El hombre mostró una sonrisa ladina y le respondió:
—No miento e incluso cuando te vi aferrada a mí, pensé que eras mi esposa o algo así.
—¿Yo? ¿Tu esposa? Ja, muy gracioso, por lo menos tienes sentido del humor. Pero dime, en serio, ¿a dónde te llevo?, o ¿a quién llamo? Tengo que salir y, como comprenderás, no puedes quedarte aquí.
El semblante del hombre cambió y fijó su mirada en ella.
—Lo sé y lo entiendo. Es solo que no me gustaría marcharme así. ¿No me pudo quedar? ¿Por lo menos, hasta que me recupere? Prometo no molestar y ayudarte en lo que necesites.
—Mira, guapo, voy a ser muy sincera contigo. Yo apenas logro comer dos veces al día con lo que gano. No puedo alimentar a otra persona. Además de que yo no te conozco y, al parecer, ni tú mismo te conoces. Entonces, ¿cómo sé que eres un asesino en serie o algo así?
Melissa sentía mucha compasión por el hombre y lamentaba tener que abandonarlo en su estado, pero no era su problema y no cargaría con él.
El hombre no pudo evitar sonreír y asintió con la cabeza.
—Te entiendo. Pero, por favor, yo te prometo que no te lastimaré. —le dijo el hombre en un tono de súplica, pero Melissa negó con la cabeza.
—No, de verdad lo siento, pero los golpes de la vida me han enseñado a no confiar en nadie. Sobre todo, porque la persona que juró cuidarme toda la vida fue la que más daño me hizo —le respondió Melissa, bajando la cabeza y tocando su cicatriz.
—Ok, lo entiendo. Me marcharé, pero quiero decirte que no debes avergonzarte, porque eres una mujer muy hermosa, y si a pesar de haber sido lastimada, no dudaste en ayudarme. Eso demuestra el gran corazón que tienes, eres un ángel terrenal y por eso, yo jamás te dañaría. Gracias por tu ayuda. Ahora sé que debo marcharme, pero, ¿puedo usar tu baño?
—Sí, por supuesto. —le respondió Melissa, señalándole hacia la puerta que estaba detrás de ella.
El hombre entró al baño y tardó como media hora y después salieron juntos de la casa.
Melissa se despidió de él, estrechando sus manos y se alejó, caminando hacia su trabajo. Ella estaba tentada a voltear para mirar al hombre, pero no quería arrepentirse.
Melissa fue a su universidad y en cada descanso, cuando se quedaba sola, la imagen de ese hombre herido y desvalido aparecía en su mente. Ese rostro perfecto, esos labios sensuales y sobre todo ese aroma varonil, estaban impregnados en ella. Pero ella debía sacar esos pensamientos y calmar toda esa ansiedad que aquel desconocido le causaba.
Pero Melissa debía confesar que sentía una gran tristeza y compasión por él. Ella entiende que debe ser horrible, no recordar nada y estar solo e indefenso.
Ella no pudo evitar sentirse inquieta y preocupada. Después de que salió de la universidad, fue al trabajo. Pero sus niveles de ansiedad solo se elevaron cuando la temperatura comenzó a descender. Los primeros copos de nieve comenzaban a verse. Ella solo tenía una angustia en su mente y era uno que tenía un hermoso rostro, unos labios provocativos y un cuerpo de infarto.
Melissa salió de su trabajo y tomó un autobús para su casa. Ella se abrigó lo mejor que pudo y se bajó a menos de una cuadra. Melissa abrió su paraguas para tratar de protegerse un poco de la humedad que mojaba su cabello.
Ella aceleró el paso porque tenía mucho frio, pero su corazón se detuvo al observar hacia la derecha y ver a lo lejos una silueta de un hombre que estaba sentado en una vieja parada de buses. El hombre estaba de espaldas, pero lo reconoció, porque tenía la misma ropa y era el único loco que estaría a la intemperie con este clima, aunque él estaba tratando de protegerse con el deteriorado techo del lugar.
Melissa, con su corazón arrugado, entró a su casa, cerró la puerta y fue directo a encender la calefacción. No funcionaba muy bien, pero era lo mejor que tenía. Después fue a su habitación, se cambió de ropa y se sentó a cenar lo poco que había traído, que eran unos panecillos dulces y un poco de chocolate caliente, que sobró en el restaurante y el dueño se lo regaló.
Melissa encendió la televisión y trataba de concentrarse en su programa favorito. Pero se sentía inquieta y no pudo evitar asomarse por la ventana. La ventisca golpeaba el vidrio y pudo observar que había empezado a nevar de nuevo.
La conciencia de Melissa la atormentaba de solo imaginarlo, expuesto a este clima. Ella, sin pensarlo dos veces, buscó una manta, su paraguas y se abrigó lo mejor que pudo, para salir a buscarlo a donde lo había visto la última vez.
Ella sintió un gran alivio al no verlo ahí. Tal vez, alguien más lo había ayudado. Entonces Melissa, con esa tranquilidad en su pecho, decidió regresar a la calidez de su casa. Pero su tranquilidad se esfumó al verlo acurrucado en una banca del parque. El hombre abrazaba sus piernas y soplaba sus manos tratando de mantener el calor.
Melissa maldice internamente su buen corazón y se acercó a él decidida a ayudarlo de nuevo, le colocó la manta sobre sus hombros. El hombre lentamente levanta su rostro y la observa fijamente. Sus labios están morados y su piel está pálida, su nariz está roja. Ella sintió su corazón contraerse, era evidente que sin su ayuda él no sobreviviría la noche ahí.
Entonces ella le susurró:
—Ven. Déjame ayudarte. Levántate y vamos a casa.
Pero el hombre se niega, con una voz pausada y temblorosa.
—No, no es necesario. No te quiero molestar, solo déjame la manta. Solo será esta noche. Mañana decidiré qué hacer.
Melissa se sintió culpable por su actitud. Ella se había negado a seguirlo ayudando, pero jamás se imaginó que él estaría expuesto de esta manera. Ahora ella se había decidido a rescatarlo una vez más y de ninguna manera aceptará su negativa.
—Vamos, no seas orgulloso. Sabes bien que no sobrevivirás porque se acerca una nevada y no quiero cargar con tu muerte en mi conciencia.
El hombre sintió mucha calidez en su corazón al oírla tan preocupada por él y decidió aceptar su ayuda.Entonces se levantó, se apoyó en su hombro e inmediatamente volvió a sentarse, al sentirse mareado. Él no había comido nada desde el día anterior y eso comenzaba a afectarlo.Sus pasos eran lentos, el hombre se sentía muy débil y al cruzar la puerta de la casa, sintió el agradable calor, rozando su rostro y le agradeció a Melissa.Melissa lo ayudó a sentarse en el mueble y caminó hacia la cocina. Después de algunos minutos, regresó con una bandeja con panecillos, un chocolate bien caliente y se los ofreció al hombre.—Toma. Debes comer esto, tal vez no te llenes, pero es lo único que tengo.El hombre sin dudarlo, lo recibió y comenzó a comerlo muy despacio, para evitar que le cayera mal.Melissa se alejó de él, para dejarlo comer con tranquilidad.—Come despacio. Ya regreso, déjame ver, si te consigo algo de ropa, para que te cambies esa ropa mojada.—Gracias —le susurró él con la b
Ambos se sentaron en el sofá y a pesar de sus recientes palabras, él se acostó a su lado y ella sin darse cuenta termino acurrucándose cerca de él. Aunque a los pocos minutos él se sentía arrepentido, porque sentir el calor que emana de su piel y su aroma lo excitaban demasiado. Esto que ella despertaba en él, lo asustaba. Pero él no ha tenido sexo desde hace mucho tiempo. Cuando su mujer lo traicionó y la encontró en la cama con su mejor amigo. En un aranque de ira él, los asesinó a los dos. Después de eso, él intentó estar con otras mujeres. Pero no ha logrado excitarse. Los recuerdos de su mujer y su amigo en la cama lo perturban cada vez que está con una mujer. Según su médico, el problema no es físico sino psicológico. Al parecer se trata de un bloqueo mental, por el trauma de ese momento. Pero con el tiempo su cuerpo volverá a reaccionar.Por eso, él está desconcertado, porque esta niña ha logrado despertar en él lo que ninguna otra mujer, con mejores curvas, ha podido. Su er
Minutos después, Melissa salió vestida para ir a la universidad. Vicent, al verla, frunció el ceño y se acercó a ella.—Señorita, ¿es necesario ponerse tan hermosa para salir? —le preguntó mientras la tomaba de la mano y la hacía girar para apreciar mejor su atuendo.Melissa solo modelaba para él, como un acto inocente, antes de golpearlo levemente en el hombro.—Payaso. Deja de burlarte de mí.—¿Burlarme? No hay nada de eso en mis palabras. Eres muy hermosa y muy sensual. Cualquier hombre quisiera tenerte a su lado. —le confesó Vicent, mirándola fijamente a los ojos, para ver su reacción. Pero Melissa solo soltó su mano con disimulo para caminar hasta la cocina y abrir el refrigerador.—¡Oh! Aquí no hay nada para desayunar. Comeré algo en la universidad. ¿Qué harás tú? ¿Lograste recordar algo? —le preguntaba ella mientras recogía sus cuadernos y los metía en su bolso.—No, pero no te preocupes, después lo resolveré. ¿Qué te parece si te invito a desayunar?Melissa le sonrió y negó co
Ellos entraron juntos al sencillo restaurante y Melissa podía sentir la mirada de la gente encima de ella. Pero en esta ocasión no era una mirada de burla, sino de compasión. Ella podía leer en la expresión de las personas que si ella no tuviese esa cicatriz fuesen la pareja perfecta.Melissa era una chica de buena estatura, su cuerpo estaba muy bien formado y su rostro era muy hermoso. Su cabello era rubio y largo hasta el hombro y sus ojos eran azules, su nariz era perfecta y sus labios eran la cereza de la seducción.Vicent le abrió la silla y la invitó a sentarse, después se agachó a su altura y le dejó un beso en el cuello. Melissa pudo sentir su cuerpo estremecerse con el contacto de los labios de este seductor caballero.Ella trató de disimular el sonrojo en sus mejillas, pero no pasó desapercibido para el caballero que estaba atento frente a ella.El desayuno transcurrió entre risas y miradas coquetas. Vicent no entendía por qué perdía la brújula frente a esta joven chica. Él
Melissa ignoró al chico y se perdió de nuevo en sus pensamientos. Su mirada permanecía fija en la ventana y sus lágrimas salían lentamente de sus ojos.Algunos minutos después, Melissa limpió sus lágrimas y salió del autobús, rumbo a un parque cercano. Ella se sentó cerca de los columpios y observaba a los niños jugar y divertirse. El corazón de Melissa se contrajo al recordar sus tardes infantiles, donde sus padres la llevaban al parque a comer helados y alimentar a los peces.Melissa lloraba sin parar al recordar a sus padres. Ellos eran un contador y una enfermera que la amaron con todo su corazón, hasta que la desgracia la alcanzó desafortunadamente murieron en un fatal accidente automovilístico, cuando ella tenía doce años.Ese día venían de regreso de un maravilloso viaje a la playa y un conductor ebrio que quiso adelantarlos, los sacó del camino, el padre de Melissa trató de controlar el auto, pero comenzó a girar en círculos y otro carro los embistió, haciéndolos caer por un b
Melissa subió al taxi y en el camino a su casa, comenzó a llover. Ella maldijo internamente y se preparó para mojarse. Porque cuando salió huyendo del idiota no se llevó su paraguas. Solo espera que él lo haya guardado. El taxista se estacionó lo más cerca posible de la puerta.Melissa después de pagar se bajó corriendo y se sorprendió al llegar a su casa y ver las luces encendidas. Entonces ella se acordó que había dejado su bolso, sus cuadernos, junto a su paraguas. Entonces era evidente para ella que el extraño hombre aún estaba alojado en su casa.Ella estaba nerviosa, no sabía qué hacer, ni que decir. Ese hombre le había confesado que tenía sentimientos hacia ella y era eso lo que la había desestabilizado en el restaurante. Porque, aunque ella quisiera negarlo, ella sentía las mariposas en el estómago e incluso pensaba que en algún momento saldrían por su boca. Pero ni modo ese era su hogar y él era quien debía irse.Melissa se sintió estúpida al tener que tocar su propia puerta.
Melissa salió del baño y se sonrojó al ver a Demetrio parado en el umbral de la puerta, mirándola fijamente como un depredador al acecho. Él no pudo evitar morder su labio inferior, al mismo tiempo que ella se saboreó los de ella. Ellos se encontraron inmersos en una burbuja romántica, que los incitaba a pecar, pero Melissa no estaba dispuesta a ceder tan fácilmente. Ella se agarró con fuerza la toalla que cubría su cuerpo y caminó hacia su habitación, cerró su puerta y le pasó el seguro. Demetrio no pudo evitar sonreír al escuchar el ruido del seguro de la puerta. Entonces caminó hasta la cocina y se sentó en el comedor para esperar que Melissa saliera dispuesta a acompañarlo a cenar.Mientras tanto, Melissa se sorprendió al ver una bolsa de regalo al lado de su cama, ella no aguantó la curiosidad y la abrió para sacra el contenido de la bolsa. Era un hermoso vestido de flores y unas hermosas sandalias. En el fondo había una tarjeta que decía “Para Melissa con amor. Te invito a cen
Ella estaba perdida en el deseo, su cerebro estaba embobado por las vibraciones de su cuerpo y ensordecido por los latidos de su corazón. Entonces a ella no le quedó más que dejarse llevar.Demetrio se separó de ella para quitarle el vestido y ella le quitó la camisa. Era fantástico sentir su piel rozar entre ellas. Demetrio hizo un camino de besos hasta su ombligo y ahí se deleitó hasta retirar su panti y comenzar a devorar su zona sensible.Melissa sentía que estaba a punto de convulsionar de placer, hasta que se liberó en un delicioso orgasmo. Ella sintió a Demetrio alejarse y se removió en la cama. Obviamente, no estaba satisfecha, pero al ver a Demetrio terminar de quitarse su última prenda y volver a subirse sobre ella. Su corazón volvió a acelerarse. Estaba deseosa, estaba desesperada por ser invadida y sometida por él.—Te amo, Melissa —le susurró Demetrio, mientras iba invadiendo su interior lentamente. Melissa dejó salir un pequeño grito y Demetrio la besó para reprimirlo, p