(3)

La torre se alzaba imponente sobre el lecho de rosas marchitas, en los cielos oscuros, una luna diminuta ofrecía una iluminación apenas suficiente para poder ver más allá de las narices. El camino a la torre estaba lleno de gravilla y en el silencio de la noche algunas criaturas agitaban sus alas a poca distancia de Rob. Esté se había vuelto varias veces en dirección de los aleteos, pero lo poco que había captado, eran sombras, sombras negras y alargadas. Rob sabía que los hampones le vigilaban muy de cerca, listos y pendientes de cualquier acción que pudiera emprender, listos para atacarlo si la situación lo ameritaba. Si aquellos malditos subordinados no bajaban a hacerle frente, ¿cómo esperaba cumplir con lo que le había dicho a Dean que haría? Necesitaba hablarles, necesitaba ponerlos contra Stacy. Pero ¿cómo? La pregunta quedo flotando en su mente hasta que la

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