Nota especial de autora: por favor, no den alimentación complementaria a los bebés, sino hasta después de los 6 meses. Sé que muchos comimos antes "y no nos pasó nada", pero está comprobado que tanto problema estomacal e intestinal en la adultez, es consecuencia de empezar a comer comida para la que no estábamos preparados.
Regina caminó a paso lento hasta la huerta, algunas lágrimas resbalaron por sus mejillas y ella las dejó correr sin reparos, era la primera vez que hacía ese recorrido sin la compañía de su pequeño y se sentía incompleta, aunque sabía que el bebé había quedado en las mejores manos posibles. Serafina cuidaría de Dash como si fuera su propio hijo y eso calmaba su alma.William la esperaba desde hace más de una hora y al no verla llegar, decidió salir de la cabaña y esperarla junto a la huerta. Se encontraba inquieto, porque ella no solía llegar tarde y esperaba que nada malo hubiera sucedido.Al verla aparecer a la distancia no le quitó los ojos de encima, ella parecía tan ensimismada, que no había notado su presencia en la huerta. Algo sucedía y William frunció el ceño a la espera, si no fuera por el temor que tenía al salir hacia ella y ser reconocido por alguien de la casa, ya habría corrido hasta ella o, habría ido a buscarla en la casa grande. Cuando Regina apareció el rastro de la
William caminó con decisión hacia Regina, que inmóvil lo esperaba. No tocarla era un esfuerzo demasiado alto, así que, con firmeza la agarró por la cintura y la atrajo contra su cuerpo. Ya no estaba la gran falda que no les permitía sentirse, ahora Regina pudo sentir cómo la entrepierna de William reaccionaba y presionaba su vientre bajo. Soltó un gemido, que murió ahogado ante el nuevo beso fiero.Regina con timidez y un poco de torpeza, llevó sus manos hacia la camisa de William y con lentitud empezó a desabotonarla. Él disfrutó de su tacto, verla inexperta fue algo que llamó su atención, pero no dijo nada, pues quería que ella se sintiera a gusto, como, posiblemente, nunca lo había hecho. Los dedos de la joven recorrieron el torso desnudo de su guapo acompañante, los músculos abdominales no solo se veían bien, sino que se sentían firmes y tersos ante su tacto y, como hipnotizada siguió el movimiento de sus dedos.William estaba mirándola, ella estaba absorta disfrutando de lo que v
El compromiso con la princesa Abigail volvía a aparecer en la mente de William como una sombra ineludible. Sabía que ese vínculo no era más que una alianza política, sin amor, pero era un compromiso que le ataba las manos. Ahora, tras lo vivido con Regina, ese lazo le parecía más pesado que nunca, una cadena que lo mantenía alejado de la felicidad que apenas había comenzado a vislumbrar.Regina, en sus brazos, se veía tan frágil y al mismo tiempo tan fuerte. William sentía una mezcla de emociones al mirarla, emociones que lo atravesaban con fuerza. No podía evitar pensar en el momento en que tendría que enfrentar la verdad, decirle quién era realmente y lo que el futuro esperaba de él. Pero por primera vez en mucho tiempo, se encontraba dispuesto a luchar contra lo que parecía inevitable.Regina, en su inocencia, lo había cautivado de una forma que ninguna otra mujer había logrado. Con cada sonrisa, cada mirada tímida, cada caricia, se había abierto un lugar en su corazón que él pensa
La puerta de la cabaña no demoró en abrirse y Regina salió con rostro serio y presurosa. Un escalofrío recorrió la columna de William. Si ella había escuchado a Jack, las cosas no pintaban nada bien y eso le ocasionó un sentimiento desolador.—Señora, buenas tardes —la saludó Jack.—Jack, ¿qué ha sucedido? William, ¿algo le pasó a mi hijo? —preguntó ella, acercándose hacia ambos hombres.El alma le volvió al cuerpo al príncipe, la cara de Regina era de preocupación por su hijo y no por haberlos escuchado hablar. Eso le daba más tiempo para saber cómo iba a manejar las cosas de su compromiso, confrontar a sus padres y decirle la verdad a Regina.—Nada le ha pasado a Dash, puedes estar tranquila —contestó William y no le importó lo que Jack pensara, pues la agarró por la cintura y la atrajo hacia su cuerpo, como un intento de calmarla.—Un trabajador tuvo un grave accidente, ya lo han llevado al pueblo para que sea atendido por el médico del valle. Yo solo vine a avisarle a William —dij
El cuerpo de Regina se sacudió, mientras las primeras arcadas le hicieron vomitar. Sus ojos se llenaron de lágrimas, su rostro demacrado solo era el resultado de su estado. Estaba embarazada, esperaba un hijo de Henry. Un traidor del reino de Astor y que estaba muerto.Regina quería morirse, estaba deshonrada para cualquier hombre, su padre apenas le dirigía la palabra y la tenía encerrada en las cuatro paredes de su habitación para que nadie pudiera ver su lamentable estado.Desde que volvieron del castillo real, todo cambió. Su padre no dejaba de recordarle en cada oportunidad que tenía, lo que había hecho. De cómo él había mentido para salvarla; de cómo por su culpa, se había comportado de manera desleal a su Rey.Haciéndole recordar que Henry y ella…—No, no, no —se lamentó cuando fue presa de una nueva arcada, su garganta ardía, llevaba dos días así y esa misma mañana el médico le había confirmado sus temores. Su padre había pagado una generosa cantidad de dinero para que el médi
El cuerpo de Regina temblaba como una hoja mecida por el bravo viento, no podía evitarlo mientras miraba su imagen en el espejo. Estaba vestida de novia, en unos pocos minutos iba a convertirse en la esposa de Lucio, dejaría de ser la hija del Conde de Norwood y se convertiría en Regina MacKay. Tenía un cúmulo de emociones atoradas en la garganta, quería gritar y renegar su suerte, pero sabía que nada podía hacer para evitar lo que estaba por venir.Las lágrimas se derramaron por sus mejillas, cerró los ojos y recordó lo que había sucedido tres días atrás.«—Tienes que afrontar las consecuencias de tus actos, hija. Este es el precio de la traición, Regina. —Norwood liberó los brazos de Regina y se alejó de ella, posó sus manos sobre la columna, su cabeza cayó hacia adelante, cualquiera que lo viera desde el jardín, pensaría que estaba sufriendo una gran tristeza y así era. El Conde sufría igual o más que Regina, pero nada podía cambiar el destino que ellos mismos eligieron.—Ve, Luc
Para la desventura de Regina, la situación de su noche de bodas se repitió cada noche, Lucio le susurraba de manera lasciva lo mucho que disfrutaba de hacerla suya, mientras ella sentía que moría un poco cada noche y así continuó durante las siguientes semanas, hasta el día que Lucio hizo venir a un médico para confirmar su embarazo. Ese día, Lucio bebió hasta la saciedad y Regina creyó que esa noche, por fin se libraría de dormir con él; sin embargo, esa noche fue la peor de todas.Regina cerró con fuerza los ojos, cuando sintió la mano de Lucio acariciar su brazo.—Tienes que levantarte, Regina, tu padre llega hoy —dijo, besando su hombro desnudo. Ella tembló y no fue de gusto, sino de miedo y de asco —. Ayer le hice llegar un mensaje para recibirlo, tenemos que hacerle partícipe de nuestras buenas nuevas. Estoy seguro de que mi suegro estará muy feliz de saber que su primer nieto está de camino —susurró con regocijo. Regina estuvo a punto de gritarle que ese hijo no era suyo, sol
El conde Norwood no se movió de la habitación hasta que el médico terminó de examinar a Regina.—¿Puedo hablar con usted? —le preguntó cuando el hombre estaba a punto de retirarse.—Por supuesto, lo estaré esperando en el gran salón, no puedo marcharme sin hablar con el señor Lucio —dijo, mirando con disimulo a Regina. La muchacha tembló, pues sabía que engañar a un hombre profesional y con experiencia era difícil de conseguir.—En seguida estoy con usted —respondió el Conde. El hombre asintió, tomó su bolso médico y salió de la habitación. Debatiéndose entre decirle a Lucio que le parecía extraño el abultamiento exagerado del vientre de su esposa, puesto que dudaba mucho que estuviera embarazada de gemelos, aunque… cabía la posibilidad.Entretanto, Regina miró a su padre.—¿Qué es lo que harás? —le preguntó.—Hablaré con él, despejaré todas sus dudas —dijo, sin mencionar lo que estaba dispuesto a hacer.—No creo que podamos engañarlo, papá. Ese hombre es un profesional y este no es e