—¿Ir con ustedes? —preguntó Regina, confundida —. ¿Está seguro de lo que está diciendo? William no contestó inmediatamente. No estaba seguro de lo que estaba haciendo, pero algo lo obligaba a ofrecerle su apoyo y ayuda a la joven madre. Ni sabía qué haría con ella de aceptar su propuesta, pero algo lo hacía desear que aceptara. —Ustedes no tienen a dónde ir —dijo y Regina desvió la mirada. —Podemos buscar un lugar… —murmuró y su voz se quebró—, debe haber un lugar para nosotros —comentó, con sus ojos fijos en el pequeño Dash. —No hay necesidad de hacerlo, Regina, si viene conmigo, con nosotros tendrá un lugar donde quedarse y resguardar a su hijo de las inclemencias del clima. Piense en él antes de tomar cualquier decisión.—Sin embargo, no es tan sencillo como usted lo hace ver, William. Soy una mujer y usted un hombre, no me gustaría ser el objetivo de las especulaciones. Necesito…, solo Dios sabe cuánto necesito la ayuda, no obstante, la gente puede llegar a ser cruel.—No pie
Después de varias noches en vela o durmiendo muy poco, debido al malestar de Dash, finalmente, pudieron descansar y sumirse en un sueño profundo. Regina durmió en la cama junto a su pequeño, quien solo despertó una vez en la noche para comer; mientras que Serafina durmió en el pequeño sofá, donde concilió el sueño con comodidad.El sol no había salido, pero los cascos de los caballos y el revuelo dentro de la casa hizo que Regina se despertara. Moría de ganas de seguir durmiendo, sentía todavía su mente y cuerpo agotados, aunque estaba mucho mejor que los días anteriores. —Serafina… —susurró, intentando no despertar a Dash. La doncella hizo una mueca en el sofá y continuó durmiendo, lo que hizo reír a Regina. Ya no sabía cuándo había sido la última vez que lo había hecho. Regina se levantó con cuidado de la cama, caminó hacia la letrina y evacuó su vejiga, que estaba por estallar. En la noche no había visto las cosas que Serafina había comprado para ellas, pero lo agradeció, pues ll
Tras varias horas de trayecto, la cima de la cordillera se alzó frente a sus ojos. Regina estaba cansada de estar sentada, además el camino no era el mejor y las irregularidades la tenían con dolor en la parte baja del vientre, ya era suficiente con la inflamación que le quedaba del embarazo y ahora esto la estaba desesperando, además, a eso había que sumarle el calor que estaba haciendo, pues de forma inusual, el sol alumbraba y calentaba con intensidad. Gastón ya estaba jadeante, al igual que los demás caballos; por más acostumbrados que estaban a andar largos trayectos, el cansancio también azotaba sus grandes cuerpos. —Necesitamos detenernos —dijo William, mientras secaba con un pañuelo el sudor en su frente. —Aproximadamente, a media hora de camino hay un arroyo, además el terreno es plano y podremos descansar unas horas —comentó Jack y el príncipe estuvo de acuerdo, lo que hizo saber con un asentimiento de cabeza. William se quedó un poco rezagado, esperando que el carrua
William era consciente de que estaba cometiendo un terrible error, además de no estar comportándose como el caballero que era, pero fue imposible no mirar a Regina, era una imagen cautivadora y hechicera. Él no era casto y había conocido el cuerpo perfecto de varías mujeres, pero la joven madre tenía algo que lo atraía como un imán. Regina levantó la mirada al sentirse observada, un escalofrío recorrió su cuerpo al pensar que estaba siendo espiada por un extraño, pero al no encontrarse con nadie, volvió su atención al rostro sonrojado de Dash, mientras William recargaba el cuerpo contra la roca a su espalda. Había estado a punto de ser sorprendido por Regina, afortunadamente fue más rápido que ella y logró esconderse a tiempo.«Esconderse…»¿Desde cuando se preocupaba tanto por ocultar su presencia? Desde que Regina había llegado a su vida. Habían pasado unas pocas horas y la tenía muy en cuenta. Observaba cada una de sus acciones y decisiones, siempre tenía un espacio para ella. Co
A Regina se le hizo extraño que William decidiera ir con ellas en el interior del carruaje, sin embargo, guardó silencio y estuvo a la expectativa de lo que pasara con el nuevo acompañante, lo que no pasó desapercibido ante él. —Lamento si mi presencia les incomoda —dijo William y Regina negó insistentemente, sintiéndose culpable por hacerlo sentir mal. —Para nada, señor, solo es un poco extraño tenerlo acá —se apresuró a explicar y le sonrió levemente. —Desde siempre he sufrido de fuertes dolores de cabeza y creo que el sol de hoy me ha afectado —explicó William. —Lamento escuchar eso…, espero que su malestar pase pronto —dijo Regina, quien volvió su atención a Dash, que parecía estar soñando algo. El carruaje empezó a moverse, los cascos de los caballos resonaban contra el suelo y el típico vaivén empezó a arrullar el sueño de todos los presentes en el carruaje, en especial al pequeño bebé, que dejó de hacer muecas y adoptó unas facciones tranquilas. Con la excusa del dolor de
William cabalgó de regreso al castillo de Connelly, que estaba a una hora de camino, subiendo una colina. Tanto él, como los guardias ya se encontraban muy agotados, pero por su parte, sabía que no podría llegar a descansar de inmediato, pues debía encontrarse con el Consejero Real y recibir oficialmente, de nuevo, el poder. Ante los ojos de los guardias y el príncipe, se irguió el majestuoso castillo, una exhalación profunda se escuchó, demostrando el gran alivio que sentían todos al llegar a su hogar. Se bajaron con prisa, los caballos fueron llevados a las caballerizas y cualquier acto especial de recibimiento fue cancelado por parte de William. —Bienvenido a casa, Su Alteza —dijo Raymond, el Consejero Real. —Raymond, gracias. Por favor, ven conmigo a mi despacho —le pidió William y el hombre asintió. William entró a su elegante oficina en el castillo, le pidió a la doncella dispuesta a servirle, que se retirara y él mismo sirvió dos vasos de whisky de la mejor calidad. Bebió u
Unos golpes a la puerta, terminaron de despertar a William, solo que esta vez, no alcanzó a dar su autorización, para que entrara quien tocaba, sino que, Raymond entró, seguido por varias doncellas, que tras una rápida reverencia ante el príncipe, siguieron al baño, para alistar la tina. —Demonios —gruñó William en el momento en el que su consejero abrió la cortina de par en par y dejó entrar los intensos rayos de sol, que alumbraban esa mañana. —Su Alteza… William —lo llamó el hombre con un poco de reproche en su voz, por la mala palabra —. Es hora de alistarse, recuerde que la reunión de hoy, podría considerarse como la más importante de todo el Reino y de su vida. No tuvo que decir nada más, para que William se levantara de la cama, su espalda dolía y estaba cansado, porque en esa semana no había tenido un solo momento de descanso. Las labores Reales no daban tregua y debido a la ausencia de su padre, el rey, no solo tenía que cumplir con sus deberes como príncipe, sino, como mo
Jack guió a Serafina bajo la sombra de un frondoso árbol, no se había tragado el cuento de la señora Poms y de Regina, por lo que, decidió investigar por su cuenta y, de paso, aprovechar la oportunidad para conversar con la joven doncella, con un poco más de privacidad. Serafina le atraía de una manera que no lo había hecho otra mujer.—¿Qué pasa, Jack? —preguntó al sentir la mano del hombre sobre su brazo. —Me gustaría preguntarle si sabe lo que ha ocurrido en la cocina entre la señora Poms y Regina.Serafina abrió los ojos. Sabía que Regina no era la persona favorita de la señora Poms y, que a su señora no le había ido de la mejor forma en la cocina, pero si Jack estaba preguntando, era porque algo más había pasado. —¿Qué ha pasado entre ellas? ¿La señora Poms le ha hecho algo a mi señora? —preguntó a toda prisa. Jack notó la manera en la que Serafina se dirigió a Regina, pero lo dejó pasar ante la muestra de sorpresa en sus ojos, lo cual le indicaba que no estaba al tanto.—Han