La carretera Tx 359 conecta la ciudad de Laredo, Texas con la costa este de los Estados Unidos. A la altura del pequeño poblado de Oilton un hombre caminaba tambaleante, parecía un borracho más, pero cualquiera de los autos que hubieran tenido el reparó de detenerse a prestar auxilio, se habría encontrado con que aquel hombre no estaba borracho en lo absoluto. Su andar era errático, lento y atáxico, pero la causa real de su comportamiento tan singular, se debía a que, un par de horas antes, el desdichado hombre (que era un vagabundo sin techo del poblado de Oilton) se había encontrado casualmente con algo. Algo que parecía un hombre. Ese hombre, que no era otro que el Príncipe Setri había tocado en la nuca al vagabundo, le había acariciado ligeramente con la intensidad del suave viento y se había despedido y continuado su camino, no sin antes bendecirlo en una lengua extraña. El
Un par de horas después de la muerte de Aballah, Stacy miraba fijamente el reloj de arena. Su expresión no era de satisfacción, sino de absoluto malestar. El plazo estaba a punto de terminarse, eso, en su opinión, no era lo malo, después de todo, la noche llegaría después como siempre lo había hecho y ella podría continuar con sus planes. Lo malo, era que, con la llegada del amanecer, los estúpidos humanos atribuirían el milagroso regreso del día a Dios, a su Dios. Lo cuál era una tontería, pues nadie mejor que ella sabía que Dios no había intervenido en lo absoluto en favor de los hombres. Y se preguntó si de hecho, alguna vez había intervenido en su favor. Después de todo, el mundo de los hombres, no se diferenciaba mucho del infierno mismo, y de eso ella podía dar fe con su sello.Lo que pasaba en realidad era que el día volver&
Bill Reynolds escuchó atentamente la historia que las dos chicas tenían que contar. Le pareció que ellas se comportaban como si le conocieran de toda la vida. Durante el tiempo que precedió al amanecer, las chicas hablaron largamente, contaron a Bill con lujo de detalle todo lo que habían visto, desde las criaturas voladoras, las mazmorras (Madeleine rompió a llorar cuando recordó nuevamente el rostro de su bebé tendido en el suelo, con dos profundos agujeros en el cuello), el bebé que habían llevado consigo desde el momento de su huida hasta hace muy poco, pero sobre todo, contaron a Bill sobre la bruja y sobre lo que ellas llamaron los otros, es decir las otras criaturas que acompañaban a la bruja. - Una de ellas incluso parecía amable – dijo Madeleine refiriéndose a Brooke. – Le dije que se jodiera, no me enorgullezco de eso, pero lo hice. Martha por su parte, contó sobre los tipos que habían intentado violarla cuando ella salía de un bar en las afueras de la ciud
Para cuando el amanecer llegó, solo una de las cuatro criaturas seguía aun en la tierra. Los caballeros de la oscuridad, Rob y Dean, habían huido en direcciones opuestas, pero con un objetivo en común: Prepararse para la batalla final. Sabían que el amanecer solo significaba una cosa, y esa era que, las fuerzas se estaban alineando para la batalla. Rob había vuelto al reino de las criaturas utilizando el único pasaje físico que conecta ambos mundos. Se había despedido de Brooke poco antes del alba. Había sido un adiós doloroso, incluso para una criatura como él, pues sabía que era poco probable que volviera a verla. Daba igual. Solo deseaba que ella sobreviviera y si alguien debía luchar e incluso sacrificarse, él aceptaría gustoso el cargo. Dean, por su parte, se hallaba en una de las cuevas del sistema montañoso que nace en el centro de México y se extiende
Los únicos tres sobrevivientes de la ciudad fronteriza de Laredo, Texas caminaban con expresión perpleja a través de las largas calles y avenidas. Casi no hablaban entre ellos, no hacía falta. Un simple vistazo al rostro, denotaba que los tres estaban sobrecogidos y asustados ante lo que veían sus ojos.Los cadáveres se contaban por cientos. Había de todo, desde niños pequeños de dos o tres años, hasta ancianos de quizá ochenta años o más. Todos con las mismas características con las que Bill había encontrado a su madre; Muertos, con ojos negros que servían de nido de alguna clase de parásitos inmundos, vacíos, sin entrañas y tan frágiles como un cascaron de huevo. Madeleine lloró durante largo rato, abrazada de Martha, luego que descubriera el cadáver de su madre tendido a media calle. La mujer, terriblemente obesa, miraba
Los únicos tres sobrevivientes de la ciudad fronteriza de Laredo, Texas caminaban con expresión perpleja a través de las largas calles y avenidas. Casi no hablaban entre ellos, no hacía falta. Un simple vistazo al rostro, denotaba que los tres estaban sobrecogidos y asustados ante lo que veían sus ojos.Los cadáveres se contaban por cientos. Había de todo, desde niños pequeños de dos o tres años, hasta ancianos de quizá ochenta años o más. Todos con las mismas características con las que Bill había encontrado a su madre; Muertos, con ojos negros que servían de nido de alguna clase de parásitos inmundos, vacíos, sin entrañas y tan frágiles como un cascaron de huevo. Madeleine lloró durante largo rato, abrazada de Martha, luego que descubriera el cadáver de su madre tendido a media calle. La mujer, terriblemente obesa, miraba
Martha miraba por la ventanilla del copiloto. Afuera, la carretera I -10 ofrecía un panorama triste y desolador. Desde que habían salido, las risas se habían acabado y cada quien permanecía hundido en sus propios pensamientos y cavilaciones. En la ciudad al menos tenían la certeza de que toda la población había sido devorada por las criaturas voladoras, pero aquí, en la larga y calurosa carretera, no había ningún ser humano vivo o muerto que pudiera dar más pistas sobre lo que estaba ocurriendo. Por un momento Martha pensó que quizá las criaturas solo hubieran atacado la ciudad de Laredo, quizá esas cosas eran, incluso, una obra de algún gobierno enemigo; tal vez los rusos o los chinos, quizá incluso el gobierno de Kim Jong Un en Corea del Norte o tal vez Vladimir Putin tuviera alguna clase de pacto con los extraterrestres y había ofrecido a su propia espos
Buenas noches – dijo el hombre del sombrero a los tres chicos. El hombre vestía unos pantalones de pana color verde (casi del mismo tono que su destartalado automóvil) y una camisa blanca con manchas de sudor alrededor de las axilas; Tenía una barba espesa al estilo de Santa Claus, era delgado y usaba anteojos; Su piel era arrugada como pergamino; En las manos, llevaba varios anillos metálicos, algunos con incrustaciones de algo que se asemejaba al diamante, otros, por el contrario, eran corrientes, sin chiste ni diseño, y había un tercer grupo de anillos; aquí entraban los que tenían forma de algunos animales, había un escorpión, un tigre y un águila y el más grande de todos ellos, enclavado en el dedo medio de la mano derecha, un anillo que estaba moldeado a la forma de una cobra rey. Su sombrero parecía uno como los que usan los magos, salvo que la copa era más pequeña;
Dave y Eileen miraban atentamente un programa de concursos por televisión, el presentador, un tipo llamado Nicky anunciaba que había llegado el momento de la trivia para los tele- espectadores. Dave dio un largo sorbo a su café, tomó el control remoto del televisor y subió el volumen. El hecho de que subiera el volumen no significaba que adorará la voz de castrato de Nicky, o que le gustara escuchar las risas y aplausos del público como si estuvieran allí mismo, en su sala, no, si subía el volumen se debía únicamente a que los chiquillos, Jackie y Tommy, estaban jugando a corretearse por toda la casa, y lo que había empezado con unas cuantas risas, ahora, era un auténtico jolgorio de risas infantiles chillonas y desesperantes; a las risas se sumaban los ocasionales berridos de Jackie cada vez que Tommy era tan rápido que la niña no podía atraparlo.A Dave le desespe