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Algunas horas después del cese de los ruidos en el exterior, las personas congregadas en los refugios subterráneos comenzaron a salir, primero fueron enviados algunos voluntarios para cerciorarse definitivamente de que todo había terminado. Un hombre corpulento y de espaldas anchas fue el primero en ofrecerse, Jimmy Wayne se ofreció segundo, Bill Reynolds también se levantó y algunos más lo hicieron después. El panorama, una vez fuera era sombrío, pero al menos, la luz del sol resultaba reconfortante.

Los hombres regresaron algunos minutos después.

— ¡Ha terminado! – Anunció a viva voz el reverendo. — ¡Dios nuestro señor ha vencido de nuevo, seremos testigos de una nueva era de paz y esperanza!

— ¡Salid, Hermanos! – secundó Ibrahim Al Khali.

La multitud emergió lentamente, con el sol de frente iluminándol

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