerle daño, sin embargo, el extraño guerrero se dispuso a limpiar el casco de su armadura; muy lent