—¡Su Alteza! —gritó Jack, al ver salir al príncipe del castillo y dirigirse a las caballerizas. —¿Sucede algo, Jack? —Permítame acompañarlo, Su Alteza, no es bueno que ande por ahí solo —insistió el guardia. —Solo iré a Saint Bartolomé —dijo William, quitándole importancia al tema. —Iré con usted —respondió Jack con más emoción de la que debería mostrar. —¿Hay alguna razón por la que desees ir a la casa? —preguntó William, pues no le pasó desapercibida la emoción de su jefe de La Guardia. Jack apretó los labios, pero no controló el rubor en sus mejillas, quedando en evidencia ante el príncipe.—¿Quién es? —interrogó William con picardía. —Serafina… —susurró Jack, fue tan bajo el volumen empleado, que, si no fuera por el silencio del jardín, William no lo habría escuchado. —¿Serafina? ¿Estás interesado en Serafina? —preguntó asombrado. —Deseo casarme con ella —respondió Jack y los ojos del príncipe por poco se salen de sus cuencas. —¿Qué? ¿Hablas en serio? —Jack asintió—, ¿en
Regina se quedó estática ante el beso de William, al menos, así fue durante unos segundos, en los que su mente entró en conflicto sin saber cómo reaccionar ante esa acción; sin embargo, la suave caricia de William sobre su mejilla, hizo que la mente se le nublara y se entregara al momento, sin importar que tuviera al pequeño en sus brazos. Con lentitud, Regina abrió sus labios y empezó a corresponder el beso de William, le dio acceso al interior de su boca, lo que hizo que él emitiera un suave gruñido, cargado de deseo, que la llevó a sentirse como si flotara. Ella había sido besada anteriormente, pero el único beso que recordaba, medianamente, agradable, era el de Frederick, el rey de Astor, ese hombre que la había ilusionado y que después acabó con todas sus ilusiones al comprometerse con Selene, la actual reina de Astor. Los demás besos habían sido producto de sus malas decisiones y ninguno merecía ser recordado, pues eran la prueba innegable del abuso de otros ante su estupidez
William se alertó, no sabía quién podía acercarse a ese lado del terreno. Era una juego de posibilidades, pero no estaba dispuesto a exponer a Regina, por lo que, se giró rápidamente para cubrirla con su cuerpo y puso su mano sobre el mango de su espada dentro de la vaina, al tiempo que un caballo se detenía a poca distancia de ellos.Regina se tensó ante la actitud de William, no sabía si era para protegerla de ojos curiosos o para mantener lo que fuera que había entre ellos en secreto. Sinceramente, no importaba, lo último que deseaba era exponer la seguridad que habían encontrado en Saint Bartolome.—William —Jack se obligó a llamarlo por su nombre, haciendo un esfuerzo titánico para que sonara natural. Desde la distancia alcanzó a ver un acercamiento más que indebido entre el príncipe y Regina, pero no iba a hacer comentario alguno. Se arrepintió de haber entrado a buscar a William, pero lo cierto era, que llevaba esperándolo a la salida de camino viejo, desde antes de la puesta d
Serafina caminaba con paso lento, no entendía lo que estaba sucediendo, ni las razones por las que Jack le había pedido ir a la huerta en la que Regina trabajaba; en cambio, Jack caminaba con paso firme y atento a su avance. —Jack…, ¿por qué hemos venido acá? ¿Qué tiene que ver Regina en esto? —preguntó cuando la vio a lo lejos. —Hay algo que pienso hacer y para eso necesito de la presencia de ambas —fue todo lo que explicó. —¿William? ¿Qué hace él acá? —interrogó Serafina, sintiéndose más confundida que antes. —Ya lo sabrás… Regina avanzó junto a William, hasta que llegaron al inicio de la huerta, que estaba muy diferente al pedazo de tierra sin vida que recibió dos meses atrás. No entendía por qué, pero estaba temblando de los nervios, tal vez, era porque su secreto podría quedar expuesto o, porque no estaba preparada para alejarse de Serafina. —Serafina… —pronunció Regina cuando la mujer estuvo frente a ella, apenas dos metros adelante. —Señora Regina… esto es impresionante
La cabaña quedó en silencio, solo roto por el suave murmullo del viento entre los árboles y el ritmo tranquilo de las respiraciones. William y Regina se sumergieron en la intimidad del momento, dejándose llevar por el deseo y la conexión que compartían. Sin embargo, un pequeño llanto los trajo de vuelta a la realidad.Dash se había despertado, su llanto era una mezcla de hambre y necesidad de atención. Regina se separó de William con una sonrisa apenada, sus mejillas aún sonrojadas por la intensidad del momento.—Dash ha despertado —dijo ella con suavidad, arreglándose el vestido—. Debo atenderlo.William asintió, comprendiendo la situación. Retrocedió un poco para darle espacio, observando cómo Regina se acercaba al pequeño y lo tomaba en sus brazos con ternura. La escena llenó su corazón de calidez.—Es un niño afortunado por tenerla como madre —comentó William, mirándola con admiración.Regina sonrió, sintiendo una mezcla de orgullo y humildad.—Gracias, William. Intento hacer lo m
William resultó herido en el hombro, una herida profunda que lo debilitó considerablemente. Jack logró defenderse y proteger a William, pero estaban en una situación crítica; si no fuera por el entrenamiento especializado en combate de los dos, los maleantes habrían acabado con ellos en cuestión de segundos. Con un último esfuerzo, lograron escapar de los atacantes, dejando a unos muertos y otros heridos; y se adentraron en el bosque, buscando refugio.—Debemos llegar a la cabaña de Regina —dijo William con voz entrecortada por el dolor—. Ella podrá ayudarme.Jack asintió, apoyando a William mientras avanzaban. La cabaña de Regina era su única esperanza en ese momento. Los caballos habían huído en medio del enfrentamiento, así como ellos se lo pidieron; debían estar cerca y asustados.Regina estaba en la huerta cuando vio a lo lejos la figura tambaleante de William y Jack. Su corazón se detuvo un instante al ver la sangre en la camisa de William. Corrió hacia ellos, su rostro reflejab
—¿Qué está sucediendo? —preguntó Jack, que llegó corriendo hacia William y que acababa de cruzarse con Regina por el camino y había sido inevitable ver las lágrimas que bajaban por sus mejillas. —Esta mujer ha maltratado a Regina, seguro que a Serafina también y no sé cuánto tiempo lleva prohibiéndoles una buena alimentación —informó William y la ira se reflejó en los ojos de Jack. —¿Qué? Eran ciertas mis dudas… —afirmó y el príncipe asintió con su mandíbula tensa. —Acompáñala a la casa y que saque todas sus cosas de inmediato, ¡no la quiero más en Saint Bartolomé! —Su Alteza, no me puede sacar —se lamentó la señora Poms, con un llanto atacado, sin embargo, William la hizo callar con un movimiento de mano.—Si alguno más de los sirvientes se opone a que esta mujer se vaya, no dudes en hacer que la acompañe, porque no quiero traidores en mis predios —demandó William y Jack asintió—. Toma las decisiones que creas pertinentes, porque tienes todo mi aval. —Así será, Su Alteza —respo
—¡El príncipe me ha pedido que me haga cargo de los cambios que se harán en la casa! —exclamó Jack, captando la atención de todos los sirvientes de Saint Bartolomé—. ¡Necesito que vengan todos! —pidió y algunas de las doncellas, salieron corriendo, para llamar a sus compañeros. Serafina miraba a Jack, esperando a que los demás sirvientes llegaran a la reunión. Ella también estaba inquieta por saber lo que él tenía por decirles y cuáles eran los cambios que haría en Saint Bartolomé. Los trabajadores no demoraron en reunirse y los susurros no se acababan, todavía no lograban asimilar que la señora Poms ya no estuviera y así les molestaran los designios de la mujer, era la única capacitada para mandarlos, entonces se sentían un poco perdidos, algo que se les notaba en la mirada y la forma de actuar, que no pasó desapercibido por el guardia. —¿Quién de ustedes lleva más tiempo en Saint Bartolomé? —preguntó Jack. Todos se miraron, hasta que, finalmente, levantó la mano un hombre mayor co