25. ¡Mis padres!

Regina entró a su habitación, dejó a Dash sobre la dura cama, se encargó de cambiarle los pañales, lo limpió muy bien con un poco de agua tibia y luego lo vistió, listo para ir a la cama. Había tranquilidad y serenidad en sus actos, pero estaba lejos de sentirse de esa manera, ella no podía olvidar el roce de los labios de William sobre los suyos y de manera inconsciente se llevó los dedos a la boca.

—¿Está bien, mi señora? —preguntó Serafina al verla pensativa y tan quieta como una piedra.

—Me hubiese gustado conocer al príncipe —dijo, moviéndose ligeramente hacia la ventana.

—No me parece que sea un buen hombre —comentó Serafina, recordando la voz de enfado del hombre que gritaba a todo pulmón el nombre de Jack.

—¿Cómo lo sabes, si no lo has visto? —cuestionó Regina, girando para ver a la doncella encogerse los hombros.

—Gritaba a todo pulmón, parecía molesto —dijo.

Regina se mordió el labio y asoció la molestía del príncipe con la desaparición de William, ¿y sí estaba molesto p
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