Después de los saludos ceremoniosos ante la llegada de los monarcas, todos entraron al castillo. William observaba a sus padres, mientras estos susurraban algo, antes de hablar. —Sus Majestades, ¿qué los ha hecho volver antes de tiempo? —preguntó Raymond, manteniéndose de pie a uno de los costados de la sala familiar. —Raymond, no tenía sentido el quedarnos más tiempo, las conversaciones y reuniones salieron a la perfección, las cosas fluyeron más rápido de lo esperada y acá en casa nos necesitan, la boda de William será pronto y Elizabeth quiere estar al tanto de todos los preparativos —explicó el rey, mientras agarraba la mano de su esposa y la miraba con cariño. —No olvides decir que has tenido algunos quebrantos de salud, querido —habló la reina en voz baja, pero fue escuchada por los tres hombres. —¿Estás enfermo, padre? —preguntó William con notoria preocupación. —Solo han sido unas leves molestias, hijo, no te preocupes por eso… —le dijo el rey, sin embargo, William lo obs
William respiró profundo, no se había imaginado que sus padres desearían convertirlo en rey antes de tiempo, de por sí, eso era algo que le preocupaba, como para que ahora tuviera que serlo un año antes de lo esperado. —No creo estar listo —susurró, abrumado por el deseo de sus padres. —Hijo, uno nunca se siente preparado, pero cuando te conviertas en rey, te vas a dar cuenta de que sí sabes lo que haces. Así me pasó a mí —comentó el rey con diversión. —En estos últimos meses del mandato de tu padre puedes aprender todo lo que te haga falta, por eso no deberías preocuparte —dijo la reina, quitándole peso a las preocupaciones de su hijo. —También puede aprovechar sus últimos meses de soltería, mujer. Después de casado, con hijos y un reino a su mando, no podrá volver a hacer las cosas que un joven como él hacen —propuso el rey con una sonrisa, que William agradeció, aunque su madre negó por las palabras de su marido. —Te tomaré la palabra, padre —respondió William, mientras be
—¿No? —Jack frunció el ceño ante la abrupta respuesta de Regina, también estaba asombrado, pues imaginaba que ella aceptaría, porque el material no era liviano.Regina tragó el nudo que se le formó en la garganta y se lamentó su reacción, pero tenía miedo de que alguien más, aparte de William, supiera sobre la existencia de la casita.—Perdone mi reacción, Jack, quizá es solo un capricho mío, pero me gustaría que cuando vean la huerta, sea un bonito espectáculo, ahora solo es tierra.Jack escuchó la excusa de Regina, no le parecía del todo válida, pues llevar materiales no era exponer nada del resultado, pero tampoco lo pensó mucho, pues si el deseo de la mujer era ese, él no la iba a contradecir. Tal vez en otra oportunidad ella se dejara ayudar y con gusto lo haría. —Está bien, no se preocupe —dijo, no entendía, pero tampoco tenía intención de pedirle explicaciones, sobre todo, porque deseaba ver a Serafina antes de marcharse.—Gracias, Jack —susurró.Jack asintió y procedió a baja
Regina no se dio cuenta del momento en el que se quedó dormida, con Dash a su lado y solo se despertó cuando escuchó la puerta abrirse. El ruido la sobresaltó, su corazón se agitó dentro de su pecho casi con violencia, estaba del lado contrario de la puerta y no había manera de conseguir ver al intruso. Se movió ligeramente y entonces se giró y lanzó sobre la sombra que deambulaba en la habitación.—¡Aah…! —gritó Serafina, cuando su cuerpo fue impactado por Regina, eso la hizo tropezar y caer sobre la cama.—¿Quién eres?—¡Soy yo, mi señora, Serafina!Regina se apartó con rapidez, pues la aplastaba con su peso.—¿A dónde has ido a esta hora? —preguntó, sentándose a la orilla de la cama, viendo a su doncella vestida con la misma ropa de esa mañana—. ¿Vienes de las caballerizas?Serafina apretó sus enaguas, estaba nerviosa y sus mejillas le quemaban, era una suerte que los rayos de la luna que se colaban por las rendijas, no iluminaran la habitación.—Sí, vengo de las caballerizas.Regi
Regina no esperó encontrarse con William, mucho menos, en su lugar de trabajo, tan alejado de la casa principal y tan temprano en la mañana, pues el sol apenas si estaba saliendo en el horizonte. Dash hizo un sonido fuerte, captando la atención de su madre, quien sin darse cuenta, se había acercado a su inesperado visitante. —¿Qué pasa, mi niño? —le preguntó con voz suave, como si esperara una respuesta de su parte. —Cada día está más grande —comentó William, mirando al bebé en el canasto. —Así es, cada día lo amo un poco más —contestó ella con una suave sonrisa en su rostro. William la miró detenidamente, el rostro de Regina estaba limpio, sin una gota de maquillaje, pero la sonrisa y el blanco de sus dientes, la hacían ver hermosa y radiante, que por un momento olvidó a qué había ido a Saint Bartolomé. —William…, no esperaba verlo por acá —confesó Regina, aunque no completó la frase, pues no imaginaba verlo de nuevo, después de haberlo echado como lo hizo en su encuentro anterio
El resto de la tarde pasó de la misma forma, la conversación era amena, pero poco profunda, los esfuerzos de ambos estaban en mejorar las condiciones dentro de la cabaña y en la cabeza de William no dejaba de dar vueltas la posibilidad de armar un pequeño espacio especial para que el bebé estuviera cómodo y fuera de peligro, así, Regina dejaría de meterlo en el tronco del árbol, mientras trabajaba en la huerta. —Es hora de que vuelva al castillo —dijo Regina, cuando se asomó a la ventana y vio cómo oscurecía. —El tiempo pasó muy rápido —contestó él, acercándose a ella, para mirar por la ventana, solo que, no pensó lo que la cercanía ocasionaría en su interior. El olor natural de Regina entró a su nariz, como el más fino perfume, apoderándose de sus sentidos, mientras que un escalofrío recorrió toda la espalda de Regina. Ella se giró con prisa, intentando alejarse de William, pero fue peor, pues quedó atrapada entre sus brazos y sus rostros más cerca de lo imaginado. Regina subió l
—¡Su Alteza! —gritó Jack, al ver salir al príncipe del castillo y dirigirse a las caballerizas. —¿Sucede algo, Jack? —Permítame acompañarlo, Su Alteza, no es bueno que ande por ahí solo —insistió el guardia. —Solo iré a Saint Bartolomé —dijo William, quitándole importancia al tema. —Iré con usted —respondió Jack con más emoción de la que debería mostrar. —¿Hay alguna razón por la que desees ir a la casa? —preguntó William, pues no le pasó desapercibida la emoción de su jefe de La Guardia. Jack apretó los labios, pero no controló el rubor en sus mejillas, quedando en evidencia ante el príncipe.—¿Quién es? —interrogó William con picardía. —Serafina… —susurró Jack, fue tan bajo el volumen empleado, que, si no fuera por el silencio del jardín, William no lo habría escuchado. —¿Serafina? ¿Estás interesado en Serafina? —preguntó asombrado. —Deseo casarme con ella —respondió Jack y los ojos del príncipe por poco se salen de sus cuencas. —¿Qué? ¿Hablas en serio? —Jack asintió—, ¿en
Regina se quedó estática ante el beso de William, al menos, así fue durante unos segundos, en los que su mente entró en conflicto sin saber cómo reaccionar ante esa acción; sin embargo, la suave caricia de William sobre su mejilla, hizo que la mente se le nublara y se entregara al momento, sin importar que tuviera al pequeño en sus brazos. Con lentitud, Regina abrió sus labios y empezó a corresponder el beso de William, le dio acceso al interior de su boca, lo que hizo que él emitiera un suave gruñido, cargado de deseo, que la llevó a sentirse como si flotara. Ella había sido besada anteriormente, pero el único beso que recordaba, medianamente, agradable, era el de Frederick, el rey de Astor, ese hombre que la había ilusionado y que después acabó con todas sus ilusiones al comprometerse con Selene, la actual reina de Astor. Los demás besos habían sido producto de sus malas decisiones y ninguno merecía ser recordado, pues eran la prueba innegable del abuso de otros ante su estupidez