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Martha miraba por la ventanilla del copiloto. Afuera, la carretera I -10 ofrecía un panorama triste y desolador. Desde que habían salido, las risas se habían acabado y cada quien permanecía hundido en sus propios pensamientos y cavilaciones. En la ciudad al menos tenían la certeza de que toda la población había sido devorada por las criaturas voladoras, pero aquí, en la larga y calurosa carretera, no había ningún ser humano vivo o muerto que pudiera dar más pistas sobre lo que estaba ocurriendo. Por un momento Martha pensó que quizá las criaturas solo hubieran atacado la ciudad de Laredo, quizá esas cosas eran, incluso, una obra de algún gobierno enemigo; tal vez los rusos o los chinos, quizá incluso el gobierno de Kim Jong Un en Corea del Norte o tal vez Vladimir Putin tuviera alguna clase de pacto con los extraterrestres y había ofrecido a su propia espos

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