A Regina se le hizo extraño que William decidiera ir con ellas en el interior del carruaje, sin embargo, guardó silencio y estuvo a la expectativa de lo que pasara con el nuevo acompañante, lo que no pasó desapercibido ante él. —Lamento si mi presencia les incomoda —dijo William y Regina negó insistentemente, sintiéndose culpable por hacerlo sentir mal. —Para nada, señor, solo es un poco extraño tenerlo acá —se apresuró a explicar y le sonrió levemente. —Desde siempre he sufrido de fuertes dolores de cabeza y creo que el sol de hoy me ha afectado —explicó William. —Lamento escuchar eso…, espero que su malestar pase pronto —dijo Regina, quien volvió su atención a Dash, que parecía estar soñando algo. El carruaje empezó a moverse, los cascos de los caballos resonaban contra el suelo y el típico vaivén empezó a arrullar el sueño de todos los presentes en el carruaje, en especial al pequeño bebé, que dejó de hacer muecas y adoptó unas facciones tranquilas. Con la excusa del dolor de
William cabalgó de regreso al castillo de Connelly, que estaba a una hora de camino, subiendo una colina. Tanto él, como los guardias ya se encontraban muy agotados, pero por su parte, sabía que no podría llegar a descansar de inmediato, pues debía encontrarse con el Consejero Real y recibir oficialmente, de nuevo, el poder. Ante los ojos de los guardias y el príncipe, se irguió el majestuoso castillo, una exhalación profunda se escuchó, demostrando el gran alivio que sentían todos al llegar a su hogar. Se bajaron con prisa, los caballos fueron llevados a las caballerizas y cualquier acto especial de recibimiento fue cancelado por parte de William. —Bienvenido a casa, Su Alteza —dijo Raymond, el Consejero Real. —Raymond, gracias. Por favor, ven conmigo a mi despacho —le pidió William y el hombre asintió. William entró a su elegante oficina en el castillo, le pidió a la doncella dispuesta a servirle, que se retirara y él mismo sirvió dos vasos de whisky de la mejor calidad. Bebió u
Unos golpes a la puerta, terminaron de despertar a William, solo que esta vez, no alcanzó a dar su autorización, para que entrara quien tocaba, sino que, Raymond entró, seguido por varias doncellas, que tras una rápida reverencia ante el príncipe, siguieron al baño, para alistar la tina. —Demonios —gruñó William en el momento en el que su consejero abrió la cortina de par en par y dejó entrar los intensos rayos de sol, que alumbraban esa mañana. —Su Alteza… William —lo llamó el hombre con un poco de reproche en su voz, por la mala palabra —. Es hora de alistarse, recuerde que la reunión de hoy, podría considerarse como la más importante de todo el Reino y de su vida. No tuvo que decir nada más, para que William se levantara de la cama, su espalda dolía y estaba cansado, porque en esa semana no había tenido un solo momento de descanso. Las labores Reales no daban tregua y debido a la ausencia de su padre, el rey, no solo tenía que cumplir con sus deberes como príncipe, sino, como mo
Jack guió a Serafina bajo la sombra de un frondoso árbol, no se había tragado el cuento de la señora Poms y de Regina, por lo que, decidió investigar por su cuenta y, de paso, aprovechar la oportunidad para conversar con la joven doncella, con un poco más de privacidad. Serafina le atraía de una manera que no lo había hecho otra mujer.—¿Qué pasa, Jack? —preguntó al sentir la mano del hombre sobre su brazo. —Me gustaría preguntarle si sabe lo que ha ocurrido en la cocina entre la señora Poms y Regina.Serafina abrió los ojos. Sabía que Regina no era la persona favorita de la señora Poms y, que a su señora no le había ido de la mejor forma en la cocina, pero si Jack estaba preguntando, era porque algo más había pasado. —¿Qué ha pasado entre ellas? ¿La señora Poms le ha hecho algo a mi señora? —preguntó a toda prisa. Jack notó la manera en la que Serafina se dirigió a Regina, pero lo dejó pasar ante la muestra de sorpresa en sus ojos, lo cual le indicaba que no estaba al tanto.—Han
Regina decidió comenzar por la huerta, dedicando sus días a limpiar la maleza y preparar la tierra para sembrar nuevas plantas. Con cada raíz que arrancaba y cada piedra que removía, sentía cómo su conexión con la naturaleza se fortalecía. Poco a poco, la huerta comenzó a tomar forma, con hileras ordenadas de lo que esperaba fueran futuros vegetales y flores que empezaban a brotar del suelo fértil.Mientras trabajaba en la huerta durante la mañana, sus tardes las asignaba para la restauración de la pequeña casa. Con paciencia y dedicación, comenzó a limpiar cada rincón, deshaciéndose del polvo y los trastos acumulados. No sabía cómo haría para reparar las grietas y las tablas del suelo, que en un descuido, podrían terminar generando un accidente; al menos, ahora la mantendría limpia, haciendo de ella un lugar donde su hijo no corriera riesgos.A medida que pasaban los días, Regina transformaba la huerta y la casa en su propio oasis personal. Instaló un banco, que encontró en el interi
Jack no esperó ver a Serafina arrinconada contra una montaña de pacas de heno, a punto de ser pisoteada por un gran caballo. Algo había sucedido para que este reaccionara de esa manera, sin embargo, primero debía sacarla de ahí, ya después le pediría explicaciones. Serafina alcanzó a ver cómo su vida pasaba ante sus ojos, ese caballo era dos veces su altura y estaba decidido a atacarla. Una mano se coló frente a sus ojos, seguida de un cuerpo musculoso y grácil. Jack se mostró imponente ante el caballo, al tiempo que intentaba calmarlo con una seguidilla de “soo”, que hicieron retroceder al animal y volver a estar sobre sus cuatro patas. —Serafina, detrás de mí —dijo Jack con seriedad, sin dejar de ver al caballo. La doncella no necesitó que le dijera nada más, ella asintió, aunque no fue vista y se escondió detrás del cuerpo de Jack, quien se movía con lentitud hacia la entrada del corral y seguía calmando al caballo. Apenas Serafina estuvo junto a la puerta, salió con prisa. —C
El primer impulso que Regina tuvo fue liberarse, traía una vieja pala en la mano y estaba muy dispuesta a usarla para defenderse; sin embargo, su mano quedó suspendida en el aire, mientras sus ojos se fijaban en el rostro sorprendido de William…—Soy yo, Regina —le dijo, con la mano firme sobre su brazo y la otra suspendida en el aire para evitar el ataque.—¿William? —preguntó ella con sorpresa, no esperaba volver a verlo y menos, allí… ¿Estaría en problemas ahora que fue descubierta? —¿Qué hace acá, Regina? —cuestionó él, no era necesario confirmar su identidad, pero entendía la sorpresa de la joven madre.—Yo…, yo me estoy ocupando de la huerta —murmuró.William enarcó una ceja, se fijó a su alrededor y no parecía que en el lugar hubiese una huerta, por lo menos, él no la recordaba.—Huerta, ¿qué huerta? —cuestionó.Regina se mordió el labio. Primero, porque estaba sorprendida de ver a William delante de ella después de mucho tiempo. Segundo, porque no sabía cómo explicarle qué la
—Veo que los demás no están enterados de la labor que está haciendo Serafina en las caballerizas —comentó Jack con seriedad y miró el gesto estoico de la mujer. —El cambio es reciente, señor, además, para mí también fue una sorpresa su solicitud de cambio, pero si ella está bien así, ¿quién soy yo para contradecirla? —dijo una “afectada” señora Poms. Algo en el tono de la mujer le incomodó, frunció el ceño y no dijo más, sino que se quedó analizándola, solo que la mujer era inescrutable, pero en su interior sentía que algo estaba pasando y se lo estaban ocultando. —He venido a preguntar por la comida de los que estamos en las caballerizas —dijo Jack. —Oh, claro, señor. Acá debe estar su almuerzo. Les llamaré la atención a los sirvientes, por no haberlo llamado cuando los demás guardias comieron —comentó apenada. —Tampoco le informaron a Serafina —refutó— y ella está a su cargo, señora Poms. —Ay, por Dios, ¿cómo es eso posible? Ya mismo iré a consultar qué sucedió —dijo, mientras