Ellos entraron juntos al sencillo restaurante y Melissa podía sentir la mirada de la gente encima de ella. Pero en esta ocasión no era una mirada de burla, sino de compasión. Ella podía leer en la expresión de las personas que si ella no tuviese esa cicatriz fuesen la pareja perfecta.
Melissa era una chica de buena estatura, su cuerpo estaba muy bien formado y su rostro era muy hermoso. Su cabello era rubio y largo hasta el hombro y sus ojos eran azules, su nariz era perfecta y sus labios eran la cereza de la seducción.
Vicent le abrió la silla y la invitó a sentarse, después se agachó a su altura y le dejó un beso en el cuello. Melissa pudo sentir su cuerpo estremecerse con el contacto de los labios de este seductor caballero.
Ella trató de disimular el sonrojo en sus mejillas, pero no pasó desapercibido para el caballero que estaba atento frente a ella.
El desayuno transcurrió entre risas y miradas coquetas. Vicent no entendía por qué perdía la brújula frente a esta joven chica. Él se olvidaba de quién era y de lo que representaba cuando estaba ante su presencia. En el fondo, él deseaba ser ese hombre desmemoriado, que solo la tiene a ella. Él se sorprendía al ver que se podía ser feliz con tan poco.
La casucha donde estaba viviendo era deplorable, por más que Melissa tratara de mantener todo limpio y ordenado. Las paredes estaban deterioradas y el piso tenía algunas grietas y el techo dejaba circular el agua cuando llovía.
En resumen, él jamás se imaginó que pudiera sentirse tan feliz con tan poco. Vicent Santoro era un hombre multimillonario, acostumbrado a vivir con todos los lujos y comodidades, pero jamás se había sentido tan feliz, como se sentía acostado en ese viejo sofá, entre esas colchas baratas, pero abrazado a esa hermosa mujer que emanaba un calor divino y que lo tenía embrujado con ese aroma a gardenias.
Melissa agitó su mano frente a los ojos de Vicent para sacarlo de su trance. Él tenía algunos minutos con su mirada fija en ella, pero se notaba que en realidad estaba inmerso en sus pensamientos.
—¿Qué pasó mi niña? —le preguntó Vicent, mostrándole esa sexy sonrisa que la derretía.
—Eso te pregunto yo a ti. Porque tenía rato hablando contigo y tú estabas como ido. ¿Pasa algo? ¿Quieres, que nos vayamos? —le preguntó ella temerosa a su respuesta. Ella pensaba que él se había aburrido de su compañía.
Vicent le sonrió y le respondió, mordiendo su labio inferior.
—Sí, quiero que vayamos a un lugar más privado, donde solo estemos tú, yo y estas ganas de besarte que tengo.
—¡Ah! Ja, ja, ja. Muy chistoso. Mejor vámonos, recuerda que tengo clase. —le respondió Melissa levantándose de la silla y tratando de huir de él y de esa mirada de depredador que tenía en sus ojos en este momento.
Vicent se levantó y dejó el dinero de la cuenta en la mesa, para seguirla. Él tuvo prácticamente que correr para alcanzarla.
—¡Espera! ¡Melissa! —le gritó Vicent, mientras corría detrás de ella.
Melissa no quería detenerse. Este hombre, con sus palabras e insinuaciones, la hacían temblar y la hacía sentir un torbellino de emociones.
Vicent terminó de alcanzarla y la abrazó por la espalda.
—Déjame ir. Voy retrasada para la universidad. —le dijo Melissa tratando de zafarse de su agarre. Pero Vicent la atrajo hacia él y la miró fijamente a los ojos.
—¿Tienes miedo? ¿Quieres huir de lo que estás sintiendo? Sé que no te soy indiferente, sé que cuando me ves tu corazón se acelera. Sé que sientes ganas de abrazarme y besarme a cada segundo. Sé que duermes plácidamente entre mis brazos y también sé que mueres porque te haga el amor. ¿Y sabes, por qué lo sé? Porque es exactamente lo que me pasa a mí cuando estoy cerca de ti.
Melissa abrió los ojos y la boca por la sorpresa. Ella no podía creer que él pensara que ella era una tonta, que caería ante esas vacías palabras. Entonces negó con la cabeza, dispuesta a negar sus sentimientos.
—Te equivocas, yo no siento nada de eso que describes. Tú no eres más que un extraño para mí. Un extraño que no sabe ni cómo se llama.
Vicent se sintió ofendido por sus palabras. Entonces le extendió la mano y se presentó.
—Mucho gusto, señorita. Mi nombre es Demetrio Mancini y trabajo como contador de Vicent Santoro, líder de la mafia italiana.
Melissa no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Acaso él se había burlado de ella? Una lágrima rodó por su mejilla de Melissa. Una vez más, la gente se burlaba de ella y se aprovechaba de su bondad. Definitivamente, su lugar en este mundo era al final de la cadena alimenticia. Porque todos eran más listos que ella.
Pero, no tenía importancia, por lo menos esta vez, ella se librará rápidamente de esta situación.
—Ah, qué conveniente. Mucho gusto, señor Mancini. Me alegra mucho que usted pueda recordar toda su vida y espero que se haya divertido a lo grande burlándose de mí. Entonces, ahora ya puede largarse de m*****a una vez y dejarme en paz —le dijo Melissa poniendo sus manos en cada lado de su cintura y manteniendo esta pose desafiante, lo empujo y se alejó de él.
Vicent pensó en seguirla, pero era mejor dejar que se calmara. Entonces él caminó hacia el sentido contrario al de ella y tomó un taxi para ir al Centro Comercial más cercano.
Mientras tanto, Melissa subió al autobús y al buscarlo con la mirada, lo vio alejarse del lugar. Ella se sentó en el último asiento y no pudo evitar que sus lágrimas comenzaran a caer.
—Una mujer tan hermosa, no debería llorar. —Le susurró el hombre que estaba a su lado, pero ella solo se giró su vista hacia la ventana y bufó.
El chico se disculpó y se cambió de asiento. Él se arrepintió de haberla incomodado, pero esa jamás fue su intención.
Melissa ignoró al chico y se perdió de nuevo en sus pensamientos. Su mirada permanecía fija en la ventana y sus lágrimas salían lentamente de sus ojos.Algunos minutos después, Melissa limpió sus lágrimas y salió del autobús, rumbo a un parque cercano. Ella se sentó cerca de los columpios y observaba a los niños jugar y divertirse. El corazón de Melissa se contrajo al recordar sus tardes infantiles, donde sus padres la llevaban al parque a comer helados y alimentar a los peces.Melissa lloraba sin parar al recordar a sus padres. Ellos eran un contador y una enfermera que la amaron con todo su corazón, hasta que la desgracia la alcanzó desafortunadamente murieron en un fatal accidente automovilístico, cuando ella tenía doce años.Ese día venían de regreso de un maravilloso viaje a la playa y un conductor ebrio que quiso adelantarlos, los sacó del camino, el padre de Melissa trató de controlar el auto, pero comenzó a girar en círculos y otro carro los embistió, haciéndolos caer por un b
Melissa subió al taxi y en el camino a su casa, comenzó a llover. Ella maldijo internamente y se preparó para mojarse. Porque cuando salió huyendo del idiota no se llevó su paraguas. Solo espera que él lo haya guardado. El taxista se estacionó lo más cerca posible de la puerta.Melissa después de pagar se bajó corriendo y se sorprendió al llegar a su casa y ver las luces encendidas. Entonces ella se acordó que había dejado su bolso, sus cuadernos, junto a su paraguas. Entonces era evidente para ella que el extraño hombre aún estaba alojado en su casa.Ella estaba nerviosa, no sabía qué hacer, ni que decir. Ese hombre le había confesado que tenía sentimientos hacia ella y era eso lo que la había desestabilizado en el restaurante. Porque, aunque ella quisiera negarlo, ella sentía las mariposas en el estómago e incluso pensaba que en algún momento saldrían por su boca. Pero ni modo ese era su hogar y él era quien debía irse.Melissa se sintió estúpida al tener que tocar su propia puerta.
Melissa salió del baño y se sonrojó al ver a Demetrio parado en el umbral de la puerta, mirándola fijamente como un depredador al acecho. Él no pudo evitar morder su labio inferior, al mismo tiempo que ella se saboreó los de ella. Ellos se encontraron inmersos en una burbuja romántica, que los incitaba a pecar, pero Melissa no estaba dispuesta a ceder tan fácilmente. Ella se agarró con fuerza la toalla que cubría su cuerpo y caminó hacia su habitación, cerró su puerta y le pasó el seguro. Demetrio no pudo evitar sonreír al escuchar el ruido del seguro de la puerta. Entonces caminó hasta la cocina y se sentó en el comedor para esperar que Melissa saliera dispuesta a acompañarlo a cenar.Mientras tanto, Melissa se sorprendió al ver una bolsa de regalo al lado de su cama, ella no aguantó la curiosidad y la abrió para sacra el contenido de la bolsa. Era un hermoso vestido de flores y unas hermosas sandalias. En el fondo había una tarjeta que decía “Para Melissa con amor. Te invito a cen
Ella estaba perdida en el deseo, su cerebro estaba embobado por las vibraciones de su cuerpo y ensordecido por los latidos de su corazón. Entonces a ella no le quedó más que dejarse llevar.Demetrio se separó de ella para quitarle el vestido y ella le quitó la camisa. Era fantástico sentir su piel rozar entre ellas. Demetrio hizo un camino de besos hasta su ombligo y ahí se deleitó hasta retirar su panti y comenzar a devorar su zona sensible.Melissa sentía que estaba a punto de convulsionar de placer, hasta que se liberó en un delicioso orgasmo. Ella sintió a Demetrio alejarse y se removió en la cama. Obviamente, no estaba satisfecha, pero al ver a Demetrio terminar de quitarse su última prenda y volver a subirse sobre ella. Su corazón volvió a acelerarse. Estaba deseosa, estaba desesperada por ser invadida y sometida por él.—Te amo, Melissa —le susurró Demetrio, mientras iba invadiendo su interior lentamente. Melissa dejó salir un pequeño grito y Demetrio la besó para reprimirlo, p
Ellos comenzaron a amarse de nuevo. Demetrio quería tomar de ella todo lo que pudiese. Quería tatuarse en su piel y en su corazón. Él estaba perdidamente enamorado de ella y quería asegurarse de que ella sentía lo mismo por él.Demetrio una vez más la hizo tocar las nubes, los dos estaban exhaustos y el sudor corría por su cuerpo. Pero sus corazones estaban felices, ambos latían en igual sinfonía y eso los hacía sentir plenos.Demetrio, sin poder evitarlo, acarició la cicatriz de Melissa y ella se alejó de él. Ese inocente acto la hizo volver a su realidad. Una donde ella no tenía derecho a ilusionarse con un Dios griego como él.—No te alejes. No tienes por qué sentir pena. Eres hermosa, te lo he dicho muchas veces. Melissa, eres mi mujer ahora y quiero conocer tu historia, quiero saber quién se atrevió a lastimar a un ser de luz, tan puro e inocente como tú.Melissa soltó el aire retenido, ella entendió que si iban a comenzar su vida juntos, debían ser transparente el uno con el otr
»Entonces, decidí desaparecer de ese lugar. Tomé mi cartera y mi celular, me compré algo de ropa y tomé un autobús para esta ciudad. Por supuesto, que no fui a ningún cirujano. El poco dinero que había en mi cuenta se estaba acabando y así fue como termine aquí. Estudiando y trabajando para sobrevivir.Melissa se limpiaba las lágrimas, cada vez que hacía una pausa, y el corazón de Demetrio estaba ardiendo de la ira. Pero esto no se quedaría así, él jura que tomara venganza, por lo que le hicieron a su mujer en el pasado.Demetrio la abrazó y le juro que más nunca vivirá con carencias. Incluso él se levantó con ella en los brazos y la llevó al baño.—Voy a llegar tarde a clases, señor Mancini.Demetrio sonrió al oírla llamarlo así.—¿Quieres casarte conmigo? —le preguntó Demetrio a Melissa, mientras le presionaba contra la pared e invadía nuevamente su interior.Melissa emitió un gemido al sentirse llena y solo asintió con la cabeza, porque su voz saldría entrecortada.—Gracias, me hac
—Ja, ja, ja. Maldito Idiota. Rastrea este teléfono y darás conmigo. Necesito que compres a nombre de Demetrio un Penthouse lujoso, en una de las zonas más seguras de la ciudad. Fabiano tienes dos horas para hacerlo, llevaré a mi mujer a almorzar y después iremos a conocer y a estrenar nuestro nuevo nido de amor. Así que mueve el trasero. Y bambino ten cuidado, no sabemos en quién podemos confiar y en quién no. —Lo sé, no te preocupes, estaré atento. Ahora sigue follando y termina de sacar ese gruñón que llevas por dentro. ¡Arrivederci! Los hermanos se despidieron y Demetrio levantó la vista y se sonrió al ver a Melissa caminar directamente hacia él. Melissa, por su parte, estaba totalmente ajena a la mirada penetrante de su marido. Demetrio llevaba unos lentes oscuros que ella no le había visto y el muy descarado se mordía el labio descaradamente, para que ella pudiera imaginar, lo que su boca no quería decir. Melissa se sintió avergonzada, sobre todo al sentir las miradas de las c
Demetrio, sin perder tiempo, comenzó a besarla y a desnudarla. Melissa se sentía plena y amada. Ese hombre había llegado para cambiar su vida y para quedarse a su lado.—Te amo Demetrio —le susurraba ella, mientras le besaba el lóbulo de su oreja. Demetrio cerraba los ojos para disfrutar de esas caricias y esas palabras de amor. El ritmo de Demetrio se aceleraba con cada susurro que escapaba de los labios de su amada.Literalmente él la estaba devorando y ella disfrutaba todo el placer que su marido le daba. Después de derrochar amor y extraer cada gota de energía de su cuerpo, Demetrio la dejó dormir un par de horas. Ella insistía en recoger algunas cosas de su casa.Ella no planeaba ni siquiera entregarla, ella seguiría pagando su arriendo y seguiría manteniendo sus cosas ahí. Ella estaba deslumbrada por todo el lujo que la rodeaba, pero sabe que nada es eterno en el mundo y si bien este hombre estaba poniendo el Penthouse a su nombre, ella estaba más que clara que el día que él dec