Regina decidió comenzar por la huerta, dedicando sus días a limpiar la maleza y preparar la tierra para sembrar nuevas plantas. Con cada raíz que arrancaba y cada piedra que removía, sentía cómo su conexión con la naturaleza se fortalecía. Poco a poco, la huerta comenzó a tomar forma, con hileras ordenadas de lo que esperaba fueran futuros vegetales y flores que empezaban a brotar del suelo fértil.Mientras trabajaba en la huerta durante la mañana, sus tardes las asignaba para la restauración de la pequeña casa. Con paciencia y dedicación, comenzó a limpiar cada rincón, deshaciéndose del polvo y los trastos acumulados. No sabía cómo haría para reparar las grietas y las tablas del suelo, que en un descuido, podrían terminar generando un accidente; al menos, ahora la mantendría limpia, haciendo de ella un lugar donde su hijo no corriera riesgos.A medida que pasaban los días, Regina transformaba la huerta y la casa en su propio oasis personal. Instaló un banco, que encontró en el interi
Jack no esperó ver a Serafina arrinconada contra una montaña de pacas de heno, a punto de ser pisoteada por un gran caballo. Algo había sucedido para que este reaccionara de esa manera, sin embargo, primero debía sacarla de ahí, ya después le pediría explicaciones. Serafina alcanzó a ver cómo su vida pasaba ante sus ojos, ese caballo era dos veces su altura y estaba decidido a atacarla. Una mano se coló frente a sus ojos, seguida de un cuerpo musculoso y grácil. Jack se mostró imponente ante el caballo, al tiempo que intentaba calmarlo con una seguidilla de “soo”, que hicieron retroceder al animal y volver a estar sobre sus cuatro patas. —Serafina, detrás de mí —dijo Jack con seriedad, sin dejar de ver al caballo. La doncella no necesitó que le dijera nada más, ella asintió, aunque no fue vista y se escondió detrás del cuerpo de Jack, quien se movía con lentitud hacia la entrada del corral y seguía calmando al caballo. Apenas Serafina estuvo junto a la puerta, salió con prisa. —C
El primer impulso que Regina tuvo fue liberarse, traía una vieja pala en la mano y estaba muy dispuesta a usarla para defenderse; sin embargo, su mano quedó suspendida en el aire, mientras sus ojos se fijaban en el rostro sorprendido de William…—Soy yo, Regina —le dijo, con la mano firme sobre su brazo y la otra suspendida en el aire para evitar el ataque.—¿William? —preguntó ella con sorpresa, no esperaba volver a verlo y menos, allí… ¿Estaría en problemas ahora que fue descubierta? —¿Qué hace acá, Regina? —cuestionó él, no era necesario confirmar su identidad, pero entendía la sorpresa de la joven madre.—Yo…, yo me estoy ocupando de la huerta —murmuró.William enarcó una ceja, se fijó a su alrededor y no parecía que en el lugar hubiese una huerta, por lo menos, él no la recordaba.—Huerta, ¿qué huerta? —cuestionó.Regina se mordió el labio. Primero, porque estaba sorprendida de ver a William delante de ella después de mucho tiempo. Segundo, porque no sabía cómo explicarle qué la
—Veo que los demás no están enterados de la labor que está haciendo Serafina en las caballerizas —comentó Jack con seriedad y miró el gesto estoico de la mujer. —El cambio es reciente, señor, además, para mí también fue una sorpresa su solicitud de cambio, pero si ella está bien así, ¿quién soy yo para contradecirla? —dijo una “afectada” señora Poms. Algo en el tono de la mujer le incomodó, frunció el ceño y no dijo más, sino que se quedó analizándola, solo que la mujer era inescrutable, pero en su interior sentía que algo estaba pasando y se lo estaban ocultando. —He venido a preguntar por la comida de los que estamos en las caballerizas —dijo Jack. —Oh, claro, señor. Acá debe estar su almuerzo. Les llamaré la atención a los sirvientes, por no haberlo llamado cuando los demás guardias comieron —comentó apenada. —Tampoco le informaron a Serafina —refutó— y ella está a su cargo, señora Poms. —Ay, por Dios, ¿cómo es eso posible? Ya mismo iré a consultar qué sucedió —dijo, mientras
La sorpresa se dibujó en el rostro de Regina, mientras un escalofrío recorrió la columna vertebral de Wiliam, ambos abrieron los ojos y se alejaron con violenta rapidez. Regina se llevó el antebrazo al rostro y cubrió sus labios.William no sabía qué decir, fue como si una roca reemplazara su lengua y le impidiera hablar, quería disculparse y al mismo tiempo no quería hacerlo. Una chispa se había encendido en su interior con ese simple roce y…—¡Santo Dios! —exclamó Regina, siendo la primera en recuperar el habla y salir de su estupor. La mujer se alejó otro poco mientras su rostro se mostraba sonrojado—, lo siento — expresó escandalizada.Regina sentía que el corazón le latía muy fuerte dentro del pecho y que el aire empezaba a faltarle debido a la impresión, así que, se las arregló para tranquilizarse y evitar morir de vergüenza delante de William.—Ha sido culpa mía, Regina, cálmese —le pidió, apretando el pedazo de tela entre sus manos. William no sabía cómo disculparse, había si
Regina entró a su habitación, dejó a Dash sobre la dura cama, se encargó de cambiarle los pañales, lo limpió muy bien con un poco de agua tibia y luego lo vistió, listo para ir a la cama. Había tranquilidad y serenidad en sus actos, pero estaba lejos de sentirse de esa manera, ella no podía olvidar el roce de los labios de William sobre los suyos y de manera inconsciente se llevó los dedos a la boca.—¿Está bien, mi señora? —preguntó Serafina al verla pensativa y tan quieta como una piedra.—Me hubiese gustado conocer al príncipe —dijo, moviéndose ligeramente hacia la ventana. —No me parece que sea un buen hombre —comentó Serafina, recordando la voz de enfado del hombre que gritaba a todo pulmón el nombre de Jack.—¿Cómo lo sabes, si no lo has visto? —cuestionó Regina, girando para ver a la doncella encogerse los hombros.—Gritaba a todo pulmón, parecía molesto —dijo.Regina se mordió el labio y asoció la molestía del príncipe con la desaparición de William, ¿y sí estaba molesto p
Después de los saludos ceremoniosos ante la llegada de los monarcas, todos entraron al castillo. William observaba a sus padres, mientras estos susurraban algo, antes de hablar. —Sus Majestades, ¿qué los ha hecho volver antes de tiempo? —preguntó Raymond, manteniéndose de pie a uno de los costados de la sala familiar. —Raymond, no tenía sentido el quedarnos más tiempo, las conversaciones y reuniones salieron a la perfección, las cosas fluyeron más rápido de lo esperada y acá en casa nos necesitan, la boda de William será pronto y Elizabeth quiere estar al tanto de todos los preparativos —explicó el rey, mientras agarraba la mano de su esposa y la miraba con cariño. —No olvides decir que has tenido algunos quebrantos de salud, querido —habló la reina en voz baja, pero fue escuchada por los tres hombres. —¿Estás enfermo, padre? —preguntó William con notoria preocupación. —Solo han sido unas leves molestias, hijo, no te preocupes por eso… —le dijo el rey, sin embargo, William lo obs
William respiró profundo, no se había imaginado que sus padres desearían convertirlo en rey antes de tiempo, de por sí, eso era algo que le preocupaba, como para que ahora tuviera que serlo un año antes de lo esperado. —No creo estar listo —susurró, abrumado por el deseo de sus padres. —Hijo, uno nunca se siente preparado, pero cuando te conviertas en rey, te vas a dar cuenta de que sí sabes lo que haces. Así me pasó a mí —comentó el rey con diversión. —En estos últimos meses del mandato de tu padre puedes aprender todo lo que te haga falta, por eso no deberías preocuparte —dijo la reina, quitándole peso a las preocupaciones de su hijo. —También puede aprovechar sus últimos meses de soltería, mujer. Después de casado, con hijos y un reino a su mando, no podrá volver a hacer las cosas que un joven como él hacen —propuso el rey con una sonrisa, que William agradeció, aunque su madre negó por las palabras de su marido. —Te tomaré la palabra, padre —respondió William, mientras be