—¿Qué está sucediendo? —preguntó Jack, que llegó corriendo hacia William y que acababa de cruzarse con Regina por el camino y había sido inevitable ver las lágrimas que bajaban por sus mejillas. —Esta mujer ha maltratado a Regina, seguro que a Serafina también y no sé cuánto tiempo lleva prohibiéndoles una buena alimentación —informó William y la ira se reflejó en los ojos de Jack. —¿Qué? Eran ciertas mis dudas… —afirmó y el príncipe asintió con su mandíbula tensa. —Acompáñala a la casa y que saque todas sus cosas de inmediato, ¡no la quiero más en Saint Bartolomé! —Su Alteza, no me puede sacar —se lamentó la señora Poms, con un llanto atacado, sin embargo, William la hizo callar con un movimiento de mano.—Si alguno más de los sirvientes se opone a que esta mujer se vaya, no dudes en hacer que la acompañe, porque no quiero traidores en mis predios —demandó William y Jack asintió—. Toma las decisiones que creas pertinentes, porque tienes todo mi aval. —Así será, Su Alteza —respo
—¡El príncipe me ha pedido que me haga cargo de los cambios que se harán en la casa! —exclamó Jack, captando la atención de todos los sirvientes de Saint Bartolomé—. ¡Necesito que vengan todos! —pidió y algunas de las doncellas, salieron corriendo, para llamar a sus compañeros. Serafina miraba a Jack, esperando a que los demás sirvientes llegaran a la reunión. Ella también estaba inquieta por saber lo que él tenía por decirles y cuáles eran los cambios que haría en Saint Bartolomé. Los trabajadores no demoraron en reunirse y los susurros no se acababan, todavía no lograban asimilar que la señora Poms ya no estuviera y así les molestaran los designios de la mujer, era la única capacitada para mandarlos, entonces se sentían un poco perdidos, algo que se les notaba en la mirada y la forma de actuar, que no pasó desapercibido por el guardia. —¿Quién de ustedes lleva más tiempo en Saint Bartolomé? —preguntó Jack. Todos se miraron, hasta que, finalmente, levantó la mano un hombre mayor co
Regina se sonrojó ante las palabras de William, pero no se movió ni un milímetro. Tenerlo así de cerca, donde su nariz alcanzaba a percibir su olor natural, era un estímulo más que agradable.—William, no debería decir esas cosas… —susurró ella. Él la observaba por encima de su hombro, su dulzura y atención lo hacía perder la razón.—Ya se lo dije, quiero estar con usted y no hay lugar más cómodo que estar bajo su cuidado —comentó y ella frunció un poco el ceño.—Puedo cuidarlo en la casa grande, este no es el mejor lugar —propuso, pero William negó y fijó su mirada en la pared frente a la cama.—Regina, no insista, me quedaré acá, bajo sus cuidados y donde solo seamos nosotros.En parte era verdad, William quería estar a solas con ella, pero, por otro lado, no deseaba que nadie de la casa lo reconociera y quedara expuesto frente a las dos mujeres. Era consciente de que tenía que contarle la verdad, pero no encontraba el momento adecuado, además el miedo de pensar que ella se alejara,
Regina caminó a paso lento hasta la huerta, algunas lágrimas resbalaron por sus mejillas y ella las dejó correr sin reparos, era la primera vez que hacía ese recorrido sin la compañía de su pequeño y se sentía incompleta, aunque sabía que el bebé había quedado en las mejores manos posibles. Serafina cuidaría de Dash como si fuera su propio hijo y eso calmaba su alma.William la esperaba desde hace más de una hora y al no verla llegar, decidió salir de la cabaña y esperarla junto a la huerta. Se encontraba inquieto, porque ella no solía llegar tarde y esperaba que nada malo hubiera sucedido.Al verla aparecer a la distancia no le quitó los ojos de encima, ella parecía tan ensimismada, que no había notado su presencia en la huerta. Algo sucedía y William frunció el ceño a la espera, si no fuera por el temor que tenía al salir hacia ella y ser reconocido por alguien de la casa, ya habría corrido hasta ella o, habría ido a buscarla en la casa grande. Cuando Regina apareció el rastro de la
William caminó con decisión hacia Regina, que inmóvil lo esperaba. No tocarla era un esfuerzo demasiado alto, así que, con firmeza la agarró por la cintura y la atrajo contra su cuerpo. Ya no estaba la gran falda que no les permitía sentirse, ahora Regina pudo sentir cómo la entrepierna de William reaccionaba y presionaba su vientre bajo. Soltó un gemido, que murió ahogado ante el nuevo beso fiero.Regina con timidez y un poco de torpeza, llevó sus manos hacia la camisa de William y con lentitud empezó a desabotonarla. Él disfrutó de su tacto, verla inexperta fue algo que llamó su atención, pero no dijo nada, pues quería que ella se sintiera a gusto, como, posiblemente, nunca lo había hecho. Los dedos de la joven recorrieron el torso desnudo de su guapo acompañante, los músculos abdominales no solo se veían bien, sino que se sentían firmes y tersos ante su tacto y, como hipnotizada siguió el movimiento de sus dedos.William estaba mirándola, ella estaba absorta disfrutando de lo que v
El compromiso con la princesa Abigail volvía a aparecer en la mente de William como una sombra ineludible. Sabía que ese vínculo no era más que una alianza política, sin amor, pero era un compromiso que le ataba las manos. Ahora, tras lo vivido con Regina, ese lazo le parecía más pesado que nunca, una cadena que lo mantenía alejado de la felicidad que apenas había comenzado a vislumbrar.Regina, en sus brazos, se veía tan frágil y al mismo tiempo tan fuerte. William sentía una mezcla de emociones al mirarla, emociones que lo atravesaban con fuerza. No podía evitar pensar en el momento en que tendría que enfrentar la verdad, decirle quién era realmente y lo que el futuro esperaba de él. Pero por primera vez en mucho tiempo, se encontraba dispuesto a luchar contra lo que parecía inevitable.Regina, en su inocencia, lo había cautivado de una forma que ninguna otra mujer había logrado. Con cada sonrisa, cada mirada tímida, cada caricia, se había abierto un lugar en su corazón que él pensa
La puerta de la cabaña no demoró en abrirse y Regina salió con rostro serio y presurosa. Un escalofrío recorrió la columna de William. Si ella había escuchado a Jack, las cosas no pintaban nada bien y eso le ocasionó un sentimiento desolador.—Señora, buenas tardes —la saludó Jack.—Jack, ¿qué ha sucedido? William, ¿algo le pasó a mi hijo? —preguntó ella, acercándose hacia ambos hombres.El alma le volvió al cuerpo al príncipe, la cara de Regina era de preocupación por su hijo y no por haberlos escuchado hablar. Eso le daba más tiempo para saber cómo iba a manejar las cosas de su compromiso, confrontar a sus padres y decirle la verdad a Regina.—Nada le ha pasado a Dash, puedes estar tranquila —contestó William y no le importó lo que Jack pensara, pues la agarró por la cintura y la atrajo hacia su cuerpo, como un intento de calmarla.—Un trabajador tuvo un grave accidente, ya lo han llevado al pueblo para que sea atendido por el médico del valle. Yo solo vine a avisarle a William —dij
El cuerpo de Regina se sacudió, mientras las primeras arcadas le hicieron vomitar. Sus ojos se llenaron de lágrimas, su rostro demacrado solo era el resultado de su estado. Estaba embarazada, esperaba un hijo de Henry. Un traidor del reino de Astor y que estaba muerto.Regina quería morirse, estaba deshonrada para cualquier hombre, su padre apenas le dirigía la palabra y la tenía encerrada en las cuatro paredes de su habitación para que nadie pudiera ver su lamentable estado.Desde que volvieron del castillo real, todo cambió. Su padre no dejaba de recordarle en cada oportunidad que tenía, lo que había hecho. De cómo él había mentido para salvarla; de cómo por su culpa, se había comportado de manera desleal a su Rey.Haciéndole recordar que Henry y ella…—No, no, no —se lamentó cuando fue presa de una nueva arcada, su garganta ardía, llevaba dos días así y esa misma mañana el médico le había confirmado sus temores. Su padre había pagado una generosa cantidad de dinero para que el médi